Rápidamente, sus gritos cesaron y el chico cayó muerto al suelo. Antes de que alguien pudiera decir algo más o proponer alguna clase de solución, Buck se levantó adoptando una forma encorvada. Se le veía tranquilo y débil, con un hilo de sangre escurriéndole por el rostro. Parecía que sus ojos fueran a estallar fuera de sus cuencas.
Níger sonrió.
— Tal vez no sea necesario, ensuciarme las manos —dijo alegre—. Es una lástima que...
Pero no Buck no le dejó terminar su frase, en un parpadeo el chico se le aventó a Níger encima, como lo haría una bestia salvaje sobre su presa. El tuerto cayó al suelo con una mueca de dolor y el servuk encima suyo. Trató de dispararle, pero su arma se le resbaló y cayó a un costado. Sólo sus manos lo separaban de una mordida fatal. Níger gritaba, más no de miedo, sino de enojo.
— ¿Qué carajos hacen ahí viendo? ¡Ayúdenme, idiotas! O yo mismo los colgaré en el patio de la cárcel... ¡Terry!
Los Otros corrieron a auxiliarlo, pero ya no pude ver más, Jack había tirado de mí hacia la salida.
— ¡Corran! —nos gritó ya en el pasillo—. Debemos aprovechar esta pequeña distracción.
— ¡Maldita sea, Buck está muerto! –lamentó Bernard.
— Ya habrá tiempo para llorarle –afirmó Will—. Tenemos que buscar la camioneta y salir de aquí.
— ¡Vayan por ellos! ¡No deben dejar que huyan! ¡Mátenlos si es necesario, pero no dejen que emitan su señal de auxilio! –escuchamos gritar a Níger desde el cuarto.
Avanzamos todo el corredor sin encontrarnos a un solo guardia, bajamos las escaleras y atravesamos el vestíbulo de la entrada hacia la salida. Al atravesar las puertas, pude sentir de inmediato la diferencia de temperatura. Afuera hacia un aire mucho más frío que adentro, incluso más gélido que cuando habíamos entrado. Miré el cielo naranja tratando de adivinar la hora, pero me fue imposible.
No tuve tiempo para preguntar qué haríamos a continuación, Jack no se detuvo ni un momento a descansar y todos lo seguimos. Teníamos que correr. Fuimos al estacionamiento y subimos a la primera camioneta que hayamos. Era un poco más grande que las que teníamos en el Colegio, y estaba tapizada con los colores del noticiero. En la parte superior, un par de antenas trataban de alcanzar el cielo. Jack, Will y Bernard, al frente, nos metimos detrás.
Las puertas de la parte trasera estaban forradas de una extraña tela negra, y varias bocinas. Las paredes, llenas de extrañas computadoras con diferentes botones. Apenas había espacio para todos con tanto equipo allí dentro.
— ¡Mierda! —soltó Jack—. No están las malditas llaves.
Miré por una ventana, la salida del edificio seguía desierta. Aún teníamos tiempo, pero no duraría mucho. Me asomé a la cabina para apurar a Jack.
— ¡Nos pisan los talones! —dije.
— ¡Ya voy! –me reprendió el chico.
Jack se hallaba debajo del tablero jugueteando con varios cables de la consola del auto. Miré de nuevo a la entrada, un grupo de seis hombres armados salía a toda velocidad. Me volví para apurar a amigo, pero él ya había prendido el auto y comenzaba a darle la vuelta para salir de aquella trampa mortal. La camioneta, bajó colina abajo a toda velocidad dejando atrás los disparos de nuestros enemigos. Miré hacia atrás para confirmar que no nos siguieran.
— Siguiente parada, El Colegio —anunció Jack alegre.
— Ese tipo está loco —añadió Kevin.
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Virus Letal I: La Infección
Science FictionTodo comenzó cuando a media clase de Historia las explosiones aparecieron por todo el cielo. En un párpadeo, la ciudad ya era caos total con la aparición de un extraño virus que convierte a las personas en...dios, no quiero ni pensar en esa palabra...