Capítulo 37

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Dejo que el peso de lo que acabo de hacer me aplaste.

He matado a Bill. He matado a Bill.

Las lágrimas caen y por primera vez desde que empuñé el arco siento que no podré soportar el haber llevado esta vida. A pesar de que mi parte racional me grita y me zarandea, intentando que entienda que era mejor esa muerte rápida que verlo consumirse lentamente por el fuego, y que la culpa la tiene el simpatizante que encendió la hoguera, solo puedo pensar en que he sido yo la que ha atravesado su corazón.

Cuando consigo calmarme, me levanto, manteniendo la cabeza gacha. En este momento no recuerdo dónde está mi capa, pero estoy tan destrozada que ni me importa. Mis botas no hacen ruido al pisar los adoquines mientras avanzo hacia el patíbulo. El pelo cae sobre mi rostro, pegándose a mis mejillas gracias a mis lágrimas. Veo de reojo mi mechón azul, que brilla por la enorme hoguera a la que me acerco cada vez más. Subo las escaleras como si me dirigiera a mi propia ejecución. El olor a pelo y carne quemada casi me hace devolver, pero me obligo a no mirar y avanzo hacia Kyle.

Parece estar en mejores condiciones de lo que estaba Bill. Su cara tiene algunos moratones y cortes, y tiene la ropa desgarrada y ensangrentada en algunas partes, pero por lo demás parece estar ileso. Lo rodeo y me saco un cuchillo de la bota izquierda. Corto las cuerdas que lo mantienen sujeto al poste, sus muñecas están muy rojas y retorcidas, se nota que lo ataron de malos modos, y rápidamente lo sostengo porque se desploma hacia delante. Consigo agarrarlo y con mucho esfuerzo desatasco sus pies del montón de leña que iba a causar su muerte. Me mira, sus ojos azules brillan.

-Gracias, Nightmare. Siento mucho lo de Bill.

Solo consigo asentir con la cabeza, no puedo articular palabra. Nos mantenemos así, con él apoyado en mi cuerpo, hasta que noto que puede moverse. Me alejo de él y me doy la vuelta, echando una última mirada a la hoguera que consume el cuerpo de quien fue como mi padre, de quien nos prestó a mí y a Tessy ayuda cuando más la necesitábamos. El humo asciende más allá de las casas y pienso, con una sensación agridulce, que al menos uno de nosotros ya no sufrirá más. Me dirijo hacia las escaleras.

-Vamos, Kyle. No podemos estar más tiempo aquí.

Sin embargo, cuando mi pie está a punto de tocar el segundo escalón, noto un golpe seco en la nuca y todo se vuelve negro, mientras mi cuerpo impacta contra los adoquines de la plaza.

Cuando despierto, lo primero que noto es el sabor a sangre en la boca. Intento abrir los ojos, lo consigo después de varios intentos pero todavía me lleva más tiempo acostumbrarme a la oscuridad, que está rota únicamente por la luz trémula de una antorcha, situada lejos de mí. Sin moverme, inspecciono el lugar. Suelo de piedra, paredes de piedra, cadenas y una puerta de barrotes negros gruesos. Un momento...

¿Estoy en las mazmorras?

Intento levantarme, pero un tirón brusco en mi cuello me hace detenerme. Me observo, asustada. Tengo las manos esposadas con gruesas cadenas negras, que se unen a las que también llevo en los pies. De la cadena que mantiene mis manos unidas sale otra que se junta a la gruesa argolla que tengo en el cuello, que a la vez está sujeta a la pared que tengo detrás. Es una cadena tan gruesa que no podría romperla ni aunque estuviera oxidada, y no lo está. De hecho, parece nueva. Llevo mi mano derecha a la parte de atrás de mi cabeza con cuidado, y casi ni me sorprendo cuando me veo los dedos manchados de sangre. Mi corazón late alocadamente. Mi peor pesadilla se ha cumplido, me han cogido. Lo que no entiendo es porqué sigo con vida. Con dificultad, consigo apoyarme contra la pared y cerrar los ojos. No sé qué será de mi ahora, pero estoy dispuesta a enfrentarme a lo que sea.

Me mantienen sola en la oscuridad lo que parecen días, a pesar de que oigo pasos de alguien que cambia la antorcha cada vez que esta parece apagarse. Nunca doy señales de vida, estoy intentando recuperar fuerzas poco a poco. No dejan comida, solo dispongo de una jarra de agua que por mi propia supervivencia prefiero no beber. Tengo los labios resecos y agrietados, y trato de respirar con tranquilidad para conservar la poca cordura que me queda, mi cerebro no consigue descifrar el hecho de que no me hayan matado todavía.

En uno de los momentos en los que me encuentro hecha un ovillo, con la barbilla apoyada en la argolla de mi cuello y las rodillas dobladas para apoyar las manos sobre ellas (las cadenas no me permiten más movilidad), oigo la llave girando en el candado de mi puerta. Levanto la vista lentamente para ver a una figura que conozco sosteniendo una antorcha. Entra con pasos calmados,y yo cada vez que la distancia que hay entre nosotros se reduce más, entiendo menos. Se agacha a mi lado, y esos ojos azules brillantes no me encajan en absoluto con el uniforme de simpatizante verde oscuro.

Trago saliva con dificultad, llevo mucho sin beber.

-¿Qué haces así, Kyle?

Él sonríe de forma cínica.

-Sorpresa, Nightmare. Veo que haber intentado salvar a ese vejestorio no fue buena idea, ¿verdad?

Frunzo el ceño, y aunque estoy demasiado débil para levantarme y no entiendo nada, imprimo en mi voz toda la ira que puedo.

-No te atrevas a hablar así de él.

Kyle suelta una carcajada de loco.

-Ay, no pensé que esto sería tan sencillo. Seguro que no entiendes nada, pobrecita. Deja que te lo explique.

Avanza hacia la pared a mi izquierda, donde hay un soporte que no había visto, y deja allí la antorcha. Después se sienta en el suelo frente a mi. Calculo mentalmente la distancia y maldigo, no hay posibilidad de que lo alcance con esta cadena que llevo al cuello. Ha pensado en todo. Él carraspea.

-Antes de contarte nada, deja que te muestre algo.

Estoy a punto de replicarle, pero cuando se lleva las manos a los ojos y se quita las lentillas, enmudezco.

Estoy viendo los ojos grises del asesino de mi hermana. 

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora