Capítulo 36

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Recorrí el sitio, buscando a Lisa con la mirada. Me demoré unos cuantos minutos antes de encontrarla rodeada de una pequeña multitud que la aplaudía y animaba mientras ella bailaba sola y retaba a alguien que fuera capaz de seguirle los pasos. Nadie se había atrevido hasta el momento, a pesar de que todos los hombres la tenían en la mira y parecían estar pensando en una buena forma de ganársela sin tener que pasar por la difícil prueba de bailar con ella. Aparté a unas cuantas personas a empujones nada amistosos y cuando Lisa me vio, se le iluminó la mirada y alzó los brazos, victoriosa.

—¡Hey, apareció un valiente!, ¡excelente! —exclamó tomándome de la mano y jalándome con fuerza hacia ella—. ¡Anda, muéstrales de qué estás hecho!

—No, no... Lisa, ya debemos irnos.

—¿Irnos? —murmuró pasando las manos por mi cuello y pegando su cuerpo al mío—. Nop, no lo creo.

Y dicho eso empezó a moverse lenta y sensualmente contra mí. La gente empezó a chiflar mientras mi mente se quedaba completamente en blanco. Lisa sonrió al notarlo y acercó sus labios a mi oído.

—Vamos, Andrew. Con confianza.

—¡Vamos, amigo, baila! —vitoreó alguien—. ¡Veamos si puedes con ella!

Escuché cómo el corrillo gritaba, eufórico, borracho. Y por alguna razón, sin pensarlo, no por el reto o los ánimos, la rodeé por la cintura y le seguí el ritmo. Los chiflidos aumentaron de volumen inmediatamente, pero a mí no me importó. Lo único que me importaba era el contacto de nuestros cuerpos y nuestros movimientos sincronizados como solo nosotros dos podíamos hacerlo. Era la primera vez que bailábamos de esa forma, mandando cualquier trozo de inocencia al carajo, provocándonos mutuamente, pero entendiéndonos igual que siempre.

Lisa se dio la vuelta, quedando de espaldas contra mi pecho y continuó balanceándose insinuantemente. Yo apoyé el mentón en su hombro y, llevado por el instinto, dejé un beso húmedo en su cuello. Ella respondió hundiendo los dedos en mi cabello y tirando de él suavemente, un gesto me resultó tan condenadamente sexy que no me molesté en contener un jadeo.

Los gritos eran tan fuertes que casi alcanzaban a tapar la música, y por un momento me pregunté si yo también estaría algo borracho como para permitirme hacer lo que estaba haciendo. Pero no. Me encontraba perfectamente. Solo era el embotamiento normal de tenerla a ella cerca, el que mandaba a todas mis neuronas de vacaciones y me dejaba tripulado únicamente por las emociones. De hecho, fue necesario hacerme consciente de la incipiente presión en la ingle para reaccionar. Me aparté rápida y un tanto bruscamente, arrancando murmullos de desilusión en nuestra pequeña afición, y respiré profundamente. A Lisa se le iluminaron los ojos con un brillo que nunca había visto y una sonrisa traviesa y bastante seductora se formó en su rostro. Solté una maldición y, tomándola de la mano, la saqué del tumulto a toda prisa.

—Okay, creo que ya fue suficiente por hoy —exclamé, no muy seguro de si se lo decía a ella o a mí mismo.

—Oh, ¿en serio? Porque yo creo que la diversión acaba de empezar.

Por mi salud y beneficio, decidí ignorar ese comentario y seguí arrastrándola lejos del grupo. Ella no se resistió al inicio, pero luego empezó a quejarse y a frenar el avance, haciéndome dar cuenta del siguiente signo de borrachera: su fuerza usual estaba completamente por el piso. Agradecí silenciosamente ese detalle que acababa de salvarme la vida.

—Ay, no... Andy, por favor, ¡quiero bailar!

Me frené en seco y volteé a mirarla, sintiendo un estremecimiento por todo el cuerpo.

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora