Prólogo

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Me escurro entre las sombras. Avanzo sigilosamente por la calle, y al llegar a la esquina asomo la cabeza. Sonrío al ver que la información que me han dado era la correcta. Los dos simpatizantes están ahí, charlando animadamente bajo la luz de una farola. Ellos suponen que están haciendo guardia, como un día cualquiera. No saben que estoy aquí.

Giro sobre mi misma al ver que no podré acercarme sin ser descubierta, hay demasiada claridad. Mi capa negra me oculta, así que me permito gastar diez segundos para averiguar cómo voy a subir a los tejados. Inspecciono la calle y mis ojos se centran en una tubería pegada a la pared de una casa. Me acerco sin hacer ningún ruido y mis ojos brillan al descubrir que el tubo de metal asciende hasta el techo. Son tres pisos, pero estoy segura de que lo conseguiré. He hecho cosas peores.

Lo agarro con las dos manos, apoyo los pies en la pared y empiezo a escalar rápidamente. Estoy tan acostumbrada a realizar este tipo de esfuerzos que al llegar arriba solo tengo que respirar profundamente para recuperar el poco aliento que perdí. Al ponerme de pie sobre el tejado siento que el viento amenaza con quitarme la capucha, así que me agacho y vuelvo a ocultar mi cara.

Me arrastro por las placas de pizarra que conforman el tejado hasta que puedo observar toda la plaza detalladamente. Ellos están al lado de la fuente, que está rodeada por un círculo de farolas. Hay mucha luz, sé que descubriré mi posición en cuanto lance el primer ataque, así que cuando mate al primero debo moverme muy rápido. Apoyo las rodillas en el tejado y hago a un lado la capa, para poder coger el arco que llevo sujeto a la espalda. El carcaj cuelga de mi cadera derecha, pero no es lo único que llevo encima. Hay un puñal de treinta centímetros en mi cinturón, en la parte baja de mi espalda, y dos cuchillos pequeños dentro de las botas. Sin embargo, suelo usar el arco porque así no tengo que acercarme demasiado.

Cargo el arco y apunto al cuello del simpatizante. He matado a muchos de ellos, así que sé que sus armaduras tienen puntos débiles en el cuello, bajo los brazos y en un diminuto resquicio en la cintura, a la altura de los riñones. Por lo demás, son impenetrables. Tengo que ponerme casi de pie para no fallar el tiro, así que el viento hace de las suyas y me despoja de la capucha, haciendo un sonido muy suave que se escucha como un grito en el silencio de la plaza.En ese momento, uno de los simpatizantes se gira en mi dirección, pero cuando ve el mechón azul que adorna mi pelo oscuro ya es demasiado tarde para él.

Mi flecha vuela. Rápida, certera y letal. Se clava en su yugular y se ahoga con su propia sangre antes de que su compañero pueda siquiera asimilar lo que ha pasado. Intenta sacarle la flecha, pero su casco de metal es un impedimento ya que la punta choca contra él. Yo no pierdo tiempo, y salto desde el tejado en el que estoy hasta la casa de al lado. No hay mucha separación, así que no temo caerme. Estoy acostumbrada gracias a todas las huidas que he tenido que protagonizar.

Por el rabillo del ojo distingo que el simpatizante que sigue con vida desenvaina su espada. Sin embargo, su mano tiembla y en sus ojos hay miedo. Me dan ganas de reír.

¿Se cree que con eso va a alcanzarme? Idiota.

Sigo avanzando de tejado en tejado hasta que me resguardo detrás de una chimenea. Que la plaza sea circular es una ventaja para mí ahora. Saco dos flechas, asomo medio cuerpo y disparo. Acierto en el tejado de la casa de enfrente, lo que sirve para que el simpatizante se dé la vuelta. Sonrío con maldad.

Te pillé.

Mi otra flecha impacta en su nuca, y muere antes de que su cuerpo toque el suelo. Vuelvo a colocar el arco en mi espalda y me coloco la capucha. Desciendo hasta el suelo usando otra tubería, y me acerco a los dos cuerpos. No están muy alejados el uno del otro, y la sangre de ambos se ha mezclado entre los adoquines. Mi capa toca el suelo cuando me agacho para extraer las dos flechas. Las lavo en la fuente y las guardo. Les quito los cascos para observar sus ojos, pero ninguno es el que busco. Arrastro los dos cadáveres hasta colocarlos uno encima del otro y uso la espada que quedó en el suelo para atravesarlos. Seguidamente ato una cinta azul a la empuñadura, es mi señal para que sepan que he sido yo.

Levanto la cabeza. Empieza a amanecer, debo salir de aquí. No quiero arruinarles la sorpresa, y aún no puedo permitir que me atrapen. Llevan buscándome más de un año, pero no se dan cuenta de que mi rencor es más fuerte que sus soldados. Estoy buscando a uno de ellos, al simpatizante que mató a Tessy, pero no me importa tener que matar a todos los que se me pongan por delante. Todos son culpables, pero solo descansaré cuando vea una de mis flechas sobresalir de su corazón. Según el gobernador y los simpatizantes soy la asesina más peligrosa de la ciudad. Me oculto bajo el nombre de Nightmare. Todos me conocen de ese modo, solo hay dos personas que saben mi nombre verdadero, y por culpa de los simpatizantes una de ellas está muerta. Se lo haré pagar.

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora