Rossie se intenta levantar, sobresaltada. Yo no la dejo incorporarse y me arranco de un movimiento rápido la estaca plateada que tengo en el hombro. Es del tamaño de un bolígrafo, con su mismo grosor, pero está horriblemente afilada. No sé hasta donde se ha clavado, pero estoy segura de que no ha dado en ningún punto vital. Eso es bueno, porque mientras mi vida no corra peligro no hay problema. No entiendo por qué han disparado, estoy disfrazada, no hay rastro de Nightmare en mí ahora. La sangre discurre por mi hombro, mancha mi falda y empapa mi camisa, pero el dolor se me olvida cuando veo que los simpatizantes se ríen y braman:
-¡Perfecto, cincuenta puntos! ¡Cien puntos para quien le dé a la pequeña!
La ira me ciega, al comprender que esto es una práctica de tiro.
Nos están usando de dianas...
Rossie tira de mi manga, y yo la miro. No dejaré que la dañen. Por el rabillo del ojo distingo otro proyectil, y me tiro al suelo arrastrando a la niña conmigo. Mi primer instinto es plantar cara, pero sé que con la niña y el hombro herido tengo pocas probabilidades de sobrevivir. Además no tengo el arco conmigo. Así que cuando veo que no vuelan más cosas por encima de nuestras cabezas, cuento hasta tres muy rápido, levanto a la niña en brazos y salgo corriendo. Los simpatizantes celebran nuestra huida con otra salva de estacas, y siento que otra me golpea cerca de la cadera. Llegamos hasta detrás de unos árboles, donde me detengo para recuperar el aliento. Me giro despacio y retiro de un tirón el plateado metal de mi piel. Aprieto los dientes y cojo aire, llevando las manos a mis heridas. Rossie me mira.
-Estoy bien.- le digo, apretando los dientes.- Pero tenemos que ir con tu padre.
Ella asiente, preocupada. Nuestras coronas de flores aún no se han caído de nuestras cabezas, lo que me parece un milagro. Miro mis manos, manchadas de sangre, y las limpio con la falda como buenamente puedo. Rossie tiembla, y alza sus manitos hacia mi. La cojo en brazos y la aprieto contra mi cuerpo, procurando que las piernas de la niña no me toquen la herida. Asomo la cabeza por detrás del tronco y observo nuestra zona de picnic. Tendré que venir a buscarla por la noche, porque no hemos dejado comida ni nada valioso que los simpatizantes se puedan llevar.
Pego la espalda al tronco y cierro los ojos, suspirando. No es la primera vez que huyo de ellos, pero sí es la primera vez que huyo a la carrera cuando no estoy sola. Además, no puedo quitarme la falda, puesto que sólo hay una chica de los barrios bajos que use pantalones. Eso les daría una pista demasiado grande sobre mi identidad, y lo último que quiero es atraerlos hacia Bill y Rossie.
Empiezo a coger fuerzas para escapar corriendo, pero siento cómo la energía se disuelve en la sangre que mana de mi cuerpo. No voy a ser capaz de huir hasta la casa de Bill de una sola carrera, tendré que parar varias veces por el camino, pero no pienso dejar a Rossie sola. Puedo sentir que está asustada, no deja de temblar y sus ojitos bicolores van de mi cara a los simpatizantes a un ritmo frenético.
-Tranquila, pequeña.- le susurro.- No te va a pasar nada. No voy a dejar que te hagan daño.
Estoy a punto de salir de detrás del árbol cuando un olor a humo inunda mi nariz. La niña también lo percibe, porque se cubre la nariz y la boca con la mano. Oigo gritos que provienen de los simpatizantes.
-¡Mierda, el cuartel está ardiendo!
-¡Dejad a esas pobretonas y vamos a solucionar esto, o nos quedaremos sin lugar donde dormir!
-¡Seguro que fue esa estúpida que ataca por la noche, esa Nightmare!
Sonrío cuando oigo sus pasos alejándose. Dejo a la niña en el suelo cuando me aseguro que ya no hay peligro, pero no suelto su mano. A paso lento salimos de nuestro escondite y nos encaminamos hasta el hogar de Rossie, y a pesar de que mi sangre gotea hasta el suelo y que mi vista se está volviendo borrosa, no puedo dejar de pensar en lo que han dicho los simpatizantes. Ellos creen que he sido yo, pero obviamente es imposible. Entonces, ¿quién me ha robado el puesto?
No conozco a nadie en los barrios bajos que tenga la valentía como para enfrentarse a ellos tan abiertamente, y lógicamente los descerebrados de la Zona Alfa no osarían atacar a su maravillosa policía. Así que es un dilema que no logro aclarar, y decido dejarlo para más adelante cuando siento que me estoy mareando. Rossie tira de mí, instándome a avanzar, y yo procuro mantener la cabeza despejada y mirar dónde pongo los pies. No me había parado a pensar en lo larga que era la distancia entre el campo y la tienda de Bill.
Por suerte no nos cruzamos con nadie, lo que es una maravilla porque aunque mantengo mis heridas fuera de la vista, no puedo evitar que las gotas de sangre vayan dejando un rastro por donde he pasado. Casi sin percatarme, oigo como Rossie abre la puerta de atrás y me ayuda a subir las escaleras. Intento decirle que se ha dejado la puerta abierta, pero esoty tan dolorida que me dejo llevar. No son las heridas más graves que he soportado, pero están en unos puntos que me dificultan la movilidad. Me duele cada paso y cada respiración. Rossie me deja en el sofá, y seguidamente baja a avisar a su padre. Los cojines me parecen la cosa más cómoda del mundo, pero no quiero mancharlos de sangre, así que me quito la falda con cuidado y me siento en el suelo. Me saco también la corona y la coloco sobre la falda para no aplastar las pequeñas florecitas que la forman. Oigo ruidos en la escalera antes de que la figura aparezca en el salón.
-Dios mío, Nightmare. ¿Qué te han hecho?
Bill se arrodilla ante mí, con mirada preocupada. Sus ojos son negros, pero no tienen brillo. Parecen dos trozos de carbón.
-Práctica de tiro.-consigo susurrar.- La niña está ilesa, no he dejado que le dieran.
-Son unos cabrones. Espera, ahora vuelvo.
Se levanta y va hacia el baño. Cuando regresa unos segundos después, lleva en las manos desinfectante, aguja e hilo y vendas. Automáticamente sé que va a doler, y no me equivoco. Sé que lo hace lo mejor que puede, pero no puedo evitar soltar algún grito de dolor. Cuando por fin tengo las heridas desinfectadas, los puntos cosidos y las vendas bien puestas, una película de sudor cubre mi frente, y siento que voy a desfallecer. Me da las gracias por salvar a Rossie, y yo asiento porque no tengo fuerzas para hacer otra cosa. Me observo las vendas que rodean mi cadera, y luego toco las del hombro. Otras cicatrices para añadir a las antiguas, que ya forman surcos imperecederos sobre la piel de mis brazos, vientre y costados. Mi vida parece estar marcada por ellas, aunque las que más tardan en desaparecer son, desgraciadamente, las que no se ven.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...