Capítulo 35: "A dos horas"

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Al día siguiente despertamos exhaustos y con el ánimo bajo, nuestro viaje ya había durado demasiado y ya nos había costado dos vidas y ni siquiera habíamos tenido un verdadero encuentro con los servuks, aún. Comenzaba a sentirme arrepentido de haber salido en aquella misión suicida. Will y Buck, uno de los nuevos integrantes, salieron a la calle temprano en busca de comida y algunas armas, pero no se comparaban con las que nos habían quitado los Caníbales, las cuales, yacían sepultadas bajos toneladas de escombros junto con nuestros captores. Por su parte, Squirrel siguió loco, apenas parecía afectado por el asunto del edificio, pronunciando las mismas palabras y frases sin sentido. El resto apenas podía pronunciar una palabra con el espíritu tan bajo.

Volvimos a la calle hasta al medio día. Al salir del viejo edificio dónde habíamos pasado la noche, pude ver, justo en frente de donde nos habíamos quedado, el gran montículo de escombros que quedó luego de la explosión. Aún no paraba de pensar en aquel compañero que habíamos dejado atrás. Su nombre era Max, lo descubrí en la mañana. Es curioso como a pesar de no haberlo conocido, me sentía muy mal por él y aunque sabía que no debía hacerlo, me culpaba a mí mismo por no haber podido salvarlo. Eché un último vistazo a los escombros, pensando aún. Entonces cuando estuve dispuesto a seguir a mis amigos, me detuve. Algo me llamo la atención. Los grandes bloques de concreto que se hallaban en los escombros... ¿se movieron? Espere un momento. Otro leve movimiento.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Kevin.

—Nada, seguro son ratas –afirmé y lo seguí sin mirar atrás.

"Solo es producto de mi imaginación", pensé, "una ilusión creada por mi subconsciente, que espera que Max se halla salvado".

De acuerdo con la información de Jack, nos faltaba sólo dos horas aproximadas para llegar a nuestro destinó. Me imaginaba a todos en el Colegio, dándonos por muertos. A la multitud en la cancha. Todo en silencio, algunos llantos. Y más allá, una larga mesa con mantel blanco, sobre la cual se encontraban fotos enmarcadas de cada uno de nosotros. Entonces ahí estaba Ion, hablando, dando su discurso de despedida. Entonces, veía a Stan, Wallace, Bob, Jeff, Thomas...y los demás encargados, con rifles en alto, dando disparos al cielo en nuestro honor. Entonces me di cuenta que no había una foto de Max, quien realmente había muerto...

— ¿Te ocurre algo? —me preguntó Paul.

—No.

—Es por lo de Max ¿No es cierto? —dijo como si me leyera el pensamiento.

No respondí.

— Tu tranquilo —empezó—. No es tu culpa. No es de nadie en realidad. Y si alguien debe tenerla, son los caníbales.

Me sonrió. Continuamos andando sin decir nada más. De vez en cuando Heidy sacaba un comentario gracioso sobré por que el Servuk cruzó el camino, o cosas parecidas. O cuando todos parecían estar muy cansados y desanimados, Cari y ella se ponían a cantar. Pero en vez de subir el ánimo, a Jack y Jessica se ponían a realizar todo tipo de muecas. Will andaba muy callado y más serio que de costumbre, no dijo nada más, aunque notaba su enojo. Bernard molestaba a Kevin, contento de estar de vuelta con nosotros. Squirrel seguía murmurando extrañas frases al azar.

— ¿Y cuál es la historia de Squirrel? —preguntó Jack, cambiando el tema.

—No lo sabemos. Ya estaba ahí cuando nosotros aparecimos. Seguro sufre alguna especie de shock o estrés postraumático —respondió Bernard.

— ¿Y conocieron a los otros? —preguntó Will haciéndose oír por encima de los cánticos.

— Si, pero tampoco estaban muy cuerdos. No se pudo hablar con ellos...es complicado.

— Que lástima —respondí.

— ¿Tu hablaste con él Ted? ¿Buck? –preguntó Jack.

Continuamos por la gran avenida. Del lado izquierdo varias casa pequeñas y hermosas, y del lado derecho, enormes edificios que cumplían funciones de hoteles, y más allá de estos, la playa. Desde ahí se podía escuchar el oleaje y se sentía la brisa del mar. Por un momento se me ocurrió proponer ir a descansar un rato a la playa y olvidarme de todo, pero no sería posible, ya estábamos muy retrasados, teníamos que llegar a la estación lo más rápido posible.

— No, definitivamente no –respondió Buck.

Dimos vuelta en una esquina hacia la derecha y entonces, a lo lejos lo pude ver. En un kilómetro, aproximadamente, la avenida terminaba, y comenzaba un camino empedrado que subía unas colinas, que llevaban a tres diferentes lugares: el faro, el observatorio y nuestro destino. Desde ahí podía ver la enorme antena de la estación. Estábamos a menos de una hora. Casi lo lográbamos. Todos nos animamos y aceleramos el paso.

— Ahora que lo recuerdo —dijo Ted, el otro chico nuevo—. Yo una vez hable con uno de ellos, y nuestra conversación fue...más conversativa que con los demás...

— ¿Por qué no lo dijiste antes? —preguntó Bernard enfadado.

— Lo siento, no sabía que hacer —contestó—. Supongo que no le di demasiada importancia en su momento, quizás no quise aceptarlo...

Nos detuvimos. Jack y Bernard estaban enfadados.

— Bueno —lo regañó Jack—. Ahora habla. ¿Qué te dijo? ¿Qué no quisiste aceptar?

Ted se mostró bastante nervioso.

— Esta bien. Me habló de las bombas, no quise creerle, quiero pensar que era parte de su locura...no era muy diferente a Squirrel. Dijo que sabía que eran, quienes las hicieron. Me contó que fueron construidas especialmente para...

No terminó la frase. Al mismo tiempo que sonaba un fuerte disparo, cayó al suelo. Al principio creí que lo hacía por protegerse de los disparos que le siguieron, pero luego comprendí cuando vi el gran charco de sangre que comenzó a crecer a su alrededor. Estaba muerto. Las respuestas se habían ido. Y aún peor, los Otros nos habían localizado y emboscado.

Virus Letal I: La InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora