Siento haber tardado tanto en publicar. He sufrido un episodio de "mentalis bloqccum", más comúnmente conocido como un bloqueo mental (en resumen, no me venía la inspiración). Pero bueno, aquí está el capítulo, y se lo voy a dedicar a Andrea porque dentro de dos días es su cumpleaños (felicidades, nena, y que cumplas muchos más. Te quiero mucho)
Al franquear las puertas cogida del brazo de Nathan, lo primero que pienso es que si pensaba que la Gran Calle ya era grande y ornamentada, esto no se parece a nada que haya podido imaginar en mi vida.
Lo primero que me llama la atención es la gente. Parece como si todas las personas ricas se hubieran metido aquí con el único propósito de ver quién es mejor. Porque eso es lo segundo que detecto: las sonrisas falsas, las miradas por encima del hombro, las risas fingidas. Siento asco solo de mirarlos, pero sé que tengo que encajar como pueda. Así que dejo que Nathan me conduzca por el camino de tierra clara y fina que discurre por el medio de los verdes jardines. Hay por lo menos cinco fuentes distribuidas por la hierba, y alrededor de ellas hay mesas cubiertas por manteles de un blanco impoluto. Sobre estos hay platos que podrían dejar en ridículo lo que he comido en el cuarto de Nathan. No me atrevo ni a investigar de qué están hechos, siento que tanto lujo me desborda. Tras las mesas, camareros perfectamente vestidos esperan con la espalda más recta que el palo de una escoba a que la gente los requiera para algo.
Mi acompañante no se detiene, simplemente avanza entre la gente esquivando las faldas de las mujeres y evitando pisar los brillantes zapatos de los hombres. Nuevamente, soy la que va vestida más sencillamente. La mayor parte de las faldas son largas y brillantes, y nadie muestra piel más allá de las muñecas. Yo, con mi falda azul y mi camisa de asas, me siento ridículamente fuera de lugar. Y eso sin contar que no llevo joyas, porque aquí parece que todas las muñecas y cuellos deben estar ocultos.
Cuando siento que no puedo ver más lujo y brillantes sin que se me fundan los ojos, vislumbro a la persona a la que Nathan se dirige sin detenerse. Es una pareja que llama la atención, no por su ropa, porque aquí todos visten más o menos con el mismo lujo, sino por el corro de admiradores que tienen alrededor. La mujer lleva un vestido largo, verde claro, con un montón de cristales blancos engarzados en la tela. Las ligeras mangas caen hasta el suelo, pero dejan ver sus manos, cubiertas con unos delicados guantes blancos. Lleva una redecilla con perlas recogiéndole el largo cabello rubio, y en su cuello reposa un medallón de oro tan grande como mi puño. El hombre lleva un traje en un tono rojo claro, que no llega a ser rosa, con una camisa blanca y una corbata en dorado. Los gemelos que porta en el extremo de las mangas de la camisa y los zapatos también son dorados, pero no resultan desagradables a la vista, ya que es un dorado mate. Lleva el pelo perfectamente peinado hacia atrás, y sostiene una copa con un líquido azul burbujeante en la mano derecha. Cuando se giran hacia nosotros, tengo ganas de soltarme y salir corriendo por donde he venido.
Mierda, sus padres.
Nadie me ha dicho nada, pero al ver la nariz de la mujer y los ojos del hombre, no tengo ningún tipo de duda. Es curioso que tanto el padre como el hijo tengan los ojos del mismo color, es algo que no pasa con frecuencia. Al reconocer a Nathan, los padres despiden con un ademán educado (y a la vez molesto) a sus acompañantes, y esperan a que los alcancemos. Al ver la altivez con la que nos observan, me siento aún más pequeña de lo que soy (el hombre es altísimo y la mujer debe llevar unos tacones gigantescos). Me sorprende que no se acerquen a Nathan para darle un abrazo, se supone que es su hijo. En su lugar, se miran durante unos segundos, como si fueran unos desconocidos. Yo no he soltado el brazo de Nathan, y me doy cuenta de que él aprieta el brazo, como si tuviera miedo de que me fuera. Sin pensar, aprieto la mano, dejando que la piel de su brazo sienta el calor de mi palma. Ese mínimo movimiento basta para que la pareja centre su atención en mí.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...