Por el rabillo del ojo distingo unos ojos azules y un hombro vendado. Cierro las manos ocultando mi comida y suspiro, molesta.
-No te pienso dar nada. Búscate la vida.
Él sonríe.
-Vaya, menudo recibimiento. Solo venía a darte las gracias por eso.-dice, señalándose las vendas.
-Pues ya estoy enterada. Ahora lárgate.
En el fondo, siento ser tan desagradable con la gente, pero no puedo permitirme actuar de otra forma. No debo fiarme de nadie, y la mejor forma de demostrar que estoy bien sola es tratar así a todo el que se quiere acercar a mi. Bill es una excepción, le debo muchísimo. Sin embargo, mi acompañante no parece verse afectado por mis palabras.
-¿Seguro que no quieres compañía?
Lo miro, está empezando a cabrearme.
-¿Me vacilas? Te he dicho que te largues.
Sus ojos azules se clavan en los míos, con un brillo divertido. Vuelvo a fijar la vista en el suelo, bufando.
-Pues yo sí que quiero compañía.
-No lo pillas. Me importa un rábano lo que necesites, solo quiero que te vayas y me dejes tranquila.
Él no dice nada, pero en el fondo me intriga. Es la primera persona que no sale corriendo ante mis malos modales. Siento que se acomoda mejor en el banco, y entiendo que no tiene intención de irse. Suspiro y decido fingir que no se encuentra a mi lado, así que comienzo a comer. Al cabo de un rato escucho que su estómago ruge sobre el sonido de la fuente, pero no me pide nada.
Seguro que lleva varios días sin comer.
Cuando acabo la tira de cecina y tres galletas, me levanto. Él simplemente me mira, pero cuando me doy la vuelta para alejarme vuelvo a oír su voz.
-Soy Kyle.
Asiento casi imperceptiblemente, pero me sujeta de la capa para impedir que me vaya.
-Espera. ¿No me vas a decir tu nombre?
Miro el punto donde su mano toca la tela que me cubre, y seguidamente lo miro a él.
-Como dije antes, búscate la vida.
Dicho esto me suelto de su agarre y me escabullo entre la gente hacia una de las calles laterales. Cuando estoy a salvo de su mirada tras una esquina, asomo la cabeza y sonrío al ver cómo devora las dos galletas y el trozo de pan que dejé en el banco antes de irme. Seguidamente se levanta y mira a su alrededor, buscándome. No dejaré que me vea, pero por lo menos ahora tiene algo en el estómago. Susurro una despedida que nunca escuchará, me doy la vuelta y me encamino hacia la tienda de Bill.
No queda muy lejos de la plaza, tengo que bajar un par de calles y después girar a la derecha. Sin embargo, me asomo antes para ver si hay gente. Maldigo cuando escucho a dos personas, a parte de la gruesa voz de Bill, así que rodeo el edificio para entrar por detrás. Bill y su hija pequeña viven encima de la tienda, así que recojo una piedrecita en la calle y la lanzo contra una ventana de la que brota la luz trémula de una vela. Rossie, la hija de seis años de Bill, se asoma con miedo.
-Rossie- susurro. Me quito la capucha para que me vea la cara.- Soy yo, ábreme la puerta de atrás.
Ella asiente. Me pego a la pared opuesta, vigilando ambos lados del callejón por el rabillo del ojo. Minutos después oigo que la cerradura se descorre y veo cómo sus rizos rubios se asoman a la calle. Me acerco y ella levanta las manitos. La cojo en brazos y me meto en la casa. Subo las escaleras rápida y silenciosamente para que los clientes de Bill no me oigan y cuando llego arriba deposito a Rossie en el suelo. Seguidamente me quito la capa y la apoyo en una silla. La niña me toma de la mano y me conduce hacia una pequeña valla de red, que cerca una esquina de la habitación. Dentro, sobre un poco de hierba seca, hay una cabrita blanca dormida. Es de Bill, un comerciante se la regaló porque le faltaba una pata y estaba enferma. Ni siquiera yo pensé que el animal sobreviviría, pero Rossie la cuidó y ahora les proporciona leche y queso.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...