Los dos días siguientes fueron un suplicio. Los puntos me tiraban tanto de la piel que apenas podía levantarme. Kyle me había dejado ocupando el sofá, y Bill le había construido una especie de cama con un par de mantas gastadas, colocándolas sobre el suelo al pie del sofá. No me alegraba el tener que dormir a su lado, pero el estar a diferentes alturas lo hacía un poco más llevadero.
Sin embargo, lo que más me hastiaba era la inmovilidad. Estaba acostumbrada a ir y venir cuando me diera la gana, a donde me llevase el viento. A pesar de que casi nunca faltaba a mis cacerías nocturnas, lo hacía por decisión propia, no porque alguien me dijera que debía ir. Siempre había sido dueña de mis actos, nunca me había sentido tan atrapada. Sé que Bill me iba a dejar ir en cuanto se lo pidiera, pero también tengo claro que con unas heridas así no voy a sobrevivir demasiado por mi cuenta.
De todas formas, mi mano izquierda sigue cerrándose en torno a la madera de un arco imaginario, e incluso añoro la forma en la que el broche de mi capa se me clavaba en el cuello. Ayer descubrí que en realidad no la tenía conmigo, y me recordé casi con dolor dejándola detrás de la puerta de mi cuarto, colgada en la estaca clavada en la pared.
Rossie intenta hacerme sonreír haciéndome peinados, sentándose conmigo para que le lea el único cuento que tiene, llevándome hilos para que trencemos pulseras e inventándose juegos para distraerme. Kyle a veces se incorpora, y entre él y la niña a veces incluso olvido que no puedo salir. Él está mejor, Bill decidió darle puntos también y ahora ya tiene mejor pinta. Sigue estando delgado, pero por lo menos duerme bajo techo.
Durante el día finjo que todo va bien, porque no quiero ser desconsiderada con Bill, que al fin y al cabo nos está dando cobijo y comida sin pedir nada a cambio, pero me paso las noches junto a la ventana, sentada en una de las duras sillas, languideciendo como una flor marchita. Mis ojos buscan desesperadamente vías de escape, a pesar de que no hay ni cadenas ni candados. Así, dejando que el vaho de mi aliento empañe el cristal, me encuentra Bill cuando sale de su habitación, como cada noche, para revisarme los puntos.
-Deberías alejarte de la ventana, Nightmare. Podrían verte.
No hago muestras de haberle oído, pero sé que sabe que le he escuchado. Me encojo de hombros, y los puntos tiran de mi piel provocándome un jadeo. El hombre me mira, mientras yo levanto un dedo y dibujo una flecha en la zona empañada del cristal. El contacto es frío, pero siento una ligera satisfacción al dibujar el objeto al que me siento unida. Mi mano izquierda vuelve a flexionarse sin mi permiso, ansiando sujetar lo que dejé olvidado en mi cuarto. Me pregunto cuánto tiempo pasará hasta que pueda volver a colocarlo a mi espalda. Bill me saca de mis cavilaciones.
-Déjame ver cómo va eso. Pronto estará curado.
Esta vez sí que me giro, provocando más dolor, pero se ve eclipsado por la esperanza de que voy a poder salir de aquí. Sin embargo, me levanto con calma y me acerco a la mesa, donde Bill ha dejado el desinfectante. Miro a Kyle, que duerme a pierna suelta sobre el suelo. Oigo un movimiento provocado pro Rossie al darse la vuelta al dormir. No sé por qué, pero no quiero que Bill piense que estoy feliz por irme. En cierto modo es verdad, porque lo que más deseo es salir corriendo y trepar al edificio más alto de la ciudad, pero me he sentido protegida durante el tiempo que he estado aquí.
Me retiro la camiseta y me quito las vendas de la cadera primero. Bill vierte desinfectante y me muerdo el labio, pero no me duele como antes. Me coloca vendas limpias y repite la operación con el hombro. Cuando vuelvo a ponerme la camiseta, me mira.
-Todavía no estás curada del todo, pero creo que mañana por la mañana ya deberías tener más movilidad.
Asiento con la cabeza. Vuelvo a mi sitio en la ventana, y finjo que miro hacia afuera, pero no pierdo de vista a Bill, que después de suspirar desaparece por la puerta de la habitación. Cuando oigo que se acuesta, levanto ambos brazos, y sonrío al ver que no me tiran demasiado. El dolor no es comparable al que sentí en estos dos pasados días. Decido que no esperaré a mañana.
Me pongo en marcha. Cojo mi blusa, mi falda y el puñal. Los he mantenido doblados bajo el sofá, formando un paquete compacto. Encajo el puñal en su lugar, y su peso me da confianza. Los cuchillos de las botas han permanecido en sus sitio todo el tiempo, así que no me preocupan. Me pongo la falda, que todavía está llena de sangre, y la camisa. La sangre que manchó el hombro está seca, pero casi no se nota porque por suerte la camisa es negra. Me acerco a Kyle y lo despierto dándole toques en la cara con la punta de la bota.
-¿Qué pasa?-pregunta en voz alta.
-Cállate, idiota.- siseo, agachándome y poniéndole una mano sobre la boca.- Los vas a despertar...-me mira con confusión. Suspiro.
De verdad, no podría haberme tocado otro incompetente en el planeta...
-Quiero que me lleves al pasadizo. Voy a encontrar al simpatizante de ojos grises.
Kyle abre mucho los ojos, pero luego asiente. Le retiro la mano de los labios y él se levanta con un sigilo que me sorprende. Se dirige a las escaleras, pero yo me detengo unos instantes. Me deshago la trenza que me hizo Rossie, quedando con la cinta azul en la mano. Me vuelvo a agachar bajo el sofá y saco las dos coronas de flores que hicimos la niña y yo. Las flores ya están mustias, pero no se les han caído ningún pétalo. Ato la cinta azul uniendo ambas coronas, esperando que entiendan que volveré. Me reúno con Kyle, y ambos bajamos las escaleras sin hacer ruido y salimos por la puerta de atrás.
El sentir el aire nocturno hace que mi corazón se acelere. El estar de nuevo en movimiento es genial. Sin poder evitarlo, echo a correr sin hacer ruido, tal y como estoy acostumbrada a hacer. Podría pensar que estoy sola, de no ser por las pisadas rítmicas de Kyle a mi espalda. Dejo que me siga hasta que estamos a dos calles de mi cuarto. Cuando llegamos a ese punto lo tomo de la manga de la camiseta y lo llevo a un callejón lateral. No confío en él lo suficiente como para que vea dónde vivo.
-Espera aquí. Si me sigues, te mataré.
Palidece, pero no me quedo a esperar otra reacción. Corro por las desiertas calles, con la luz de la luna como guía. Reconozco el balconcillo, y decido que puedo llegar a él. Los dos primeros metros de escalada van bien, pero cuando estoy en los dos últimos el hombro me envía punzadas de dolor al resto del cuerpo. Por un instante, siento que voy a caerme, pero con un último esfuerzo por parte de mis piernas consigo agarrarme a los barrotes de la barandilla y auparme para quedar de pie por fuera. Estallo en una carcajada silenciosa, pero aún tengo que soportar otro tirón de puntos, esta vez los de la cadera, cuando paso las piernas por encima de la barandilla. Al entrar en mi cuarto sonrío ampliamente, y lo primero que hago es ir a por el arco. Cuando tengo la pulida madera entre mis dedos, me siento poderosa, y decido que hoy vengaré a Tessy.
Suelto el arco y me quito la camisa y la falda, arrojándolas a un rincón. Debo conseguir más ropa, eso está lleno de sangre y ya no puedo vestirlo. Voy a la cómoda después de encender la vela que está en la mesa, y me coloco mi camiseta y la chaqueta negra y gris. Por último, cuelgo el carcaj de mi cadera y me pongo la capa, calándome la capucha. Me miro en el espejo antes de salir y sonrío al ver que me fundo con las sombras, excepto mi mechón azul, que resplandece a la luz de la luna.
Vuelvo a ser yo.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...