Nuestra excursión al campo no se hace esperar. Como es de día, voy a tener que ocultarme bajo las lentillas, la falda y el tinte de pelo en spray. El problema es que lo tengo todo en mi cuarto, porque he pasado la noche en casa de Bill. Sin embargo, no le digo nada a Rossie. Decido que subiré un momento mientras ella espera abajo, solo serán cinco minutos.
Así que ayudo a la niña a prepararlo todo. Cogemos una cesta de mimbre que tiene el asa un poco rota de detrás de la puerta de la habitación, y Rossie coge la colcha de su cama y la mete dentro después de doblarla. Luego, mientras yo me pongo la chaqueta y la capa para que podamos llegar a mi cuarto sin complicaciones, ella baja a la cocina y vuelve con dos pedacitos de queso, pan y una jarra de agua con una tapa de madera encima. Yo dispongo todo en la cesta y lo rodeo con la manta para que la jarra no se incline. Después, Rossie coge una capa granate y se la echa por los hombros. Sinceramente, prefiero mi capa negra con capucha, pero creo que es por la costumbre de tener que estar siempre ocultándome. Su capa, además del color, no tiene capucha, lo que es otro inconveniente que le veo. Sin embargo, también es más ligera, y las cintas que tiene para atarse al cuello no se me clavarían como a veces lo hace el broche de la mía.
La combinación de colores de la niña (granate, azul y blanco) no está del todo mal. En la zona Alfa lo considerarían una aberración, pero yo creo que está adorable se ponga lo que se ponga. Rossie se cuelga la cesta del brazo, y yo me coloco el arco a la espalda. El puñal y los dos cuchillos están en su lugar, así que tomo la mano de Rossie después de ponerme la capucha para ocultarme la cara.
Miro a Kyle, que todavía duerme. Sé que se preguntará a dónde hemos ido, pero estoy segura de que no moverá su culo de ese sofá. Por otro lado, no tengo ninguna duda sobre si lo dejo en buenas manos. A Bill le he confiado mi vida, así que puedo confiarle la suya.
Bajamos las escaleras y le grito al padre de la niña que pasaremos la tarde fuera. Él no responde, pero sé que me ha oído. Al salir por la puerta de atrás, el sol me deslumbra. Prefiero los días de niebla, cuando puedo llevar la capa sin que se asombren por el calor, pero por otra parte es el mismo sol el que nos proporciona las sombras por las que nos vamos ocultando.
Recorremos el camino desde la casa de Bill hasta la mía rápido y en silencio, y Rossie no despega su mano de la mía en todo el rato. Cuando vislumbro el balconcillo de mi cuarto, me detengo. Doblo por un callejón donde da la sombra, arrastrando a la niña conmigo. A la derecha hay varias cajas de cartón, así que las muevo hasta formar un hueco, y hago avanzar a Rossie para que se siente en el suelo.
-Vale. Ahora quédate aquí, y no te muevas hasta que venga a buscarte. No voy a tardar, solo son cinco minutos.
Ella clava sus bicolores ojos en los míos y asiente. Sé que puedo confiar en ella.
Avanzo sigilosamente después de dejar pasar a dos hombres que iban camino de la taberna. No me han visto, pero eso es algo usual. No dejo que cualquiera me vea si no estoy disfrazada, ofrecen una recompensa sustanciosa por mi paradero. Trepo por la pared muy rápido, y solo me permito gastar un segundo suspirando cuando he traspasado el umbral.
Voy hasta la cómoda, saco la falda y la camisa y me quito la camiseta, que guardo en el cajón. Cuelgo la capa tras la puerta y coloco el arco y el carcaj apoyados en la pared, pero me dejo el puñal y la pareja de cuchillos. Me visto a toda prisa, y después cojo la cajita de las lentillas y me las pongo con cuidado, cambiando el amarillo y morado por el negro. Cojo el spray del primer cajón y me rocío el pelo hasta quedar completamente rubia. El mechón que me teñí en casa de Bill ya estaba negro, así que no me tendré que lavar el pelo para quitármelo. Al acabar, me miro en el espejo. Una chica rubia con los ojos negros me devuelve la mirada. Es el cambio más grande que he hecho hasta ahora, y decido que me gusta más el negro en mi pelo.
Cuando estoy a punto de irme, recuerdo la cecina. Como no vamos a tener nada más para comer, decido llevármela. Sujeto el paquete que la envuelve en la cintura de la falda y salgo al balconcillo, agachada por si hay alguien en la calle. Me agacho al ver pasar a una mujer con una canasta en la cabeza. Sonrío con ternura cuando el bebé que va dentro deja escapar una risita, mirándome con sus grandes ojos verdes.
Desciendo y avanzo hasta llegar junto a Rossie, que ha cumplido su promesa y no se ha movido de donde la dejé.
-Hey, mira lo que he traído- digo, enseñándole el paquete que envuelve la cecina. Ella sonríe después de levantarse y levanta la cesta, instándome a que lo meta dentro. Después de acomodarlo, se cuelga la cesta del brazo con cuidado para que el asa no se rompa y me da la mano. Ambas salimos del callejón de la mano, parecemos dos hermanas. No tardamos mucho en llegar al campo. Encontramos un sitio perfecto bajo la sombra de un roble. Estamos rodeadas de flores de muchos colores. Después de extender la manta en el suelo, Rossie se dirige hacia las de color rosa y recoge muchas, siempre dejando que el tallo quede largo. Las deposita en la manta, entre las dos, y empieza a tejer una corona con ellas. Yo sonrío, pero me parece una muy buena idea. Me levanto y me dirijo a un grupo de flores amarillas, luego a un grupito más pequeño de color azul y por último recojo unas más grandes que el resto que tienen un color rojo precioso. Vuelvo a la manta, y Rossie me observa con curiosidad.
-Me ha gustado tu idea.- digo.- Voy a intentar hacer una.
Ella me sonríe, y continúa con su labor. Yo comienzo a entrelazar los tallos, alternando los tres colores. Después de unos minutos, Rossie me enseña su corona. Le ha quedado muy bien, forma un círculo perfecto. Se pone de pie, quedando más alta que yo, que aún estoy sentada, y coloca las flores sobre mi pelo ahora rubio. Sonrío y le doy las gracias con la mirada. Me falta poco para acabar la mía, y la niña observa cómo mis dedos se mueven con agilidad entre las flores.
Miro la corona cuando la acabo, y me quedo pensando que es impresionante como unas manos que normalmente causan la muerte pueden crear algo tan hermoso. Levanto los brazos y mi corona cubre la cinta azul que le puse a Rossie en la cabeza esta mañana. Ella toca las flores con la punta de los dedos y me abraza, dándome las gracias en silencio. Yo rodeo su cuerpecito con mis brazos, y me entristezco mucho a pesar de su alegría, pues estoy olvidando su voz. Hace tanto que no la escucho que ya no recuerdo su risa, ni su llanto, ni sus gritos al enfadarse cuando era pequeña.
Se separa cuando oye que sus tripas rugen. Le sonrío.
-Tienes hambre, ¿eh? Vamos a comer.
Ella aplaude y va a buscar la cesta. Con uno de los cuchillos de mis botas corto el pan y el queso. Después desmenuzo la cecina con los dedos. La niña coloca la comida formando una torre, por debajo el pan, luego el queso y la cecina por arriba, creando una especie de tostada. Ponemos la jarra del agua entre las dos y empezamos a comer. Hay dos tostadas para cada una, y la verdad es que están muy buenas.
No dejo de observar el campo, pendiente por si aparece alguien. Ajena a mis preocupaciones, Rossie apoya la cabeza en mi regazo y reposa con los ojos cerrados, con su capa granate cubriendo todo su cuerpecito menos los pies. Yo bajo la vista hacia ella y sonrío, apartándole de la frente un rizo rebelde. Las flores de su corona la hacen parecer mucho más angelical, si cabe. Respiro hondo, y levanto la vista hacia la luz del sol que se cuela entre la bóveda de las hojas situadas sobre nuestras cabezas. De repente, veo figuras verde oscuro y algo plateado que vuela hacia nosotras.
Solo me da tiempo a inclinarme sobre Rossie para protegerla antes de sentir un dolor agudo en el hombro izquierdo.
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Simpatizante
Teen FictionNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...