Dos; No

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Cerré la puerta con muchísimo cuidado e intentando hacer el mínimo ruido posible. Al conseguirlo con éxito suspiré tranquila y prácticamente corrí hacia el ascensor, eran algo más de las doce del mediodía y me daba apuro toparme con alguien que bajase a comer o cualquier otra cosa. Sabía que era algo absurdo porque nadie sabía lo que había sucedido en esa habitación —a no ser que hubiésemos sido escandalosos, aunque aún así seguirían sin saber qué dos personas se encontraban allí— pero no podía evitar sentirme así, además mis pintas no eran las mejores.

Bajé las dos plantas que me separaban de mi habitación intentando concentrarme en el hilo musical del ascensor y no en el hecho de que acababa de salir a hurtadillas de la habitación de Justin.

Al abrirse las puertas me apresuré a salir de allí y encontrar mi habitación para entrar lo más rápido posible en ella, no fue hasta que estuve dentro que me sentí realmente tranquila.

Caminé por el estrecho pasillo hasta llegar al dormitorio y tiré mis zapatos a un lado de la cama antes de dejar el pequeño bolso y la chaqueta sobre ésta.

Me acerqué a la pequeña maleta que había traído y saqué un pijama; mi vuelo de regreso a Los Ángeles no salía hasta bien entrada la tarde, así que tenía pensado dormir lo máximo que pudiese. Pero antes de hacer eso necesitaba ducharme.

Entré al baño y abrí mi estuche de maquillaje, sacando de allí mis toallitas desmaquilladoras para poder eliminar lo máximo posible antes de meterme en la ducha. Fue entonces, al mirarme al espejo, cuando vi las dos marcas que había cerca de mi clavícula.

—Mierda... —murmuré tocándolas. Como Rick me las viese me podía dar por muerta.

Busqué alguna más, pero por suerte no di con ninguna así que me dispuse a empezar a desmaquillarme. Una vez terminé me desnudé y entré a la ducha, dejando que el agua caliente me mojase por completo.

Mientras lavaba mi pelo me puse a pensar en lo sucedido la noche anterior, poco a poco los recuerdos iban siendo más claros y más irreales para mí. Es decir, hacía menos de veinticuatro horas ni siquiera le conocía y Rick se estaba burlando de mí diciéndome que quizás conociese a mi —según él— amor platónico y ahora acababa de escaparme de su habitación después de habernos acostado. Era una completa locura, cuando se lo explicase a Liv iba a alucinar.

Diez minutos después salí de la ducha y tras secarme me coloqué el pijama. Ni

siquiera me molesté en secarme el pelo, solo quería descansar para que el leve dolor de cabeza que sufría desapareciese.

Antes de meterme en la cama me tomé una pastilla para el dolor de cabeza y programé la alarma de mi móvil para que me diese tiempo a arreglarme antes de irnos al aeropuerto.

Apenas había conseguido conciliar el sueño cuando alguien llamó a la puerta de la habitación. Pensé que quizás si los ignoraba quién quiera que estuviese allí pensaría que no me encontraba en la habitación en ese momento y se iría; pero desgraciadamente no fue así y poco después los golpes volvieron a sonar, esta vez más fuerte. Soltando un gruñido salí de la cama y de mala gana fui a abrir la puerta, topando con mi representante.

—¿Qué quieres, Rick? —pregunté frotando mis ojos.

—¿Cómo que qué quiero? —Frunció el ceño—. Vengo a buscarte, nos tenemos que ir ya. ¿Por qué aún estás en pijama?

—Espera, espera... ¿Qué hora es? —Abrí los ojos de golpe. Acababa de acostarme y mi alarma no había sonado, era imposible que tuviésemos que irnos ya.

—Casi la una, te dije que vendría a buscarte a esta hora.

—¿Cuándo? ¿Nuestro vuelo no salía a las seis y media?

Teenage Dream • jb [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora