Treinta y ocho; ¿Te unes?

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Sentí un pinchazo atravesar mi cabeza y solté un pequeño gruñido, llevando una mano a mi cabeza. Desde luego nos deberíamos haber limitado a una botella de vino... o incluso menos.

Me incorporé un poco, quedándome sentada y aferrando las sábanas a mi pecho. La habitación estaba bastante iluminada, ya que ayer no habíamos corrido las cortinas y la claridad exterior entraba a través de los ventanales.

Miré a mi lado, donde Justin seguía durmiendo. Estaba bocarriba, pero tenía la cabeza ligeramente girada hacia mí.

"¿No te das cuenta de que contigo no necesito a nadie más?"

"Estaba deseando venir a Nueva York solo para poder verte"

Fruncí el ceño aún mirándole cuando aquellas dos frases se reprodujeron en mi mente. ¿Realmente las había dicho o el vino me había hecho alucinar?

Soltando un suspiro salí de la cama y cogí la parte inferior de mi ropa interior y la camiseta que llevaba el día anterior para colocármela.

Me acerqué al gran ventanal que había justo delante de la cama, para admirar las vistas. El cielo estaba totalmente encapotado, señal de que probablemente hoy llovería, pero la magia de la ciudad seguía allí. Aunque claro, Nueva York era mucho más bonita de noche.

Desde allí arriba, observando toda la extensión de la ciudad, me sentía realmente insignificante.

—Bonitas vistas. —La voz algo ronca de Justin me sobresaltó.

Me giré para mirarle, estaba algo incorporado en la cama, apoyado sobre sus codos.

—Sí, Nueva York es increíble —coincidí.

—Oh, yo hablaba de tu culo. —Sonrió de lado.

—¿Ya empiezas de buena mañana? —Me crucé de brazos, mirándole divertida.

—Es que ha sido prácticamente lo primero que he visto.

Sobre un pequeño sillón que había allí localicé una sudadera de Justin y me dirigí hacia allí rápidamente para ponérmela. Me venía bastante grande, de forma que tapaba mi trasero.

—Pues ya no lo ves más. —Me acerqué a él y le saqué la lengua, como si fuese una niña de cinco años, haciéndole reír.

—La verdad es que prefiero tocarlo —dijo antes de tirar de mi brazo, haciendo que cayese sobre él.

—Auch. —Me quejé.

—Anda, si sé que te encanta estar tumbada sobre mis abdominales.

—Empieza a notar una cosa que no creo que sean tus abdominales. —Le miré alzando una ceja.

—Ya te he dicho que tenía bonitas vistas. —Sonrió de nuevo.

—Pues tus bonitas vistas se van a ir.

—Ah, ¿sí? —Sus manos empezaron a juguetear con el borde de la sudadera— ¿A dónde van a ir?

—A su habitación —Agarré sus manos, colocándolas a sus laterales— a cambiarse para bajar a desayunar.

Me incorporé de forma que quedé sentada justo sobre el bulto que se intuía bajo las sábanas.

—Blair... —Se quejó soltando un pequeño gemido.

—Ups... —Mordí mi labio inocentemente. O quizás no tan inocentemente.

—Creo que ese desayuno va a tener que esperar.

Teenage Dream • jb [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora