No fueron los gritos de caos y desesperación los que me despertaron, sino Cari.
- Michael –susurró asustada- Michael, despierta...algo está pasando.
La biblioteca lucía fúnebre de noche. Los candelabros eléctricos no estaban funcionando y lo único que nos dejaba ver algo era la luz de la luna que entraba por los tragaluces del techo. Polvo y algunos pequeños escombros caían desde el techo cada vez que el edificio entero cimbraba, cada cierto tiempo, seguido de fuertes explosiones que parecían venir de afuera. Agudicé mi oído y pude escuchar gritos desesperados de hombres y mujeres, ladridos y aullidos de perros desquiciados, llantos de bebes; cientos de disparos y más explosiones. Pero estas eran diferentes, ya no sonaban como nubes de colores en el cielo, sino como nubes de fuego del ejército. Sonaba como estar en medio de una de esas batallas de la Segunda Guerra Mundial que frecuentaba en casa de Ion a través de series y películas.
- ¿Qué es ese sonido?
- Acabo de despertar y...
No terminó la frase y ambos nos paramos en seco. No muy lejos de escuchó un fuerte golpe. Un objeto había caído, seguramente un libro o una pila de libros, pues varios sonidos similares le siguieron. Miré a Paul tirado sobre las páginas de un libro. Despertarlo no fue sencillo; verás, él es de sueño pesado. Tuvimos que sacudirlo y gritarle para que pudiera levantarse. No tuvimos que explicarle a nuestro enojado amigo lo que estaba pasando, pues con escuchar ya era suficiente. Pronto, los libros de los estantes comenzaron a caerse en efecto dominó mientras una silueta se movía rápidamente entre los pasillos.
No hizo falta decirlo, todos estuvimos de acuerdo en salir inmediatamente de allí. No estábamos solos, había algo más en la biblioteca con nosotros, acechándonos desde la oscuridad. Y no tenía ninguna intención de quedarme y descubrir que era para luego tener una persecución pasillo por pasillo como en Scooby Doo.
Avanzamos rápidamente por los corredores hasta llegar al vestíbulo de la entrada. Al acercarnos pude percibir un fuerte olor a gasolina y pólvora. Las grandes puertas de madera que se encontraban cerradas pronto me parecieron más intimidantes que esperanzadores, no estaba seguro de querer descubrir que sucedía allá afuera. Fue Paul quien tuvo el valor suficiente para acercarse y abrirlas. Mientras lo hacía yo miré por la cúpula del techo y pude ver un trío de helicópteros en formación volando a gran velocidad por la ciudad, la ansiedad comenzó a apoderarse de mí. Quise detener a mi amigo, pero ya era demasiado tarde.
Abrieron las puertas y pudimos ver el infierno que se estaba desatando allí afuera.
La tranquila calle adoquinada llena de negocios independientes, franquicias y departamentos baratos por la que recién había transitado con Paul hacía unas horas, ya no era la misma. Había varios autos abandonados a medio de la calle, algunos incendiándose. Humo salía de las ventanas de los distintos locales, mientras decenas de personas corrían desesperadas a una misma dirección. Un vehículo blindado del ejército pasó por encima de algunos escombros para detenerse justo enfrente de nosotros. Era una larga camioneta de camuflaje verde con unos veinte soldados abordo, todos lucían iguales, no por su uniforme verde sino por su rosto asustado. Bajaron rápidamente con rifles en la mano. Encima de la cabina estaba montada una gran torreta que un soldado se apresuró a tomar con las manos temblorosas.
Comenzaron disparar al lado contrario al que corría la gente, pero el ángulo del pórtico de la biblioteca no nos permitía ver más. Un par de soldados comenzó a disparar un lanzagranadas abriéndole paso a sus compañeros. El artillero que manejaba la torreta reparó en nosotros y se miró tan sorprendido como preocupado. Hizo un pequeño movimiento con la boca y pude leer sus labios: "Entren y no salgan".
No dudamos ni un momento en obedecer, retrocedimos rápidamente y cerramos las puertas detrás de nosotros. Por instinto nos apartamos lo más que pudimos de ellas, como si fueran radioactivas.
- ¿Qué carajos está pasando? –preguntó Paul pálido.
- Sea lo que sea, me siento más seguro aquí adentro –dije.
- Quizás deberíamos bloquear la entrada –dijo Cari asustada.
- ¿Y si tenemos que salir después? –sugerí mientras la ansiedad se apoderaba de mí.
- ¿En serio crees que tengamos que salir en un futuro próximo? –apoyó Paul.
Sin decir más, arrastramos los muebles más cercanos para bloquear la entrada del edificio. Una vez que hubo suficientes escritorios entre nosotros y la puerta, nos sentimos más tranquilos. Entonces hubo una terrible explosión, más sonora que todas las que habíamos oído antes. Un destello amarillo de luz se metió por los bordes de la puerta. Supe de inmediato que había sido la camioneta. Nos asustó a tal grado que corrimos hacía atrás por el corredor y fuimos a refugiarnos en el área infantil. Una antecámara al fondo de la biblioteca, con su propia puerta, la cual no dudamos en cerrar también. Todo estaba lleno de libros de colores de cuentos con ilustraciones y unos pufs en el suelo para oír a la cuenta cuentos de lunes, miércoles, viernes y domingos; a las once de la mañana y a la seis de la tarde sin falta. Todo para inspirar una atmósfera feliz y de confianza a los más pequeños, pero no nos sentíamos para nada así. Nos acurrucamos todos juntos en una esquina, temblando. Con el fuerte sonido de los misiles y disparos, que combinados hacían vibrar la ciudad entera. Por un momento temí que la estructura se viniera abajo y nos aplastara.
- ¿Serán terroristas? –preguntó Cari.
- No lo creo...no pueden ser –negué.
- ¿Qué más podría ser?
- No lo sé –afirmó Paul- Pero saldremos de esto, estoy seguro.
- ¿Qué...que dice internet? –preguntó Cari nerviosa-. Creo que dejé mi teléfono afuera.
- Voy por él –se dispuso Paul.
La chica lo tomó del brazo y tiró de él antes de que pudiera alejarse demasiado.
- No nos dejes...no te vayas –pidió.
- ¿Y su tu hermano te habla? –preguntó Paul.
- No lo creo –dije al revisar mi teléfono-. No hay señal.
Paul me miró incrédulo antes de revisar también el suyo.
- Tampoco yo, mierda. ¿Será cosa el edificio? –preguntó.
- No, ya he estado aquí antes y siempre hay señal –afirmó Cari con un nudo en la garganta.
- Como sea...creo que estaremos bien por ahora –traté de convencerme.
- Sí...estaremos bien.
Nadie dijo nada más, acomodamos los pufs y nos acostamos los tres juntos a esperar que se detuviera el caos. Observé el techo en aquella zona de la biblioteca, estaba decorado con unas encantadoras estrellas que brillaban en la oscuridad. Estar ahí con mis mejores amigos, refugiados en lo más profundo del edifico rodeado de todos libros y con las estrellas brillando solo para nosotros, me reconfortó.
Pasaron los minutos, pero la batalla no cesó. Incluso podría decir que se agravió. Escuché como ahora pasaban los helicópteros volando a muy baja altura, disparando. Paul estaba seguro de haber oído un tanque disparar. De cualquier forma, fuimos pacientes con la esperanza de que todo se detuviera, pero antes de eso, caímos inconscientes.
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Virus Letal I: La Infección
Science FictionTodo comenzó cuando a media clase de Historia las explosiones aparecieron por todo el cielo. En un párpadeo, la ciudad ya era caos total con la aparición de un extraño virus que convierte a las personas en...dios, no quiero ni pensar en esa palabra...