Capítulo 3: "El ¿día? después"

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Desperté y lo primero que pensé fue en lo terrible que me sentía. Me dolía la cabeza, moría de hambre y sed. Además, me sentía ligeramente mareado y todo mi cuerpo estaba acalambrado. Miré a mi alrededor, esperando ver indicios de que todo había ido bien. Pero apenas y podía percibir un poco de luz solar desde allí.

A mi derecha estaba Paul y a su izquierda Cari, utilizando sus brazos como almohadas. Pero ambos comenzaron a despertar en cuanto yo me puse de pie.

- ¿Qué pasó? –se estiró Paul.

- No sé, pero creo que voy a vomitar – se quejó la chica.

- Me siento terrible –mencioné sosteniéndome de las paredes para no caer.

- Salgamos y veamos que está sucediendo allá afuera –propuso Paul.

Caminamos con paso débil y lento hacia la salida. La biblioteca estaba echa un desastre, la mayoría de los tragaluces del techo estaban rotos, por lo que el suelo estaba lleno de cristales. Los libreros habían caído unos sobre otros, algunos permanecían inclinados mientras el resto yacía en el suelo, como fuese, todos los libros estaban fuera de sus estantes. Pude ver lo parecían ser rastros de sangre en la alfombra, pero traté de ignorarlos. Todo había cambiado. Parecía que en vez de haber estado refugiados una noche hubieran sido meses, inclusive años.

La puerta que habíamos bloqueado utilizando las mesas de lectura, estaba no solo abierta, sino destrozada con los muebles hechos pedazos. En la noche, alguien se las había arreglado para adentrarse en el edificio, aunque por lo visto, no había permanecido allí mucho tiempo.

La calle estaba llena de baches que dejaron las explosiones. El camión del ejército se encontraba cabeza abajo y aun flameante. Las fachadas de los edificios estaban desgastadas a causa de tanto fuego y humo. Pude ver varios cuerpos por todo el camino, algunos pálidos y otros carbonizados. Aparté la vista rápidamente al sentir un fuerte asco. Cari, por su lado terminó vomitando en la escalinata de la biblioteca. Paul sostuvo su cabello para que la chica pudiera desahogarse sin problemas. Lo hubiera hecho yo, pero tengo la mala costumbre de vomitar inmediatamente cuando veo, escuchó o huelo a alguien más haciéndolo.

Bajé las escaleras tratando de ignorar los cadáveres, y entonces quedé hipnotizado al ver el cielo. Las bombas se habían detenido, pero se había perdido to rastro de azul. El cielo era ahora de un extraño color de naranja mientras que las nubes eran de tonos más oscuros. En algunas zonas se llegaba ver hasta une extraño purpura. Mis amigos también quedaron boquiabiertos al verlo.

El aire estaba caliente y seco, y los rayos del sol golpeaban con fuerza entre los edificios. Caminamos por la calle en busca de algún alma, pero no encontramos nada. Ni siquiera algún ave cantando desde la copa de algún árbol o emprendiendo el vuelo. La ciudad estaba muerta y desierta.

Nos detuvimos al encontrar una cabina telefónica, pero antes de poder marcar cualquier número, escuchamos de forma repetida una voz pregrabada:

"Hola. Soy la secretaria del gobernador Ralph Mallory. La ciudad de Beagtown se encentra en un cierre por cuarentena. No se alarme, guarde la calma. Si está en un lugar seguro, no se mueva. Si necesita asistencia, por favor acuda a los centros militares de refugiados en el aeropuerto internacional. No teman, la ayuda va en camino. Y por ninguna razón intente salir de la ciudad."

- Y yo que creí que el Katrina había sido malo –se quejó Paul al colgar.

- ¿Qué demonios significa eso? –estalló Cari- ¿Cómo que en cuarentena?

Nadie dijo nada, el miedo se apoderó de nosotros. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Qué sería de nosotros? Observé los cadáveres del suelo, personas calcinadas o con extraños cortes en el cuello. El hedor a muerte no solo se sentía en el olfato, era más bien psicológico.

Virus Letal I: La InfecciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora