Habíamos entrado a otro edificio, un antiguo Hotel. Era un bastante viejo, pero era un buen lugar para pasar la noche. Nos habíamos situado en el último piso, un enorme pent—house con numerosas habitaciones, cocina, sala y un gran ventanal por el que podíamos ver buena parte de la ciudad. Lo habíamos registrado de esquina a esquina hasta asegurarnos que estuviéramos completamente a salvo. Y después de que Kevin y Will regresarán del restaurante con comida, bloqueamos cada acceso utilizando los muebles, para asegurarnos de poder dormir tranquilos.
Así, unas horas después de los traumáticos hechos de aquella tarde, ya estábamos todos en el suelo de la suite, comiendo los enlatados que nuestros amigos habían conseguido. En cualquier otro momento, hubiera rechazado por completo la idea de comer únicamente el contenido de una lata. Pero era el fin del mundo, y era más de lo que muchos en el resto de la ciudad tenían.
— Horace salió volando por el cristal y se estampó contra el muro –relató Kevin—. No hubo mucho que hacer.
— Estábamos por mover el cuerpo cuando llegaron los Otros–recordó Jack—. Nos tomaron por sorpresa. Estaban acampando en el edificio.
— ¿Por qué los secuestraron? –preguntó Cari—. ¿Por qué nos atacaron?
— Digamos que los Otros y el Colegio tienen una historia –respondió Will—. Los primeros días de la Infección, ellos irrumpieron y se llevaron gran parte de nuestros suministros. La pasamos muy mal. Cada vez que qué nos los encontramos afuera cuando exploramos o recolectamos, nos atacan.
— Dorian está loco –recordó Jessica.
— Por lo que dijeron, Dorian podría ya no estar al mando –recordó Jack.
— ¿No dijiste que cuando estuvieron ahí tú y tu hermana, había una guerra civil en la prisión? –preguntó Paul.
— Tal vez, todo fue demasiado confuso. Una pelea de bandas, quizás –se encogió de hombros.
— Pues quizás ya no nos enfrentemos a Dorian, quizás haya una oportunidad de hacer la paz con su nuevo líder.
— No estaría tan seguro, hoy casi nos matan –respondió Kevin—. Han matado a muchos de nosotros, la paz no es una opción.
— Quizás si les hubiéramos mencionado lo de la antena... —propuso Heidy.
— No cuentes con eso, no son tan razonables –reprendió Kevin con cierto odio en su voz.
Todos nos cavamos el contenido de nuestra respectiva lata y nos fuimos a dormir, ocupando cada una de las habitaciones de la suite. Como de costumbre, me tocó compartir una enorme cama con Paul, y como es de esperarse, el chico cayó dormido como oso. Por mi parte, no podía dejar de pensar en Horace. ¡Había muerto! Y ni siquiera contra un zombi o por una bala, sino en un accidente automovilístico. No era mucho más grande que yo, apenas por un par de años, y su viaje había terminado. Eso me hizo darme cuenta de lo frágiles que en realidad eran las cosas. Yo podía ser el siguiente, y la idea no solo no me dejaba dormir, sino que tampoco me dejaba estar despierto a gusto. Comenzó a darme un extraño ataque de ansiedad y me vi en la necesidad de salir al vestíbulo para tomar un poco de aire...o al menos, admirar la gran vista.
Me senté frente al gran cristal. Se podía ver gran parte de la ciudad y un cielo espectacular. Noté que algunos edificios tenían luces encendidas, todos tan lejanos y remotos. Me hizo pensando y darme cuenta de que en verdad no éramos tan pocos los sobrevivientes como había imaginado. Me perdí imaginando que debía estar pasando en aquellos lejanos edificios con luces encendidas. ¿Acaso estarían observándome ellos en ese mismo momento? ¿Tendrían suficiente comida y agua? ¿Tendrían miedo? ¿Serían de los Otros? ¿Estarían en medio de una misión como yo? Si esta misión sale bien, pensé, no solo salvaremos al Colegio, sino a todas estas personas.
Una voz interrumpió mis pensamientos. Esta vez no era Jessica sino Heidy.
—Hola—me dijo mientras se sentaba junto a mí.
—Hola – la salud.
Silencio. Un silencio incómodo. Así que disimulé observando el magnífico paisaje. Incluso la Punta de Diamante, el edificio más alto de la ciudad, destacaba por encima del resto aún con todas sus luces apagadas. No pude evitar la extraña sensación de que algo me observaba desde su último piso.
— ¿No puedes dormir? –rompí el hielo.
—Obviamente, y supongo que tú tampoco. He estado... demasiado pensativa, recordando a mi hermana –dijo.
Entonces, me arrepentí. Sabía que lo de su hermana debía ser un tema muy frágil. Y debió haber leído mi expresión.
— Te lo dijeron, ¿no? Todos hablan de ello en el Colegio. La chica de la camioneta y la hermana muerta...
— No, no... es decir, si me lo dijeron. Pero eres más que eso. Nos agradas—dije—. De verdad. Y... siento lo de tu hermana...
—No tienes porqué sentirlo, no fue tu culpa —dijo, con la mirada perdida hacia los edificios.
— Eso no cambia que pueda sentirlo.
— Sólo espero encontrar a mi hermano y salir de aquí...
— ¿Tienes un hermano? ¿Está aquí? ¿En la ciudad?
— No lo creo...no lo sé...lo perdí en los primeros días de la Infección. Sé que está bien, en alguna parte, sabiendo que yo estoy bien...
— Te sacaré de aquí —dije sin pensarlo—. Todos juntos, te sacaremos de aquí. Lanzaremos la señal y saldremos de la isla. Todos en Beagtown escaparemos de este lugar. Te lo prometo.
Heidy soltó una risa.
— ¿Sabes algo lindo?
— ¿Qué?
— Las estrellas...aquí dentro de Beagtown y fuera, son las mismas.
— Quizás tu hermano las esté viendo.
— Sé que las está viendo, estoy segura de ello.
— ¿Cómo?
— Porque yo también las veo.
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Virus Letal I: La Infección
Science FictionTodo comenzó cuando a media clase de Historia las explosiones aparecieron por todo el cielo. En un párpadeo, la ciudad ya era caos total con la aparición de un extraño virus que convierte a las personas en...dios, no quiero ni pensar en esa palabra...