Capítulo 30

41 8 0
                                    

El niño se gira hacia mi voz. Sus mejillas están mojadas, pero intenta ocultarlo pasando la manga de la camisa por su cara rápidamente.

-¿Quién sois? ¿Y por qué conocéis mi nombre? ¡Llamaré a mis guardas si no me respondéis!

Nathan parece preocupado por la amenaza, pero sé cómo salvar la situación.

-Soy Mike.

Zhen se queda pensando.

-Mike era un chico, y tú tienes voz de mujer. ¡No me mientas!

-Me conociste en un callejón, escapabas de tu madre porque querías quedarte a Zarpitas. Lo perdiste ese día y si me delatas, no te diré dónde está.

El niño se levanta, asombrado. Alarga la mano, y yo la tomo sin pensar después de agacharme. Inspira en mí el mismo instinto protector que Rossie, supongo que es porque se atrevió a desafiar a su madre. Dejo que explore mi mano, mi muñeca y mi brazo. Cuando llega al hombro, sube un poco más hacia mi mejilla y apoya allí la mano. Lo hace para poder mirarme a los ojos, aunque yo me vea reflejada en sus gafas oscuras.

-No te delataré. ¿Dónde está Zarpitas, Mike?

Sonrío con ternura.

-Soy Daira, Zhen. Y está bien, está en la habitación de un amigo mío que está aquí conmigo. Cuando acabe la fiesta, si quieres, puedes venir a buscarlo. Te echa de menos.

-Oh, yo también lo echo de menos a él... Madre no dejaba de repetirme que había muerto, pero yo sabía que no tenía razón.- me mira, divertido.- ¿Al final has podido darle la sorpresa a tu primo?

Trago saliva. Nathan me mira, interrogante.

-Sí, se sorprendió mucho.- le apoyo una mano en el hombro, dado que ahora estamos a la misma altura.- Zhen, ¿por qué llorabas?

Baja la cabeza.

-Porque madre dice que no puedo bailar con otro hombre...mi maestro de baile es muy respetuoso conmigo y sabe cómo tiene que dar los pasos para que yo pueda seguirle, pero madre no quiere que baile con él ahora porque dice que deshonraré a la familia...¿Cómo podré bailar con una chica sin pisarle la falda? Creo que es peor eso que bailar con un hombre...

Miro a Nathan desde mi posición, y creo que se me ocurre algo. Necesito mantenerlos a ambos ocupados. Tiro del traje hasta que Nathan se arrodilla a mi lado.

-Zhen, este es mi amigo Nathan.- acto seguido, cojo una mano del niño y la pongo en el hombro de Nathan. El pequeño recorre con sus manos los hombros, la cara, el pelo y las manos de Nathan, y le sonríe.

-Encantado, señor.

Él sonríe con ternura.

-Encantado, Zhen.- el oír su nombre en lugar de "señorito" parece que agrada al niño.

-Y además- añado, con una sonrisa.- Será tu pareja de baile. Solo tendrás que apoyar los pies sobre sus zapatos, y así bailaréis perfectamente.

Zhen me dedica una sonrisa de oreja a oreja, y decido que he hecho lo correcto. No entiendo por qué se empeñan en emparejar a chicos con chicas, como si eso estuviera escrito con letras de oro y todos tuviéramos que aceptarlo sin más. Eso es lo que le susurro a Nathan, que después de sonreír toma al niño de la mano, lo pone sobre sus pies y ambos se internan en la pista de baile ya dando vueltas. La señora Fyscrill se cubre la boca con las manos, y sonrío aún más ampliamente.

Mientras los dos están ocupados, me apoyo en la pared, maldiciéndome. Casi he olvidado el motivo que me ha traído aquí. Debo encontrar a los ministros, pero no sé por dónde empezar a preguntar. Seguro que nadie aquí va a hablar de política, y tengo miedo a sonar demasiado sospechosa si saco el tema demasiado bruscamente. Suspiro, y veo una puerta a mi lado que está abierta y dá a un pasillo. Desde aquí no me ve nadie, y decido colarme allí para huir de la muchedumbre y poder pensar con claridad.

Es un pasillo cubierto por una alfombra de pelo grueso color verde botella que absorbe el ruido de mis tacones. A ambos lados hay tapices de escenas de guerra, pero no me interesan lo más mínimo. Estoy a punto de doblar la esquina, pero detecto un sonido extraño detrás de mí. Al girar, miro de reojo y el corazón se me acelera al ver que son dos guardias, grandes como armarios, que me siguen con las espadas desenvainadas. Recuerdo la sonrisa de la madre de Nathan después de haberme ido, entiendo que no pretende dejarme salir de aquí con vida, me considera poco apropiada para su hijo. Ojalá hubiera podido gritarle que todo es una farsa, que Nathan no me interesa lo más mínimo y que estoy aquí solo para salvar mi vida.

En cuanto doblo la esquina no avanzo más. Me desabrocho la cremallera lo justo para sacar uno de los cuchillos, y me quedo pegada a la pared, esperando. El corazón me late alocadamente, y echo de menos mi arco. En cuanto veo la primera sombra, ataco.

Le clavo el cuchillo en la garganta, antes de que pueda levantar la espada. Lo dejo caer al suelo, procurando no mancharme de sangre, y cuando me doy cuenta de que mi arma se ha quedado en su cuello, consigo girar a tiempo para que la espada del que queda en pie pase casi rozándome. Cojo la espada del que ha muerto y la uso para parar el siguiente golpe, pero ya no tengo armas, así que me quito el palillo del pelo con un movimiento rápido y se lo clavo bajo la barbilla. Me aparto rápidamente y cae sobre el cuerpo de su compañero. Limpio el palillo contra sus uniformes y me vuelvo a hacer el moño. Sinceramente, echaba de menos la sensación de poder eliminar a aquellos que quieren dañarme.

Salgo corriendo por el pasillo hasta llegar al salón de baile. La madre de Nathan me mira con asombro, no se esperaba verme salir viva, y le dedico una mirada de superioridad por encima del hombro. Sin embargo, en cuanto veo que se gira hacia su marido, decido que ha llegado el momento de irse de la fiesta. No he podido averiguar nada de los ministros, pero no importa. Valoro más mi vida que la información. Consigo meterme en la pista tras localizar a Nathan y a Zhen, que siguen bailando juntos. Cada vez estoy más cerca de ellos, pero veo que un montón de guardias avanzan hacia mí, sacando a bailar a mujeres para no llamar la atención. No dejaré que me atrapen. Llego hasta Nathan, que me mira con confusión.

-Daira, ¿qué...?

-Coge al niño y vámonos. Tu madre ha intentado matarme, y como no salgamos de aquí todos vamos a acabar igual que los dos tipos que me cargué en el pasillo

Le señalo a los guardias, y él parece reaccionar. Se agacha y mira a Zhen.

-Nosotros debemos irnos, pequeño.

Él se agarra a su traje.

-Quiero irme con vosotros. Por favor, no dejéis que mi madre vuelva a cogerme. No soy feliz con ella. Por favor, Daira. No molestaré ni me quejaré, lo prometo. Por favor.

-Zhen, no podrás volver a casa.- quiero que entienda lo que implica venir con nosotros.- Nunca más.

-Me da igual. Quiero salir de aquí.

Nathan me mira, y sin dudar asiento. Él lo coge en brazos y conseguimos escabullirnos justo antes de que el primer guardia llegue a donde estamos. Subimos las escaleras corriendo, la gente empieza a mirarnos. En medio de la carrera consigo romper los tacones y dejarlos caer por los escalones. Abrimos las puertas de un empujón, y salimos al frío de la noche. Seguimos corriendo hasta llegar al portón, pero cuando intentamos separar las dos hojas de la puerta, encuentro que están cerradas. Miro hacia atrás y los guardias empiezan a salir.

Mierda.

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora