Capítulo 31

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Cuando creo que ya se ha acabado y que no hay manera de que salgamos de esta con vida, recuerdo algo que nos puede ayudar muchísimo.

-Rápido, Nathan. ¿Dónde están los establos?

Él me mira, entendiendo lo que busco. Cambia a Zhen de brazo y echa a correr pegado al muro. Yo lo sigo, mis pies descalzos se hunden en la hierba, pero no me detengo. Conseguimos perder a nuestros perseguidores tras un grupo de árboles que tienen unas flores blancas enormes, y cuando miro adelante, más allá de Nathan, veo que a nuestra izquierda está el telar, y nos dirigimos a una caseta más pequeña que está pegada al muro. Los guardias nos han visto, tenemos que darnos prisa. Adelanto a Nathan cuando sé a dónde estamos yendo, y al llegar adentro lo primero que hago es buscar con los ojos a Eldur. Es un pasillo gigantesco con cubículos a ambos lados, que tienen ventanas por las que los caballos asoman la cabeza. Hay de todos los tamaños, y me horrorizo al ver que hay algunos con el pelo y las crines teñidos de verde, amarillo o rosa.

Pobres...

No puedo permitirme perder tiempo en ellos, así que continúo mi búsqueda, esperando ver una cabeza negra que asome por alguna de las ventanas. Al fin, lo encuentro. Está en el cubículo del fondo, y al llegar hasta él lo primero que hago es acariciarle el cuello para que se calme. Percibe mi turbación y relincha.

-Tranquilo, amigo. Tienes que ayudarme.

Abro la puerta que me llega por la cintura, y sin perder tiempo, empiezo a quitarle todas las cintas, cascabeles y brillos que lleva, y lo dejo con la silla y las riendas. Nathan ha entrado y hace lo propio con el caballo blanco. Zhen está muy quieto, abrazándose el cuerpo. No debe saber dónde está, y eso lo asusta. Me acerco a él, y da un respingo cuando le pongo la mano en el hombro.

-Tranquilo, Zhen. Estamos en los establos, vamos a irnos cabalgando. ¿Vienes conmigo?

Él asiente, y sin pensarlo más lo subo sobre Eldur. Yo me levanto el vestido y monto a horcajadas detrás del niño, sé que si me pongo como una dama mimada no podré cabalgar. Los estribos están fríos, mis pies descalzos se tensan. Miro a Nathan, que también le ha quitado todos los adornos a su caballo. Asiente una vez, y con un toque de estribos, sale a galope tendido por el establo. Yo voy a seguirlo, pero al ver a todos los animales atrapados, se me ocurre una idea que puede ayudarles, además de ser una distracción a nuestro favor. Salto del caballo y empiezo a abrir todas las puertas del establo, sujetando a Eldur por las riendas. Cuando llego al final, monto otra vez y salgo al galope con un montón de caballos a mi alrededor. Se me forma una sonrisa cuando veo que muchos relichan, felices. Me agacho sobre Zhen para hablarle al caballo cuando veo que Nathan se ha parado a esperarnos.

-Vamos, síguele.

Él me hace caso y acelera. Sujeto a Zhen, pero no parece asustado. Al contrario, creo ver una sombra de sonrisa en su cara. Vuelvo la vista atrás para ver a nuestros perseguidores. Como esperaba, muchos se han quedado atrás para intentar atrapar a los caballos que he liberado. Sigo a Nathan, que pasa de largo la puerta principal y avanza hacia una verja un poco más baja que cerca una parte de la propiedad. Todos los caballos (incluído Eldur) lo siguen, así que lo único que hago es agarrarme a las riendas y prepararme para cuando el caballo salte. Sin embargo, el golpe brusco que esperaba no llega, y me encuentro en la Gran Calle en menos de lo que esperaba. Sonrío, y miro al caballo.

-Realmente eres impresionante, amigo.

Nathan sigue delante, así que le doy un toque suave con las riendas a Eldur para que se ponga a su altura. Él me mira, todavía con el antifaz.

-No podemos volver a tu residencia, Nathan. Te buscarán allí. Y a él también- añado, mirando al niño que llevo delante.

-Lo sé, pero tenemos que pasar por allí. Quiero coger un par de cosas aprovechando el tiempo que ahorraremos huyendo a caballo.

Voy a replicar, pero recuerdo que lo que me hace ser Nightmare también está allí. Asiento y nos precipitamos por la Gran Calle a una velocidad vertiginosa. Por suerte, casi no hay gente, casi todo el mundo debe estar en la fiesta de los Fyscrill. Llegamos en muy poco tiempo, y hacemos que los caballos avancen hasta la entrada del edificio. Desmontamos rápidamente y dejo a Nathan ayudando a Zhen mientras me precipito al interior, después de decirle a Nathan en un tono que no admitía réplica que liberase a los caballos. Doblo a la izquierda y subo los tres pisos de escaleras a la carrera. Menos mal que ya estoy descalza.

Al entrar en la habitación de Nathan ni siquiera pierdo tiempo saludando al gato, voy directamente hacia el vestidor mientras me desabrocho la prenda que llevo puesta. En cuanto el vestido cae a mis pies, cojo calcetines y me los pongo antes de buscar en mi bolsa y deslizar el pantalón por mis piernas. Me quito el palillo de pelo, el antifaz, la peluca y las lentillas lo más rápido que puedo, y me pongo la camiseta y la chaqueta tras volver a meterme los cuchillos en las botas. Me abrocho la capa y cojo el arco y el carcaj mientras oigo a Nathan entrar. Me calo la capucha y agradezco volver a ser yo.

Por un momento me planteo dejar lo de Daira atrás, pero con un suspiro de resignación lo meto en la bolsa donde estaban mis cosas. Quién sabe cuándo volveré a necesitarlo. Cuando estoy saliendo hacia el salón, veo a Nathan entrando con Zhen. Deja al niño con el gato en el sofá, y no puedo evitar sonreír al ver la alegría del pequeño. Se encamina hacia la habitación, y cuando nos cruzamos me limito a decirle, sin mirarlo, que se apure. Soy incapaz de sentarme, cada ruido que viene de fuera me crispa los nervios. Doy vueltas sin rumbo, y decido hacer algo productivo cuando veo pan en la mesa. Parece que alguien ha entrado a dejar la comida, y en este momento se lo agradezco. Cojo una de las servilletas de tela y envuelvo todo el pan en ella, y después lo meto en la bolsa que contiene las cosas de Daira. En ese tiempo, Nathan vuelve al salón. Se ha cambiado de ropa, lleva un pantalón negro, una camiseta gris oscura y una chaqueta vaquera negra.

Se me encoge el corazón, también vestía así durante nuestros encuentros aquel año. Cojo a Zhen por la muñeca y los tres salimos de la habitación a paso apresurado.

-Nightmare- pregunta Nathan cuando llegamos al final de las escaleras, parándome- ¿cómo vamos a salir?

Zhen se frena en seco, y yo miro a Nathan, horrorizada. No ha usado mi nombre falso, Zhen se acaba de enterar de quién soy realmente.

-Daira...-dice el niño- ¿Eres Nightmare? ¿Eres la que ha estado asesinando a los simpatizantes?

Trago saliva, pero no voy a mentirle. Es un niño, y sin embargo no tendré ningún tipo de reparo en obligarlo a venir con tal de que no me delate. Que quiera protegerlo no significa que lo valore a él más que a mi vida.

-Sí.

Para mi sorpresa, se gira con una sonrisa y me abraza. 

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora