Capítulo 10

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Bill me ayuda a sentarme en el sofá después de que me haya recuperado un poco del dolor que ha supuesto el coserme los puntos. Rossie se coloca a mi lado y comienza a hacerme una trenza. El sentir sus deditos viajando por mi pelo me tranquiliza, me siento por un momento como si yo fuera la pequeña de las dos. El tinte rubio de mi pelo ha desaparecido, creo que la persecución ha contribuido a ello. El mechón azul, por el contrario, permanecerá siempre conmigo. Lo coloreé con tinte permanente que robé de una casa de la zona Alfa cuando aún era lo bastante inconsciente como para colarme en las casas de los ricos. Le quito la corona de la cabeza a Rossie y la dejo al otro lado de mis muslos con cuidado, y la cinta azul que le puse antes de irnos queda al descubierto. Se quita el trocito de tela azul, liberando sus rizos, me ata con ella el pelo y deja caer su obra sobre mi hombro izquierdo. Es una trenza sencilla, pero como siempre, logra que mi mechón azul quede por delante, creando un contraste precioso. Ha dejado algunos mechones sueltos que caen bordeando mi cara, y cuando me toca el hombro, señal de que ha terminado, le sonrío.

Ella bosteza, y sé que todas las emociones que ha sufrido durante la tarde la han agotado. Le paso la mano por la cabeza y la atraigo hacia mi regazo, y ella se apoya en mis piernas con delicadeza, temiendo tocar la venda que me cubre las caderas. Le acaricio los rizos, dejando que su pelo rubio fluya entre mis dedos, hasta que se duerme. Levanto la vista al oler comida. Bill trae un cuenco con leche caliente, y hay trocitos de pan flotando en el líquido. Debe haber bajado mientras Rossie me peinaba, y me percato de que estoy peor de lo que pensé, porque no lo he escuchado bajar las escaleras. Me tiende el cuenco, y yo voy dando pequeños sorbos hasta que me lo acabo por completo.

Bill me observa mientras como. No tengo puesta la camiseta, pero la parte de arriba de mi ropa interior no está a la vista. Al principio pasaba mucha vergüenza cuando Bill tenía que verme sin camiseta para curarme las heridas que sufría en mis primeras cacerías, así que siempre llevo el pecho cubierto por una cinta de tela negra, lo bastante ancha para tapar por completo mi ropa interior. Ahora ya no sufro tantas heridas como antes, pero me he dejado la cinta puesta. Me es muy cómoda y así evito el sentirme incómoda ante heridas como estas, que han surgido de repente.

Le devuelvo el cuenco a Bill y él lo deja sobre la mesa. Después coge a Rossie en brazos y la lleva a la habitación. Yo me quedo sola y me recuesto despacio en el sofá, pero me levanto como un resorte cuando me doy cuenta de qué es lo que no me cuadraba desde el instante en que llegué. Si yo soy la que está en el sofá, ¿dónde está Kyle?

La manta está en el suelo, al lado del sofá, pero no hay más señales de su presencia. Tengo que ir en su busca, pero al levantarme demasiado deprisa el suelo se tambalea. Todavía no puedo. Me vuelvo a sentar y apoyo los antebrazos en los muslos. Me miro el mango de los cuchillos que sobresalen de las botas. Flexiono la mano izquierda por inercia, y echo de menos mi arco. Pienso también en el rollo de cinta azul guardado en el cajón de la cómoda. Es curioso cómo esas dos cosas definen mi vida. Por lo menos tengo mi capa conmigo, es algo que me ha ayudado muchas noches a conservar mi identidad en secreto. Me levanto despacio y voy al baño, las lentillas empiezan a molestarme. Es extraño verme con los iris negros, así que retiro las lentillas dejando que la combinación de ojos bicolores y pelo negro y azul haga presencia. Definitivamente, me gusto más así.

Vuelvo al sofá a paso lento, después de dejar las lentillas apoyadas en una cajita que había en el armarito del baño. Me siento en el sofá y adopto la misma postura de antes, mirándome la punta de las botas. Mi mente vuela hacia Kyle.

Ojalá no haya hecho nada estúpido.

Estoy a punto de preguntarle a gritos a Bill a dónde ha ido, cuando un olor a humo se hace presente en la habitación. Levanto la vista y descubro de quién procede. Kyle está al pie de las escaleras, y tiene la parte baja de los pantalones chamuscada, y también ceniza en la cara. Hay tierra en su camiseta, no sé de dónde ha salido, y en este momento no me importa. El olor a incendio viene de él, y encajo las piezas cuando recuerdo las llamas que hicieron que los simpatizantes que nos atacaron a mí y a Rossie se largaran. Me levanto y avanzo hacia él, y antes de que pueda asombrarse por el hecho de que no tengo camiseta, le cruzo la cara de un bofetón que casi lo tira al suelo.

-¡¿Qué creías que hacías, idiota?! ¡Estás herido, se suponía que no debías moverte del sofá!

Él me mira, con la mano sobre la mejilla en la que le he golpeado, que se está volviendo roja. No hace nada por disculparse, lo que me irrita todavía más.

-¡No me mires así! ¡No te he salvado para que vayas corriendo hacia el primer peligro que ves!

Alertado por mis gritos, Bill hace su aparición en el cuarto. Nos mira primero a uno y luego al otro, valorando la situación. Se encamina hacia mi y me coloca una mano en el hombro bueno.

-Yo permití que saliera, Nightmare. Escuchamos cómo los simpatizantes se dirigían al campo, y él temió por vosotras. Así que me pidió permiso para salir. Sabes que sin su ayuda ahora estarías herida de más gravedad, o incluso muerta.- yo miro al suelo, cabreada, poniendo mi orgullo por encima de su razonamiento.- Y Rossie también.

Eso es jugar sucio, y Bill lo sabe. Levanto la vista hacia él, y sus ojos negros me miran con dulzura. Me aparto de él y miro a Kyle, que tiene una sombra de sonrisa en los labios. Lo miro con furia y me voy acercando. Él borra su sonrisa y retrocede hasta que su cuerpo choca contra la pared. Lo agarro por el cuello de la camiseta, presionándole el cuello, y él traga saliva. Por el rabillo del ojo distingo que Bill se acerca para detenerme, pero hay algo que debo saber, así que lo miro a los ojos. Él ve en mi mirada que no le haré daño, así que se retira a la habitación. Kyle lo ve marcharse con miedo, pero tengo que hablar con él. Clava sus ojos azules en los míos con asombro, y entiendo que es porque nunca me ha visto con mis iris en sus colores originales.

-Incendiaste su cuartel, ¿cierto?- pregunto con voz suave.

Asiente con la cabeza.

-¿Cómo llegaste?

-Hay un pasadizo que discurre al lado del río, la entrada se ve cuando llegas a los setos que separan la zona Alfa del barrio pobre. Tienes que arrastrarte por la tierra para que no te vean desde arriba ni desde los lados, y acabas en una escalera pegada a la pared que te lleva a la ventana del primer piso, que es el comedor. Puedes llegar más arriba escalando, pero con mis heridas es imposible.

Mis manos no abandonan el cuello de su camiseta, y le pido que siga contándome su hazaña.

-Al entrar en el comedor encontrar las cerillas fue sencillo. Salí al pasillo y lo recorrí hasta el final para llegar a las escaleras que llevan a las habitaciones, y al llegar arriba prendí fuego a las cortinas que cubrían la ventana. Habría seguido con las habitaciones, pero un simpatizante joven bajó las escaleras que conducían al segundo piso al oler el humo y tuve que huir.

Al escuchar la mención del simpatizante mi respiración se aceleró.

-¿Viste sus ojos? Kyle, ¿viste los ojos de ese simpatizante?

-Eran grises, ¿por qué?

Mi corazón se detiene durante un instante. Después de casi dos años, por fin sé donde está. Una sonrisa asoma a mis labios, y suelto a Kyle.

-¿Qué pasa?

-Dentro de tres noches mis heridas se habrán curado lo suficiente como para volver de caza, y habré recuperado fuerzas. -Reflexiono en voz alta. Lo miro fijamente.- Me acompañarás a la entrada del pasadizo, y entonces podré matarle. 

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