Todo comenzó en un día común de otoño. Martes trece de diciembre del 2013, ¿cómo olvidar aquella fecha? Y aunque parecía ser un día como cualquier otro en la gigantesca Beagtown, ese sería el peor de todos, aquel que cambiaría nuestro mundo para siempre.
Como de costumbre, llegué al Colegio a las siete en punto. Incluso recuerdo que venía demasiado distraído y casi tropiezo en la entrada de las instalaciones. Nuestra primera clase había sido "Historia Universal", con el mejor maestro del mundo, el profesor Trouyet. Un aparentemente patético hombre recién entrado a los treinta. De piel morena, cabello oscuro y corto, y una gran barba en forma de candado. Siempre se le veía alegre, realmente le gustaba dar clases y sobretodo siempre hallaba la forma de hacer de Historia una clase divertida.
Fui de los últimos en entrar al salón, no éramos más de diecisiete. La mayoría pronto cumpliríamos los catorce en el año entrante, a excepción de unos pocos que nos adelantaban un año, pues por distintas razones se habían visto obligados a dejar la escuela en algún punto o bien, habían entrado a estudiar un poco tarde. En ese momento todos se encontraban metidos en sus propios asuntos con sus propios grupos de amigos.
Nadie notó mi llegada, a excepción de Paul, mi mejor amigo. Siempre feliz y sonriente, algo que podía llegar a ser un poco molesto en algunas ocasiones, bastante impaciente y platicador. Era tan alto como yo, fornido, pero no en exceso y de piel clara. Tenía un largo cabello entre castaño y rubio, que siempre peinaba hacia un lado. Tenía unos ojos azules que toda chica envidiaría.
- ¡Michael! ¿Cómo es que vives más cerca que yo y siempre llego primero? – preguntó de forma burlona mientras tomaba su lugar junto a mí.
- Eso es porque seguramente siempre se queda dormido – adivinó Cari, mi mejor amiga que se sentaba detrás de mío.
Cari era probablemente la persona que mejor me conocía en el mundo. Era de baja estatura, apenas me llegaba a la nariz. De piel clara pálida y unos hermosos ojos castaños. Tenía el cabello largo y lacio, color miel. Siempre dispuesta a pasar tiempo contigo y hacer cualquier cosa para hacerte sentir mejor.
En algún rincón estaban Ion y Kevin, inseparables y siempre discutiendo. Con ellos uno podía divertirse un buen rato. No muy lejos estaba Bernard, ese chico podía matarte de la risa por dos razones: a) Estaba loco, de todos en el salón era el más propenso a terminar en la cárcel B) Podía convertir cualquier pequeñez en la cosa más graciosa de todas. Me quedan muchos más por describir, pero creo que será mejor ir haciéndolo en su debido tiempo.
Continuaba hablando con Paul y Cari, el chico nos narraba como había intentado aplicarse pasta dental para deshacerse de un grano en la frente. El resultado: una enorme e irritada mancha roja, al parecer, quien quiera que le hubiese recomendado tal cosa había olvidado mencionarle que debía limpiarse antes de ir a dormir o el dentífrico le quemaría la piel. Analizábamos como ayudarle a ocultar la marca de su estupidez cuando el profesor Trouyet entró al salón.
El hombre delgado, de mediana edad y estatura promedio, con barba de candado; cargaba con su típica mochila, idéntica a la que usaría un cartero, aunque todos sabíamos que no guardaba ningún tipo de correspondencia ahí, sino su computadora portátil, su viejo proyector y quizás un par de libros.
- Buenos días, chavos – saludó con su típica voz nasal, mientras arrastraba el escritorio al centro del salón y preparaba su equipo- ¿Paul? ¿Qué te pasó en la cara?
Todos estallaron a carcajadas.
- Larga historia – el chico se hundió en su asiento con la esperanza de desaparecer.
- Si nos seguimos riendo, quizás te sonrojes y así no se note –soltó Bernard entre risas.
Los demás siguieron riendo, me incluyo, no pude evitarlo. Incluso Trouyet soltó una pequeña carcajada.
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Virus Letal I: La Infección
Science FictionTodo comenzó cuando a media clase de Historia las explosiones aparecieron por todo el cielo. En un párpadeo, la ciudad ya era caos total con la aparición de un extraño virus que convierte a las personas en...dios, no quiero ni pensar en esa palabra...