Capítulo 7

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Rossie se despereza en la cama, y uno de sus piececitos me golpea el muslo suavemente. Se incorpora, sentándose en el colchón, y se frota los ojos como un gatito. Yo sonrío cuando su carita somnolienta me observa.

-Buenos días, pequeña.

Ella sonríe y me saluda con la mano. Se levanta de la cama y se arrodilla en el suelo. De debajo del lecho saca una caja de madera, que contiene ropa suya. Estira las únicas prendas que tiene sobre la colcha que yo he estirado mientras ella estaba en el suelo, y me mira, pidiéndome ayuda. Yo dejo vagar mis ojos por la ropa.

Una falda larga beis, una camisa blanca, una falda que le llega por debajo de las rodillas azul y otra camisa, pero verde. Selecciono la falda azul y la camisa blanca. Rossie sonríe y se despoja del camisón. Mientras se viste, salgo de la habitación tras comprobas que Bill sigue durmiendo, y voy hacia el baño.La niña tiene seis años, pero aparenta menos. Está tan delgada que la falda se le cae de la cintura, así que en el baño saco una cajita que contiene alfileres, agujas, un par de carretes de hijo e imperdibles. Cojo un imperdible, el que está menos oxidado, y voy en busca de Rossie.

Una vez en el salón, me agacho ante ella, le ayudo a abrochar un par de botones de la camisa que se le han quedado atrás y se la coloco por dentro de la falda. Después le pido que se gire y sujeto la tela azul con el imperdible para que se mantenga en su sitio. Ella trae sus zapatillas de tela blancas en la mano, así que la ayudo a calzarse. Luego, en broma, la tomo de la mano y la hago girar sobre sí misma. Ella sonríe, entiende mis intenciones y posa como una pequeña modelo.

Yo me rasco la barbilla y frunzo el ceño, fingiendo ser una crítica de moda, a pesar de que es una de las cosas que menos me importan en este planeta. Para las chicas de la zona Alfa, el ir como réplicas unas de otras, siempre con el mismo color o el mismo diseño, debe ser divertido. Yo lo aborrezco, pero creo que es porque nunca he podido ocuparme de algo tan banal como eso. Sin embargo, a la pequeña parece hacerle gracia el juego, así que le sigo la corriente.

-Humm... creo que falta algo...

Rossie ladea la cabeza, extrañada, así que cojo un trozo de mi preciada cinta azul y se la coloco como si fuera una diadema, manteniendo sus rizos rubios apartados de su angelical carita. Ella vuelve a girar, y esta vez sonrío.

-Sí, así estás preciosa.

Ella mira a un punto a mi derecha, y me giro. La costumbre hace que mi mano derecha se dirija a donde reposa el puñal, pero sólo es Kyle, que tiene mejor cara y se ha incorporado en el sofá. La niña me sujeta de la parte baja de la camiseta y tira de mi para acercarnos al sofá. Kyle mantiene sus ojos azules en los bicolores de Rossie, y ella me suelta cuando llegamos a su lado. El muchacho frunce el ceño cuando ella señala su brazo. Al ver que no la entiende, la pequeña me mira.

-Quiere saber si te duele- le digo a Kyle.

Él sonríe, aliviado.

-No, ya casi no me duele. Y además he dormido sin pasar frío gracias a tu manta.- le responde a Rossie. Me alegra ver que le ha contestado a ella y no a mí.- Muchas gracias, Rossie.- añade. Ella sonríe, feliz, y al ver que ya estoy yo para cuidarlo, se dirige hacia la verja donde está la cabrita. Se mete dentro y le acaricia la cabeza al animal, que parece más contento al ver que la niña está allí. Kyle y yo observamos la escena, y oigo su voz preguntando lo que todo el mundo pregunta.

-¿Por qué no habla?

Suspiro, con una mezcla de molestia e impotencia.

-Los simpatizantes mataron a su hermano delante de ella. Se quedó muda desde entonces.

Oigo a Kyle tragar saliva, pero no hago nada por suavizar mi respuesta. Quiero que cale bien en la mente de toda la gente que pueda la idea de que los simpatizantes no son buenos, a pesar de que él ya lo sabe de primera mano.

Me doy una bofetada mental, he olvidado sus heridas. Sin embargo, no voy a dejar que piense que me estoy preocupando por él. Lo miro de reojo y en su palidez encuentro la respuesta a mi dilema.

-Le has mentido, ¿verdad?- él me mira sin comprender. Yo mantengo la vista fija en el angelito de rizos rubios que tenemos a la izquierda.- A la niña. Le dijiste que no te dolía, pero no es cierto.

Él baja la vista, avergonzado.

-No.- le digo, haciendo que levante la vista.- Si te duele, no lo ocultes.

Kyle sonríe, pero me tiende su brazo. Yo me siento a su lado, retiro las vendas y veo que la herida está mejor, a pesar de que le debe doler horrores. Busco el desinfectante, que está junto al sofá, y vierto el líquido en su piel. Él aprieta los dientes, pero no grita. Cojo vendas limpias y vuelvo a cubrir la herida con la tela blanca. Repito la operación con su hombro, que está mejor que el brazo, a pesar de que es un corte más grande. Cuando acabo, respira hondo y vuelve a recostarse. Sus tripas rugen, y yo sonrío al ver que se sonroja hasta las orejas.

-Rossie- llamo.- Vamos a preparar el desayuno.

Ella baja hasta la cocina y la oigo ir de acá para allá, y cuando sube trae cuatro cuencos, un poco de pan y galletas. Mientras yo dispongo la comida sobre la mesa, ella ordeña a la cabra, y le ayudo a transportar hasta la mesa los cuencos rebosantes de leche. Después despertamos a Bill para que desayune con nosotros. No hay sillas para todos, así que Rossie y su padre se colocan en las que hay, Kyle no se mueve del sofá y yo engullo mi comida de pie junto a la ventana. Mis ojos vagan por la calle mientras saboreo el pan y la leche de cabra. Es una maravilla poder desayunar en condiciones, pero estoy tan lejos de mi peso que necesitaría al menos cuatro veces esta comida. Mi mente especula sobre lo que pasará esta noche, pero es algo que hago siempre.

¿Me cogerán? ¿Harán guardia en un punto con luz? ¿Podré ir por los tejados? ¿Serán muchos? ¿Lo encontraré esta noche? ¿Lo mataré por fin? ¿O me matará él primero?

Rossie me saca de mi bucle de preguntas con un tirón de camiseta. La miro y ella me señala la mesa, quiere que la ayude a recoger, pero Bill baja a abrir la tienda y se lleva la comida que queda y los cuencos, así que simplemente quitamos las migas y sacudimos la manta de Kyle. Rossie se la vuelve a poner por encima, tal y como hizo ayer. Cuando Kyle se duerme, le planteo una pregunta.

-Rossie, ¿te apetece que vayamos a pasar la tarde al campo?

Ella sonríe tanto que siento que mi corazón se ilumina durante un instante. No nos alejaremos lo suficiente como para encontrar la tumba de Tessy, todavía no quiero ir, pero cerca de la ciudad hay una pradera con unas flores preciosas que quiero enseñarle.

La niña envuelve mi cintura con sus bracitos, y yo correspondo. Es la única con la que me permito rescatar a quien fui antes de que me quitaran a Tessy. Con Rossie, vuelvo a ser Aline. 

SimpatizanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora