Capítulo 40

41 6 0
                                    

Lo primero que mi mente puede procesar es que Nathan ha venido. Mi sonrisa se hace verdadera, y en este momento tengo tantas ganas de abrazarlo que siento que estallaré si no lo hago. Cuando me doy cuenta de que entra al galope sobre Eldur no puedo esconder mi asombro. Lo observo más atentamente. Monta a pelo, pero en la mano que no sujeta las crines del caballo lleva mi arco y mi carcaj. Avanza hacia Kyle, con la espalda recta. Gracias al cielo, este último ha bajado el brazo, por lo que me permito exhalar el aire que tenía atascado en la garganta al comprender que mi vida no corre peligro en este instante. Oigo su voz, a la vez que mira con crudeza al muchacho de pelo cobrizo.

-Suéltala. Me responsabilizo de todos sus crímenes. Te lo ordeno como primer comandante del segundo escuadrón.

Antes de que pueda avisarle, con horror, que no tiene tanto poder, Kyle ríe.

-¿Crees que el gobernador acatará las órdenes de un vulgar comandante?- se gira hacia el verdugo, que ha permanecido inmóvil.- ¡Ahora!

La trampilla se abre antes de permitirme pronunciar ni una palabra, y la soga me corta la respiración instantáneamente. Intento patalear buscando un punto de apoyo, pero no hay nada en lo que pueda sostenerme. Miro a Nathan con dificultad, mi mirada se está volviendo borrosa, y descubro que se ha sacado uno de mis cuchillos de dentro de la chaqueta. Va ha hacer lo que hice yo con Bill, y en el fondo lo agradezco. Cierro los ojos, estoy perdiendo la consciencia, pero me soprendo cuando de repente mi cuerpo impacta contra el suelo bajo el patíbulo. Toso tumbada en el suelo, intentando recuperar el aliento, con los ojos llorosos, y levanto la vista para descubir que el cuchillo está clavado en el poste que sostenía la soga. Lo ha lanzado para cortar la cuerda, no para matarme.

Oigo algo sobre mi cabeza, y cuando empiezo a ver sangre goteando entre las tablas de madera ruedo para que no me caiga encima. Todavía tengo las manos y los pies sujetos entre ellos por la cadena, no puedo moverme casi, así que me concentro en intentar respirar profundamente para recuperar el aliento. Sin embargo, cuando alguien me agarra de un pie y tira para sacarme de debajo del patíbulo, intento oponer resistencia a pesar de que sé que es inútil.

-Oye, oye. Tranquila, Aline. No voy a hacerte daño.

Nathan me habla con calma, y al oír su voz me detengo. Antes de incorporarme introduce mi puñal entre los eslabones de la cadena y lo gira para partirlas. Primero rompe la que une mis pies con mis muñecas, luego se encarga de las de mis tobillos y por último suelta mis manos. Cuando por fin estoy libre, miro alrededor. Uno de mis puñales está encajado en el poste de madera, y el otro está clavado en el cuerpo del verdugo. De ahí el ruido y la sangre.

-¿Y Kyle?- la voz me sale muy ronca y rasposa, debo tener las cuerdas vocales dañadas.

-Ha huido por la otra puerta.- me tiende el arco, el carcaj, al que le quedan tres flechas, y el puñal. Los recojo con duda en los ojos, pero le indico que se quede el puñal. Coloco el carcaj en mi cadera y el arco a mi espalda.

-¿Cómo supiste que estaba aquí?- pregunto. Me apoyo contra el patíbulo, estoy mareada y casi no puedo mantenerme en pie.

Llama a Eldur con un silbido, y me pasa la mano por la cintura con cautela. Se sorprende cuando acepto su ayuda, y me ayuda a dar pasos cortos hacia el caballo.

-Al ver que no llegabas me preocupé. Dejé a Rossie y a Zhen en tu casa después de decirles que necesitabas ayuda. Les dije que no salieran bajo ningún concepto, tenían comida allí. Supuse que te habían cogido cuando llegué a la hoguera y vi tus armas en el suelo, y también sangre. Sé que nunca soltarías tus armas estando fuera, y temí lo peor. Corrí hacia el seto, y encontré al caballo intentando cruzarlo. Supongo que estaría volviendo al único hogar que conoció, la casa de mis padres. El caso es que me ha sido de mucha ayuda, he podido atravesar seto sin dificultad porque había cambio de guardia, y aunque he llamado la atención de varias personas en la Gran Calle, no me han mirado dos veces al ver que me dirigía a la residencia de los simpatizantes. Además acaba de amanecer, los que estaban en la calle probablemente volverían de alguna fiesta. Creo que nadie me ha visto ir más allá de ella hasta aquí, pero por si acaso ahora tenemos que darnos prisa. En cuanto al portón de la prisión, el caballo ha hecho todo el trabajo, solo hizo falta un golpe de sus cascos delanteros. Menos mal que no hay guardas en esta puerta, todos están en la parte delantera.

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora