Capítulo 20

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Elisa's POV

—¿No quieres que te lleve? —me preguntó con una pizca de inseguridad que me hizo sonreír.

Hice como que lo pensaba y luego enumeré con los dedos:

—Mmm... Déjame ver. Uno, tienes que entrenar; dos, tengo auto; tres, si vas no creo que te dejen entrar; así que cuatro, no tiene sentido ir para devolverse.

Andrew puso los ojos en blanco.

—Un "no gracias" hubiera bastado, ¿sabes?

Me encogí de hombros y acepté el abrazo de Becky.

—Que te vaya bien, amiga —me dijo al oído—. Lúcete, ¿oíste? Gánate de una vez a esos profesores británicos como haces con todo el mundo. Y no vayas a regresar con ese acento sofisticado.

Solté una carcajada.

—Son dos horas, cálmate.

Daniel también se acercó y me abrazó, Matt me dio un beso en la mejilla y Charlie le pidió permiso a Andrew antes de estrujarme entre sus brazos y dejarme sin aire.

Sí, como tenía un montón de amigos locos y dramáticos, estaban reunidos en comité de despedida en el estacionamiento como si me fuera a ir a Marte quién sabe cuánto tiempo. Y como eran tan poco disimulados, no tardó en unirse Lindsay, James, el profesor de Literatura y el mismísimo director. ¿Qué no había asuntos más importantes a tratar en la escuela?Los dos últimos me retrasaron con su típica charla de adultos modo "se lo merece, es muy buena alumna. Busque sus sueños, aproveche las oportunidades y no se deje caer por los obstáculos de la vida". Cuando logré zafarme de eso tuve que hacer otra ronda de despedidas de la que no pude salvarme, evitar el beso de James y asegurarme de que Andrew no lo asesinara, antes de, por fin, subirme a mi auto.

Había sido prácticamente igual esa mañana con mis padres, y eso que todavía tenía todo el día por delante. Y con Chris... Bueno, nos limitamos a un saludo formal con la cabeza. Seguíamos sin cruzar una sola palabra, sencillamente para no estrangularnos uno al otro.

Conduje todo el camino tranquilamente, con la radio encendida y tarareando alegremente. No fue sino hasta que estuve justo al frente del edificio cuando empecé a ponerme bastante ansiosa. Era una amplia fachada blanca y pulcra con una enorme pancarta con el escudo de Oxford, visión suficiente para hacer que mi pulso se acelerara. Aparqué, comprobé la hora para asegurarme de que estaba a tiempo, saqué la hoja que al fin conseguí que Andrew me diera y releí el poema. Por alguna razón, me tranquilizaba. Tal vez por la suavidad de su voz cuando lo recitó esa mañana, o la manera en la que no apartó sus ojos de los míos mientras lo hacía... Quién sabe.

Finalmente me bajé y después de echar una ojeada más a mi alrededor, me adentré con el corazón en la mano.

***

—¡Fue magnífico! Todavía no puedo creerlo —seguía contando unas cuatro horas después, ante la mirada ya ligeramente cansada de Becky.

Temiendo que mi hermano se echara a perder mi maravillosa tarde, llamé a mis padres y después de contarles lo que más pude por teléfono, les avisé que llegaría después porque iba a pasar un rato con Becky. Mi amiga me recibió con alegría y escuchó pacientemente todas las cosas que no paraban de fluir de mi boca, emocionándose en los momentos apropiados y haciendo preguntas que me hacían reír. Pero eso de ser tan oportuna parecía tenerla exhausta ya, porque cuando mi teléfono sonó y empecé a repetirle a Andrew toda la historia, mi amiga se dejó caer en su cama y se tapó la cara con la almohada.

«Oops, pobrecita. Seguro soy insoportable»

—Claro que no. Es maravilloso verte tan ilusionada —me dijo él cuando lo sugerí.

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora