Dedicado a Miguel por su 18 cumpleaños (sé que todavía faltan tres días, pero tómatelo como un regalo por adelantado. Espero que te guste y que recuerdes que te quiero mucho, hermanito)
-¿Qué?-pregunto, sintiéndome incómoda de repente ante su mirada. Recojo las piernas en la butaca lo suficiente como para apoyar la barbilla en las rodillas, con cuidado de que el cuchillo que llevo en la cintura no se me clave en la piel, y sostengo el vaso de agua de limón entre las manos.
-Nada, pensaba que aunque maquillada estás guapa, me gustas más así.
Lo miro con incredulidad. Es cierto que todo el maquillaje que me puse en la cara se fue por el desagüe cuando me di la ducha, pero no me esperaba que estuviéra mirándome por eso. Me levanto de la butaca y dejo el vaso sobre la mesita. Ahora no tengo la cabeza para pensar en Nathan, sólo quiero irme a dormir y empezar a investigar dónde pueden estar los ministros, para así irme a casa pronto. Al levantarme me doy cuenta de que bajo la camiseta me falta algo.
Mi cinta negra.
Miro a Nathan, que todavía tiene el libro entre las manos. Después, mi mirada recae en la tetera y en el plato de pastas. No quiero té, pero hay una galleta con mermelada en el medio que me está llamando. La cojo y me la meto en la boca. Está riquísima.
-Guárdate los cumplidos para alguien que quiera escucharlos, yo prefiero irme a la cama.- increpo, mientras voy hacia la puerta que da a la habitación.Una vez allí, cojo todas mis cosas de la silla del escritorio y las meto debajo, excepto mi adorada cinta. Cojo la parte de abajo de la camiseta, dispuesta a quitármela, pero recuerdo de golpe que no estoy sola.
-¡Nathan!-grito.-Si entras ahora, puedes darte por muerto.
Su respuesta afirmativa no tarda en llegar. Sin perder ni un segundo más, me quito la camiseta y me ato la ancha cinta negra alrededor del pecho, cubriendo las estrellitas blancas del sujetador. Ahora me siento mucho más yo. Cambio el cuchillo de lugar, porque para dormir me será incómodo tenerlo en la cintura, y lo introduzco entre el sujetador y la cinta. Vuelvo a ponerme la camiseta y sonrío porque casi no siento que lo llevo ahí, pero a la vez tengo la maravillosa sensación de que soy dueña de la situación.
Le grito a Nathan que ya puede entrar si quiere. Mientras no viene, voy hacia el balcón y abro las dos puertas acristaladas, para que el viento me golpee la cara. Mi mechón azul, aún húmedo a causa de la ducha, se me atraviesa ante los ojos. Los pies, solo abrigados con los calcetines, se están empezando a enfriar con el contacto de las frías baldosas que conforman el suelo de la terraza. Una gota de agua me resbala por la mejilla, y levanto la vista hacia el cielo a tiempo de sentir como otra gota se estrella en mi nariz. Sonrío, hacía mucho que no veía la lluvia. Estiro los brazos y doy un par de vueltas sobre mí misma, me gusta la sensación de mojarme, pero vuelvo dentro antes de empaparme y cierro las puertas. Oigo el ruido que hace Nathan dejando el libro en la mesita de cristal, y después el sonido del té cayendo en la taza. Me giro y el alma se me cae a los pies cuando veo que Nathan entra y deja su taza de té en la mesilla de la derecha, sobre el libro que tiene empezado. Somos dos y hay un colchón. No me gusta nada.
Tiene que ser una broma...
-Oye....¿dónde voy a dormir?
Señala la cama, con una sonrisa.
-Vale, ¿y tú?
Vuelve a señalar la cama, como si fuera obvio.
-¿Pretendes que durmamos juntos?
-A ver, yo pienso que la cama es lo suficientemente grande, ¿no? A ver, eres delgadita y yo no me muevo mucho, así que no creo que haya problemas...
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Simpatizante
Ficção AdolescenteNightmare es la asesina más buscada de la ciudad. Lleva dos años buscando a un simpatizante, aquel que mató a Tessy. Se supone que los simpatizantes son la policía, pero hace mucho que Nightmare ha dejado de creer eso. Sabe que no descansará hasta q...