Capítulo 35

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Abro los ojos con cuidado. Algo duro se me está clavando en la espalda, y antes de moverme proceso cómo está colocado mi cuerpo.Estoy boca arriba, con las manos sobre el vientre, y el frío me muerde los dedos del pie que tenía herido. Mi cabeza reposa sobre algo blando, y me incorporo de golpe cuando me doy cuenta de que es el regazo de Nathan. Los recuerdos de ayer me asaltan cuando me veo el pie vendado.

El abrazo, a él sosteniéndome mientras lloraba, subir las escaleras muy despacio porque el dolor me nublaba la vista, a él descalzándome, ver mi pie cortado (un tajo profundo en el lado exterior del pie izquierdo, que parecía que se había ido abriendo poco a poco), notar las vendas alrededor del tobillo y de la planta del pie, sentarme en el suelo junto a él.

Qué estúpida eres...¡mira que quedarte dormida, pedazo de idiota!

Me levanto, y una vez de pie observo a Nathan. Está apoyado contra la pared, al lado de mi arco. Sentado con las piernas estiradas,tiene la cabeza totalmente ladeada hacia la derecha, los ojos cerrados y el flequillo cubriéndole la cara. Respira tranquilamente,a pesar de lo incómodo de la posición. No le dedico mi atención ni un segundo más y voy en busca de mis calcetines, porque mis botas están perfectamente situadas bajo la mesa.

Los encuentro al cabo de un rato, cuando la venda que llevo ya se ha vuelto gris y roja. El dolor es soportable, la venda me ayuda con eso a pesar de que la herida sigue sangrando. Recojo los calcetines, que están encima de la mesa no sé muy bien porqué. El derecho está perfecto, pero el que tenía en el pie lastimado está rígido. Me coloco el calcetín limpio en el pie malo y me calzo la bota,sonriendo porque es blanda por dentro y me amortigua los pasos. Me desplazo por la habitación hasta la cómoda, abro uno de los cajones para coger unos calcetines limpios. Encuentro unos que están poco agujereados, así que elijo el que está en mejor estado y termino de calzarme.

Doy un respingo cuando me giro y encuentro a Rossie sentada en la cama. Me acerco a ella después de tranquilizarme, y me agacho al lado del colchón.

-Perdona, estaba atareada buscando calcetines y no te escuché. ¿Te encuentras bien?

Se me parte el alma cuando ella dice que no con la cabeza, mientras sus ojos bicolores se llenan de lágrimas. La atraigo hacia mi cuerpo y la levanto del colchón en brazos, y la mezo de un lado a otro mientras noto como su cuerpecito tiembla con los sollozos. En mi mente resuena una canción que yo le cantaba a Tessy cuando era pequeña, y en voz baja empiezo a tararearla.

-La luna salió esta noche

para velar tus sueños,

duerme, pequeña, duerme,

que no te despierten tus miedos.

Y cuando la luna falte,

tampoco debes temer,

porque yo estaré contigo

incluso hasta el amanecer.

Hacía años que no cantaba, y el sonido de mi propia voz incluso me asusta un poco. Rossie deja de llorar poco a poco, y se va tranquilizando contra mi cuello. Repito las dos estrofas para asegurarme de que se calma, y después la dejo en el suelo con cariño. Ella mira detrás de mí y me encuentro que Nathan ha despertado, y se trisca el cuello con una mueca de dolor. Espero que no me haya oído cantar.

Zarpitas me sobresalta al frotarse contra mi pierna, y decido que es hora de desayunar. Despierto a Zhen, que se estira con una sonrisa.

-¿Dónde estamos, Nightmare?- pregunta, mientras Nathan le da sus gafas y su bastón. Aún va vestido con la ropa de la fiesta, y anoto entre mis prioridades encontrar algo de ropa para él.

-En mi casa.

No me apetece demasiado hablar, todavía estoy culpándome por haber confiado en Nathan lo suficiente como para que me viera dormir.Después de sacar la bolsa con el pan, reparto una hogaza para cada uno, después de partirlas a la mitad con uno de mis cuchillos, que ya vuelven a estar dentro de mis botas. El puñal reposa en su lugar,y el arco y el carcaj están a la vista. El tener todas mis armas al alcance de la mano me hace estar más tranquila.

Rossie sube a la cama con cuatro mitades de pan, y le pone dos en la mano a Zhen, que parece confiar en ella al instante y, aunque mira un poco más a la derecha de lo que debería, le sonríe. Rossie levanta las comisuras de la boca y se sienta a su lado. Al acabar con una hogaza entera, se dedica a darle un cuarto de otra a Zarpitas, que toma los bocados con delicadeza, sin rozarle los dedos con sus pequeños dientes. Nathan engulle su comida sentado en una de las sillas, mientras yo estoy de pie junto a la ventana, atisbando a través de las contraventanas cerradas.

Y es precisamente esta posición la que me posibilita la visión del cartel que hay pegado en la casa de enfrente. Hay un montón de gente alrededor por lo que no distingo lo que pone, pero veo que muchas personas se llevan la mano a la boca con horror. Al fijarme un poco más descubro que el cartel tiene el borde plateado, lo que significa que viene de la Zona Alfa. Estoy desesperada por saber qué es,porque siempre que aparecen este tipo de anuncios no traen nada bueno. Es por eso por lo que en cuanto el grupo se escabulle por las calles, abro las puertas que dan al balconcillo.

Nathan se levanta, alarmado.

-¿Qué estás haciendo?

Lo miro.

-Nada que te importe. Espera aquí, vuelvo en un momento.

Desciendo sin dedicarle un segundo más de mi tiempo, pero cuando cruzo la calle y leo lo que pone se me cae el mundo encima. Oigo cómo mi alma se desgarra, y la vista se me emborrona por las lágrimas.Aprieto los puños con ira, y arranco el cartel para romperlo en mil pedazos. Vuelvo a subir por el balcón con la furia y la tristeza recorriéndome, y cuando pongo la vista en Nathan las cosas no mejoran.

-Te he visto por la ventana. ¿Qué ponía en el cartel?

Me acerco a él para que los niños no me escuchen, e intento que mi voz no suene temblorosa.

-Van a ejecutar públicamente a Bill y a Kyle al atardecer. Y voy a impedirlo- añado, antes de que pueda decirme nada.

Suspira, como si hubiera sabido que iba a decir eso, y me dan ganas de darle un bofetón.

-No puedes hacer eso y lo sabes tan bien como yo. No serás la única con habilidades de combate que estará allí, probablemente se lleven a diez o once simpatizantes. Acabarías muerta antes de siquiera acercarte a ellos.

Mi mirada se endurece.

-¿Y qué quieres? ¿Que los deje morir?

-No estoy diciendo eso. Solo digo que tú no eres de las que actúan por impulsos, piensa bien cómo proceder para que no sean tres muertes en vano.

Me cruzo de brazos y le doy la espalda con expresión neutra. No quiero que sepa que sé que tiene razón. No puedo simplemente presentarme allí y disparar hasta quedarme sin flechas, pero tampoco tengo demasiado tiempo para pensar. Suspiro. No puedo decirle nada a Rossie, y hasta que no consiga ropa para Zhen él tampoco podrá salir a ninguna parte. Nathan debe quedarse cuidando de ellos, así que tendré que hacer esto sola.

Mi mente vaga de forma frenética, mientras doy vueltas por la habitación. Rossie y Nathan me miran, pero no hago caso. El lugar más probable para llevar a cabo la ejecución es la plaza, y con un sobresalto rememoro a los simpatizantes que maté allí. Eran solo dos, pero si no saben desde dónde estoy disparando no podrán atraparme. Además, no tienen armas de largo alcance, para matarme tienen que acercarse, lo que me da margen para disparar si alguno se aproxima demasiado. Si estoy en los tejados podré ver la totalidad de la plaza, y así tendré controlados a todos los simpatizantes que haya, y por otra parte si alguno intenta escalar puedo huir por los tejados que estén al lado hasta que pueda disparar.

Voy hacia el carcaj y cuento las flechas. Veinte. Espero que sean suficientes. Me acerco a Nathan.

-¿Hay alguna posibilidad de que haya más de quince simpatizantes?

Me mira, extrañado.

-No. A las ejecuciones siempre se llevan entre diez y doce. ¿Porqué?

 -Tengo un plan.  

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