Capítulo 50

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Andrew's POV

Me molestó tanto que ni siquiera intenté ser sutil al quitármela de encima, y tampoco agradecí la "felicitación". Blair se dio cuenta, sin duda alguna, pero no pareció importarle lo más mínimo porque siguió haciendo comentarios halagadores como si nada.

Fruncí el ceño y la examiné de arriba a abajo. La conocía. Sabía que esa impresión que daba de ser tan desinhibida y despreocupada, al punto de resultar despistada, a veces le funcionaba de maravilla para hacer teatro. Y es que la escena me resultó familiar de un día, cuando acabábamos de empezar a salir: la chica del Starbucks no había disimulado mucho su coquetería y al reverso del tiquete de compra había garabateado su número, ignorando completamente que yo tenía tomada a Blair de la cintura. Ella había hecho como si no se hubiera enterado, pero después se había levantado al "baño" (llevando el café) y en el camino se había chocado "accidentalmente" con la mesera, regando la bebida sobre su uniforme.

Y ahora, una actitud por el estilo con Lisa significaba que estaba celosa. Solo que Blair no tenía ningún derecho a estar celosa. Antes de poder reprocharle algo, mis padres aparecieron también. Papá me dio una palmada firme en el hombro, mientras que mamá me envolvió en un abrazo de pulpo y se dedicó a llenarme la cara de besos.

—¡Mi niño! ¡Estoy tan orgullosa, jugaste de maravilla!

—Mamá... —reclamé forcejeando para librarme de ella.

Y lo logré justo a tiempo de ver al reclutador de Princeton acercándose. Me saludó primero a mí y me felicitó con un tono fraternal, llamándome por mi nombre y poniéndome en evidencia en el acto —vi por el rabillo del ojo cómo Lisa sonreía y le murmuraba algo a mi madre—, antes de dirigirse a mis padres, presentarse y contar sin retirar la mano de mi hombro que tenía el cupo asegurado, con beca deportiva, y que solo habrían de contactarlo para formalizar y hacer todo el papeleo.

Mamá me dio una mirada y una sonrisa brillante que rehuí. Diablos, ya me tenía pillado, aunque yo no había querido admitir que hacía varios meses no contemplaba ninguna otra oferta.

Cuando se retiró, no hubo ni un segundo para interrogatorios porque inmediatamente empezó un desfile de los demás reclutadores, que aprovecharon la presencia de mis padres para soltar toda la cháchara que yo ya me sabía de memoria. Intenté aguantar, pero al final me aburrí tanto que solté la excusa de que iba a ir a cambiarme y tardé deliberadamente un millón de años en los vestuarios, charlando con los chicos y con el entrenador. No obstante, cuando regresé y me di cuenta de que había llegado justo para comenzar el turno del más charlatán e insistente de todos, mi aburrimiento se convirtió de golpe en desesperación.

—Señores Collins —empezó después de saludarme y felicitarme—, es un placer conocerlos finalmente. Soy Gregory Adams, de la Universidad de California.

Alcancé a prepararme psicológicamente para escuchar una vez más todo el discurso relativo a las ventajas de ser de las universidades privadas más cercanas de la zona y cómo por ello él era uno de los afortunados que no debía recorrer kilómetros para ver los partidos de Richmond, pero nada de eso se dio porque cuando Gregory vio a Lisa, se le borró todo el libreto de la cabeza.

—¡Elisa! —exclamó, sorprendiéndonos a todos, menos a ella—, ¿cuánto tiempo sin verte! —Acto seguido la abrazó con una efusividad que ella correspondió con mera cordialidad—. Wow, qué bonita estás. Tan guapa como tu madre. —Fruncí el ceño ante ese comentario, pero no intervine solo por curiosidad—. Y bueno, cuéntame, ¿por qué no has vuelto al campus?

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora