Me levanto de golpe, con las lágrimas surcando mis mejillas. Aquel recuerdo seguía torturándome después de más de un año. Nunca perdonaré a los simpatizantes. Afirman ser nuestros policías, afirman ser la más justa ley, pero en realidad no son más que unos verdugos desalmados. No puedo evitar llorar al rememorar aquella horrorosa espada sobresaliendo del pecho de mi hermana. No hubo manera de salvarla, pues el afilado filo se clavó en el centro de su pequeño, cariñoso y cálido corazón. Aún recuerdo que los dos ojos de aquel muchacho eran grises, lo que significa que no tiene hermanos. Él me quitó a Tessy sin pestañear, yo llevo más de un año deseando matarle.
Sacudo la cabeza y me levanto de la cama. Avanzo hacia la cómoda y abro el primer cajón. Me quito la camiseta que llevo puesta y la guardo allí. En ropa interior me desplazo por la habitación hasta la silla, donde puse la ropa. Me pongo los pantalones y los calcetines, y me atrevo a abrir una rendija de la ventana para observar el día. Hoy hay mercado, pero está nublado. Eso me hace sonreír, así nadie se extrañará de verme con la capa puesta.
Abro el segundo cajón de la cómoda y saco una camisa negra que solo uso en ocasiones especiales. Como voy a salir en público, del mismo cajón extraigo una falda ligera color vino que me llega hasta los pies, ocultándolos. No es habitual que una chica vista con pantalones, por eso me coloco la falda por encima, para evitar llamar la atención. Voy hacia el espejo y me peino con los dedos. Al fijar la vista en mis ojos mi mente vuela hacia Tessy. Miro el mechón azul, me lo teñí así por ella. Por eso cada asesinato que cometo está firmado con una cinta azul. A ella le encantaba ese color.
Era una de las dos personas que sabía mi verdadero nombre. Aline.
Cierro los ojos con dolor. Aline murió junto con su hermana, ahora solo soy Nightmare.
Me coloco las lentillas para ocultar los colores de mis ojos. Me molestan un poco, pero como siempre que voy de caza no las pongo, cuando quiero salir de día debo tomar precauciones. Me calzo las botas, colocando los dos cuchillos donde estaban, y sujeto a mi espalda el puñal. No voy a llevar el arco, no quiero luchar hoy. Me pongo la capa y me calo bien la capucha. Abro la puerta que da al balconcillo después de asegurarme de que no hay nadie en la calle, y al salir tropiezo con una bolsa de tela. Inspecciono dentro y descubro un saquito con algunas monedas, un poco de pan y un trocito de queso en forma de cuña. También hay una nota, y sonrío al identificar de quién es.
Feliz cumpleaños, N. Cómprate algo bonito. B.
Bill es un tendero de cincuenta años que nos acogió a mi y a mi hermana cuando estábamos solas. A pesar de que ambos vivíamos en los barrios bajos, por lo que no tenía mucho dinero, nos cuidó como buenamente pudo. Es el único que sabe dónde estoy, pero no me delata porque su hijo sufrió el mismo destino que Tessy. Aunque no lo diga, creo que le agrada lo que hago. Busca la misma venganza que yo, pero a su edad no puede luchar. Por eso yo lucho por los dos, mientras él me cura las heridas y me da de comer cuando no puedo conseguir nada por mi cuenta.
Es verdad. Hoy cumplo dieciocho años.
No esperaba que se acordase, pero eso demuestra que puedo confiar en él. Sin embargo, no le he dicho mi nombre. Eso es algo que le correspondía a Tessy. Solo me llama por mi nombre completo en persona, cuando me deja mensajes siempre usa la inicial, por si lo pillan. Bajo del balcón por la pared y me voy comiendo el queso y el pan por el camino. Llevo el saquito de las monedas sujeto en el cinturón, y las piezas de metal tintinean al ritmo de mis pasos.
El mercado es en la plaza, y desde mi ubicación tengo que cruzar el río para llegar. Cruza la ciudad desde la zona Alfa hasta los barrios pobres, y continúa más allá. En su nacimiento es un riachuelo de aguas claras, pero en cuanto llega a la zona pobre se vuelve putrefacto. Al cruzar uno de los puentes que lo atraviesan, sonrío al recordar cómo tiré los cadáveres de cuatro simpatizantes al agua. Así fue cómo celebré mis diecisiete años. Para que los encontrasen clavé un palo en la orilla de forma que tocase el agua después de atarle la cinta azul en la parte de arriba.
No debieron golpear a aquella niña harapienta que pasaba por su lado cuando salían de la taberna, borrachos como cubas. La ira me cegó, y los acuchillé a los cuatro cuando intentaban llegar a la zona Alfa usando un callejón. Normalmente no me mancho tanto las manos, pero no tenía el arco conmigo.
Voy tan sumergida en mis pensamientos que no me percato que alguien viene en mi dirección hasta que choca conmigo y me tira al suelo. Sin pensarlo, llevo la mano a mi espalda y agarro el puñal, dispuesta a atravesar a aquel desconocido. De pronto me doy cuenta de que simplemente es un muchacho, posiblemente un año menos que yo. Suelto el arma despacio, y cojo aire para calmarme.
-¡¿De qué vas?!- suelto con rudeza, sin importarme lo más mínimo que todavía estoy en el suelo.
El chico me observa desde el suelo, pero no dice nada. Está tan delgado que me sorprende que haya podido tirarme. Yo tampoco estoy en mi peso, pero a él se le marcan demasiado los huesos. Sus ojos azules se clavan en los míos, y yo automáticamente tiro de la capucha para ocutarme la cara, olvidando que mis ojos se ven negros. Me levanto rápidamente, y me sacudo el polvo de la capa y de la falda. Le doy la espalda para continuar mi camino.
-Ten más cuidado, si te chocas así con un simpatizante no acabarás bien.
-Ya lo he hecho.
Su voz me sorprende, y me giro de nuevo. Mis ojos lo inspeccionan, y efectivamente, su mano derecha, que aprieta su hombro, está llena de sangre.
-Estaban borrachos.- es lo único que dice.
Me acerco a él y hago que quite la mano de su hombro. Tiene un tajo profundo, aunque no ha llegado al hueso. Se me revuelve el estómago, pero no me fío de él. Sin embargo, lo ayudo a levantarse, escondo la mano en la capa y saco un puñado de vendas del bolsillo de mi pantalón, sin que se de cuenta de que he metido la mano por dentro de la falda.
-No las malgastes.
Dicho esto, me giro y continúo mi camino hasta el mercado. Está situado en la misma plaza en la que ayer me cargué a los dos simpatizantes, pero unas calles antes de llegar ya se empiezan a ver telas de colores colgando sobre mi cabeza. Es uno de los días en el que los barrios pobres se permiten sonreír un poco, pues las familias que han podido ahorrar pueden abastecerse de cosas como sal, cordones o lana. De todas formas, cada vez son más las caras tristes de los niños que observan con deseo las barras de pan colocadas en los puestos.
Deambulo entre las tiendas con la cabeza gacha, procurando no llamar la atención. Regateo con diversos vendedores extranjeros hasta que consigo dos barras de pan, un poco de cecina y un paquete de galletas. He hecho una buena compra, considerando el poco dinero que tenía encima. Siempre le compro a comerciantes que vienen de lejos, porque no puedo permitirme olvidar que mi nombre y los rasgos que creen que tengo continúan en los carteles pegados por las calles de la cuidad, con un enorme SE BUSCA escrito debajo. Suelo bromear con Bill acerca de la recompensa que ofrecen por mi cabeza, diciendo que a cambio de todos los simpatizantes que he matado, diez mil piezas de oro es muy poco.
Con la comida en las manos, busco un lugar para sentarme un poco alejado de la muchedumbre. Vislumbro un banco al lado de la fuente, y me dirijo hacia allí. Al mantener la vista fija en el suelo, sonrío al ver que las manchas de sangre continúan en los adoquines, a pesar de que han echado paja en el suelo de la plaza. Me levanto un poco la falda para sentarme, poniendo cuidado en que no se me vean los pies, las botas llamarían la atención. La verdad, no aguanto las faldas. Me parecen la cosa más incómoda del mundo. Menos mal que llevo los pantalones por debajo. Fueron un regalo de Bill por mis diecisiete años, se los cambió a un comerciante arruinado por un jersey gastado y una jarra de leche.
Decido comerme una tira de cecina acompañada de galletas, llevo desde ayer por la noche sin comer nada a parte del trozo de pan y el quesito y no me han atrapado, me merezco un pequeño festín. Abro las galletas y desenvuelvo cuidadosamente la cecina, pero alguien se sienta a mi lado antes de que pueda empezar a comer.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...