Capítulo 9: "Stanley Yates"

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— ¡Alto! –grité con todas mis fuerzas.

Corrí lo más rápido que pude hasta llegar a la escena. Ahí estaban Will y el sujeto con el arma, que rápidamente reconocí de noveno año. Otros dos sujetaban a mi hermano con fuerza mientras él forcejeaba y trataba de explicarles la situación. Al oír mis gritos, los cinco se detuvieron a mirarme.

— ¡Michael!

— ¿Conoces a este sujeto? –me preguntó Will.

— Sí –solté jadeando—. Es mi hermano.

— No veo mucho parecido.

— ¿Qué sucede aquí? –Ion se unió a la conversación—. ¿Stan?

— ¡Ion!

— ¿Lo libero? –preguntó confundido.

— ¡Si! ¡Libéralo! –ordenó mi amigo.

— Lo siento...creímos que sería...

—...de los Otros, ya me sé esa historia –dijo Ion con los ojos en blanco.

— ¿Tienes edad para portar esa arma? –preguntó Stan confundido mientras se ponía de pie y se sacudía la ropa.

El chico se encogió de hombros.

— ¿Eso importa?

— Ya, largo de aquí –Ion se deshizo de todos ellos.

— ¿Desde cuándo alguien sigue tus ordenes? –preguntó mi hermano—. Como sea, gracias.

Como si de pronto hubiera recordado que estaba ahí presente, Stan corrió a darme un abrazo.

— ¿Dónde carajos te metiste? –me regañó—. ¡Te estuve buscando toda la semana!

— Es una muy larga historia –respondí.

— Pues quiero oírla completa.

Nos separamos y pude apreciarlo bien, lucía bastante normal para unos días de apocalipsis. Entendía perfectamente la confusión que se creaba al revelar nuestro parentesco, realmente no nos parecíamos demasiado: tenía la piel clara, lo había sacado papá, pero ambos compartíamos los mismos ojos cafés. Tenía el cabello largo y lacio, completamente negro y recogido en una pequeña cola de caballo, vestía una chaqueta de cuero y unos pantalones oscuros. Cualquiera que lo viera, no creería que el chico estudiaba Derecho. Daba más la impresión de tener su propia banda de rock en el garaje, cosa que era cierta.

— ¿A ti como te atraparon? –pregunté.

— Bueno, me los encontré en una tienda de autoservicio, y quizás, tal vez, me puse algo agresivo con ellos –nos observó con una sonrisa nerviosa.

— ¡Él nos atacó! –acusó uno de los chicos.

— Me asusté, lo siento.

— ¡Con un airoso y un encendedor!

— Bueno, estás vivo, ¿no?

— Eso lo explica todo –soltó Ion—. Bienvenido Stan, ponte cómodo...y por favor, no molestes a nadie.

Mi amigo se marchó por dónde llegó. A lo lejos, Kevin, Cari, Paul y Heidy se acercaban confundidos, intercambiando comentarios mientras nos señalaban a ambos.

— ¿Dónde estuviste? –preguntó mi hermano—. Fue un caos allá afuera, te estuve buscando por todas partes. Fui a la Biblioteca y la puerta estaba bloqueada...te busqué en casa de Paul, de Cari, de Ion...

— Lo siento...es una larga historia, estuve inconsciente la mayor parte de ella. Apenas despertamos hace unos días.

— Ah, ¿sí? A mí me duró un par de horas...bueno, Roger, él si se echó una buena siesta...

— ¿Dónde está, por cierto? –pregunté.

— Los chicos me ayudaron a buscarte, eventualmente nos separamos. Roger se quedó al final, pero unos servuks nos atacaron y bueno...

— Oh, mierda.

— No te preocupes, está bien...pero tuvimos que dividirnos. Lo encontraremos más tarde, reaparecerá. Yo lo sé. Como sea, fui a la casa...y vi que estuviste ahí. ¿Por qué te fuiste? ¿Para qué dejo notas si no vas a leerlas?

— Fuimos por comida y también nos capturaron a nosotros.

— Ah...bueno...y... ¿dónde estamos?

— En mi escuela, lo sabrías si vinieras a las juntas escolares.

— Las juntas escolares son una joda –se excusó—. Y esta no es tu escuela.

— Tu entras por el área administrativa, del otro lado, por las canchas.

— Ah, eso tiene sentido... ¡Chicos! ¿Cómo están? –saludó mi hermano al ver llegar a mis amigos—. Paul, Cari... ¿Kevin? y, eh, ¡tú!

— No la conoces, es Heidy –reveló Paul.

— Agradezco esa información— sonrió Stan.

— Genial, otro chico nuevo –soltó Kevin con cara de cansancio—. No paran de llegar, no entiendo como logran sobrevivir tanto tiempo allá afuera...como sea, Stan, te daré el recorrido.

— Cuida tu lenguaje, muchacho. Yo no te hablé así cuando fuiste a nuestra casa y rompiste el jarrón de la abuela...

— Ya me disculpé decenas de veces.

— Pues el jarrón sigue roto.

Ambos chicos se alejaron.

— Kevin siempre... ¿siempre ha sido así? –preguntó Heidy de pronto.

Sonreí al oírla pronunciar tantas palabras de golpe.

— A veces –respondió Paul contento.

Más tarde nos dirigimos a nuestro dormitorio temporal, dónde nos habían dejado unas colchonetas para pasar la noche y algo de ropa nueva. Nos indicaron dónde se encontraban las duchas y por fin pudimos darnos un buen baño. Al terminar, simplemente me sentí renovado. Antes de que pudiéramos hacer algo, ya había sonado la campana de nuevo para la segunda comida de día. Me sorprendió lo rápido que había pasado el tiempo estando relajado.

De vuelta en la cafetería, nos encontramos con Kevin, quién había ido a buscarnos para completar nuestro recorrido. 

Virus Letal I: La InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora