Capítulo 28

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A las 7:00 Lisa por fin decidió parar de estudiar, a pesar de que desde hacía más o menos una hora que ya tenía perfectamente claro todo lo que tenía que saber, pero había insistido en que le hiciera preguntas y ejercicios.

Conseguí que me dejara ir a pedir algo de comer, con la condición de que pagara con su dinero. Sí, me lo entregó a las malas, me amenazó y todo. Tuve que esperar un rato en caja porque los clientes que tenía al frente eran una parejita que no hacía sino reírse de tonterías, mirarse como embobados y besarse cada dos malditos segundos, sin definir qué demonios iban a pedir. Al final, tanto la cajera como yo nos desesperamos y los obligamos a ordenar algo pronto e ir a buscarse un cuarto.

Pedí dos cafés y dos croissants y pagué con el billete que Lisa me había dado. Ya me inventaría alguna forma de devolvérselo sin que ella se diera cuenta. Cuando regresé, ella ya había guardado todo para desocupar el espacio y estaba con la mejilla apoyada sobre la mano y la mirada perdida.

—Buenas tardes, señorita —saludé tomando asiento—. ¿Por qué tan solitaria y soñadora?

Lisa sonrió levemente y, aún sin mirarme, murmuró:

—Yo jamás fui así con Derek.

Me di la vuelta para ver que estaba mirando a la pareja que me había sacado de mis casillas. Estaban sentados en una mesa sin prestarle un comino de atención a la comida propiamente dicha, sino más bien devorándose mutuamente. Volví a dirigir mi vista hacia Lisa, pero sus ojos no coincidieron con los míos, sino que un profundo suspiro se escapó de entre sus labios. Se me hizo extraño verla así, tan perdida en sus pensamientos, mirándolos como si deseara saber qué se sentía. Suspiré yo también y admití en voz baja:

—Yo sí era así con Blair.

Ella desvió la mirada hacia mí ante eso y sonrió nostálgicamente.

—De hecho, creo que éramos terriblemente fastidiosos —conté por pura inercia—. Al mes Charlie y Matt ya estaban que me mataban, no tengo ni idea por qué no lo hicieron, francamente —me encogí de hombros—. Supongo que no te das cuenta de nada si no lo ves desde afuera. Estás en una burbuja color rosa imposible de explotar en donde solo caben dos personas. No importa el resto del mundo.

Lisa se quedó mirándome en silencio el tiempo justo para conseguir ponerme nervioso. Luego, soltó otro largo suspiro, se enderezó en el asiento y tomó su taza.

—No sé, Andrew. No sé entonces cómo pensé sentir algo por él.

El tono triste y decepcionado de su voz fue suficiente para hacerme entrar en pánico. No solo por eso en sí, sino porque la causa de esa tristeza no era nada común en ella.

—Tal vez sí lo hiciste, únicamente no fue tan fuerte como creías.

—Quizás —dijo intentando sonar despreocupada.

Alzó la vista y al notar mi semblante, me sonrió dulcemente.

—No me pongas atención, ¿sí? Es que... Normalmente hablar de él me pone sentimental. A menos que sea para insultarlo.

Asentí lentamente, haciendo lo posible por leer sus pensamientos.

—Está bien —repuso notándolo y poniendo su mano sobre la mía—. No es nada. Mejor hablemos de otra cosa, ¿quieres?

Me quedé callado unos segundos antes de soltar:

—Tienes harto que aprender, ¿eh?

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora