Capítulo 37

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Elisa's POV

La luz del sol me daba directamente en el rostro, por lo que me resigné a abrir los ojos. Le eché un vistazo a las persianas y los pósters en las paredes, y decidí quedarme en la cama los típicos cinco minuticos más. Hundí la nariz entre las sábanas, aspirando gustosa su suave y familiar fragancia... Olía exactamente igual que el ser abrazada por Andrew.

Capté la información, sin procesarla en lo absoluto, disfrutando así otro rato en la ignorancia, hasta que mi cerebro empezó a trabajar lentamente.

«Momento, ¿por qué mis sábanas huelen a Andrew?»

Me incorporé de golpe, en alerta por esa pregunta. Grave error. Una aguda punzada de dolor se hizo notar en mi cabeza, nublándome la vista y haciendo que todo diera vueltas. Me quedé quieta hasta que la sensación pasó por completo y luego sí miré a mi alrededor para descubrir que no estaba en mi habitación, sino en la de Andrew. Como para ratificarlo, la puerta se abrió en ese momento y el dueño del cuarto apareció por ella, tarareando tranquilamente, con el cabello más desordenado de lo usual, una camiseta gris, pantalones oscuros y una bandeja entre las manos.

—Hey, buenos días —exclamó alegremente al verme—. Justo venía a despertarte, pero te me adelantaste.

Apreté los párpados y me llevé la mano a la sien derecha. Diablos, dolía como el demonio y el simple acto de pensar parecía hacer que doliera mucho más. Sentí la cama hundirse ligeramente cuando Andrew se sentó en ella y su risa llegó a mis oídos.

—¿Resaca fuerte, ah?, ¿qué estuviste haciendo anoche?

Lo miré para encontrármelo con un vaso extendido hacia mí y una sonrisa danzando en los labios. Lo recibí y le correspondí la sonrisa débilmente.

—Aspirina para el dolor de cabeza —comunicó—. Es mejor que te la tomes después de desayunar, pero... Como prefieras.

Se lo agradecí para inmediatamente reparar en que la bandeja estaba repleta.

—¿Me trajiste el desayuno a la cama? —pregunté sin disimular la ternura en mi voz.

—Por supuesto, ¿qué clase de anfitrión crees que soy?

Jugo de naranja, chocolate caliente, piña en trocitos, huevos con tocineta y pan tostado con mantequilla y mermelada.

—Wow, gracias, qué dulce.

Andrew se encogió de hombros y me acercó la bandeja.

—¿Tú ya comiste? —pregunté por cortesía.

—Sep. Hace una hora más o menos. No quise despertarte, estabas cansada.

Le sonreí sintiendo que me estaba derritiendo como mantequilla por dentro. ¿Por qué era tan tierno, ah? Iba a comer primero y a hacer todas las preguntas después, pero la prudencia se impuso.

—Bueno, antes que nada, ¿puedes contarme cómo terminé durmiendo en tu casa, en tu habitación y en tu cama, por favor?

Andrew se rió, como si se lo hubiera esperado.

—No quisiste ir a tu casa, así que te traje aquí. Básicamente eso es todo.

No fue sino que dijera eso para caer en cuenta de varias cosas a la vez y maldecir en voz alta:

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora