Capítulo 41

48 7 1
                                    

No quiero pensar en nada. No quiero sentir más. Solo puedo procesar que en el momento en el que Nathan se había vuelto inocente a mis ojos, justo cuando había entendido todo lo que había hecho por mí, cuando podría incluso disculparme con él por haberlo llamado asesino sin motivo, me lo habían arrebatado.

No debería haber muerto, no él, no así.

No puedo despegar mis ojos de su rostro, si no fuera por la cantidad de sangre que mancha el suelo bajo su cuerpo y la horrible punta dentada sobresaliendo sobre su corazón parecería que está durmiendo. Pero su pecho no se eleva y su piel se está enfriando rápidamente. Noto una respiración a mi espalda; me giro con ira y dolor dispuesta a defenderme, justo antes de apoyar la mano en su pelaje negro. Mi voz rota se hace audible.

-Lo siento, Eldur. Me has asustado.

Él, en un gesto muy humano, se acuesta con calma en el suelo. Me lo quedo mirando sin limpiar las lágrimas que bajan por mi cara, sin entender qué pretende, hasta que apoya su cabeza en mi espalda y un instante después me abrazo a su cuello, llorando a lágrima viva. Él no puede entenderme, pero se me pasa por la cabeza lo rota que tengo que estar como para que un caballo sea capaz de detectar mi tristeza. Empiezo a hablar con Eldur aunque no me entienda, quiero sacar todo el dolor que tengo dentro pero no sé cómo hacer.

-Todo ha sido culpa mía. Fue por salvarme. Me amaba, y yo a él, pero yo nunca se lo dije. Nunca, hasta que estuvo a punto de morir. Fue culpa mía, vino a salvarme...-me callo cuando el dolor me aplasta el pecho. Sin embargo, poco a poco la ira se abre paso. Por mucho que llore, ahora Nathan no volverá. No volveré a ver esos ojos brillando plateados, nunca me volveré a sentir segura entre sus brazos, su olor no me calmará de nuevo. No volverá, y solo hay un culpable. Me levanto, no puedo dejar que el dolor me consuma, sé que él no habría querido que me derrumbase. Sé que tengo que luchar, llevo toda mi vida haciéndolo y no voy a dejar que me aplasten hasta mi último aliento, hay dos personitas que dependen de mí y no puedo permitirme fallar ahora. Sé que Nathan habría entendido que lloraré luego. Ahora debo luchar.

Eldur también se levanta, y monto sobre él dando una última mirada al cuerpo de Nathan, mientras mi última lágrima resbala hasta el suelo.

Volveré a por ti. Te lo prometo. Te amo.

Agarro las crines de Eldur y lo encamino hacia mi hogar, intentando que vaya lo más rápido posible. No sé cuánto tardará Kyle en salir en nuestra búsqueda, pero no puedo permitir que me atrape. Al ir a caballo tardo mucho menos de lo que pensaba. El aire que pasa a ambos lados de mi seca los rastros de lágrimas que aún habitaban en mis mejillas. También es útil para dejar volar los pensamientos que no tengan que ver con salvar a Rossie y a Zhen. No sé a dónde podremos ir, pero ya se me ocurrirá algo. Tengo que mantenerme fuerte por ellos.

Cuando reconozco los callejones, tiro suavemente de las crines de Eldur hasta que se detiene por completo. Desciendo con cuidado, estoy bastante lastimada y necesito conservar algo de fuerza, solo tengo dos flechas en el carcaj, Nathan tenía el puñal y mis dos cuchillos quedaron en el patio de la prisión. Entro derrumbando la puerta de madera, supongo que Nathan la habría vuelto a colocar cuando salió en mi busca. Subo las escaleras a la carrera, y me sorprende no ver a nadie. Tomo aire para que mis dañadas cuerdas vocales emitan sonido.

-Rossie, Zhen, tenemos que irnos.

Antes de ver a las dos cabecitas asomando bajo la cama, Zarpitas trota alegremente hasta mi. Mientras los niños salen de debajo del colchón, repaso rápidamente la habitación que ha sido mi hogar durante tanto tiempo para ver si hay algo de utilidad que me pueda llevar. Nada. Una vez más he de abandonar todo lo que conozco para poder mantenerme con vida. Recojo al gato del suelo, y se lo doy a Zhen, pero al girarme hacia los niños me derrumba la mirada de Rossie. Sé que intuye el motivo por el cual estoy sola. Me acerco y me arrodillo ante ellos. Son dos niños que han tenido que pasar por demasiado, al margen de su modo de vida. Lo mínimo que puedo darles es la verdad.

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora