Treinta y tres; ¿Eres mío?

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Terminé de retocar mi pintalabios rojo en el baño del camerino y me miré en el espejo, satisfecha con como se veía.

Acababa de terminar mi segundo concierto en Los Ángeles y ahora me iría junto a mis amigos a la cena de despedida que había organizado Justin.

Terminé de guardar mi maquillaje en mi neceser y me miré en el espejo una última vez, alisando aquella falda de tubo rosa.

Cuando regresé al camerino solo Faith se encontraba allí, sentada en el sofá que había allí.

—¿Y Liv y Dan? —Fruncí el ceño mientras guardaba mis cosas en el bolso.

—Nos esperan ya en el coche con Cole.

—Oh, pues vámonos ya. —La apremié, odiaba hacer esperar a la gente.

Mi amiga recogió su bolso y se puso a mi lado para salir juntas de aquel camerino.

—Entonces, ¿tú tampoco vienes a la fiesta de luego? —Esbocé un puchero.

—No, es que mañana empiezo a trabajar en esa empresa. —Hizo una mueca.

—Me alegro mucho por ti —Sonreí pasando mi brazo por encima de sus hombros—, sabía que te cogerían.

—Bueno, de momento esta semana estoy en pruebas —dijo algo insegura.

—Bah, pero seguro que va todo perfecto.

—Gracias —Sonrió agradeciendo mis palabras—. Pero oye... que guapa te has puesto. —Me miró de arriba abajo e inevitablemente una sonrisa tiró de mis labios.

—Gracias. —Mordí mi labio.

—A Justin se le va a caer la baba cuando te vea. —Se burló.

—Ese es el plan. —Le guiñé el ojo y entre risas salimos al exterior.

Junto al coche negro se encontraban Rick y Cole, charlando. Faith entró al coche, pero yo me quedé allí.

—¿Vas a salir? —Quiso saber mi representante.

—Sí, voy a la fiesta de Justin. —Le expliqué pasando una mano por mi pelo.

—Ve con mucho cuidado, por favor. —Me pidió.

—No te preocupes —Asentí dedicándole una sonrisa tranquilizadora—, estaremos rodeados de seguridad.

—Aún así —insistió.

Asentí de nuevo y le abracé.

—¿Nos vemos el martes por la mañana? —pregunté al apartarme.

—Claro, tenemos un vuelo que coger. —Sonrió.

—Hasta entonces. —Me despedí de él antes de dar la vuelta al coche y subirme en el asiento del copiloto.

Saqué mi teléfono del pequeño bolso que había traído y sonreí al ver el mensaje que acababa de recibir de mi madre avisándome de que ya estaban en casa; habíamos ido a dejarles en el aeropuerto justo antes del concierto.

—Dios, ¿podemos irnos ya? Me muero de hambre. —Se quejó Liv.

—Tranquila, nos vamos ya, yo también tengo hambre —aseguré mientras me abrochaba el cinturón.

—Seguro que no tanta como yo.

Me giré hacia ella y la miré alzando una ceja.

—Tienes razón, yo solo acabo de dar un concierto de una hora y media, cómo se me ocurriría pensar que yo puedo tener más hambre que tú —comenté haciendo que mis amigos riesen.

Teenage Dream • jb [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora