Epílogo

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—¡Okay, okay! —exclamó Charlie como si estuviéramos presionándolo—. Voy a admitirlo si ustedes lo hacen después, ¿hecho?

Matt esbozó una sonrisa burlona.

—Hecho.

Charlie tomó aire y cerró los ojos, como si supiera que iba a arrepentirse de decir lo que iba a decir.

—Voy a extrañarlos, par de idiotas.

Sonreí y, aprovechando su altura, lo estrujé en un abrazo mientras le desordenaba el cabello.

—Sabíamos que te lo íbamos a sacar algún día.

Mi amigo me dio un fuerte empujón para soltarse y se cruzó de brazos.

—Bien, bien, sí —dijo poniendo los ojos en blanco—. Su turno.

Crucé una mirada de complicidad con Matt y dijimos al tiempo:

—Nosotros no te extrañaremos.

Charlie abrió la boca teatralmente, ofendido. Ambos lo ignoramos, chocamos los puños y seguimos nuestro camino hasta el aula. Él se fue detrás, soltando insultos y exclamaciones de traición.

—Deberías aliarte con Lisa —comenté deteniéndome en mi casillero—. Te serviría para hacer una buena representación de Otelo o algo por el estilo. Te va a encarretar un buen rato con el significado de la traición en las obras shakes...

Matt me calló con un golpe en la cabeza.

—¿Que no puedes pasar más de dos minutos sin mencionarla? —exclamó—. En serio, eres tan irritante. No entiendo por qué...

—¡Hey, bastardos! No se desvíen —intervino Charlie agitando los brazos—. Estoy en medio de algo importante. Les decía que ustedes son los peores...

—Ya, cálmate, ¿quieres? —le espetó Matt—. Aún falta una semana.

—¡La última!

—¡Pero falta! No es hora de cursilerías. Quizás en la graduación pueda confesarte mi amor, ¿de acuerdo?, pero antes no.

Me reí y, negando con la cabeza al ver venir una pelea, abrí el casillero. Un papel desubicado me llamó la atención al instante, así que lo extraje con curiosidad y al echarle un vistazo mi respiración se detuvo de golpe.

—¿Estás loco? ¡No voy a decirlo al recibir el diploma! ¡Y no, tampoco voy a hacer ninguna apuesta contigo!

—Bueno, entonces invítame al baile.

—¡¿Perdiste la cabeza o qué demonios?!

—¡Pues de todas formas vas a ir solo! ¡Te mereces ese escarnio por ser tan mal amigo!

Escuché esa conversación, pero ni siquiera le di importancia a lo absurda que era. Mis ojos estaban enfocados en la pulcra caligrafía de Lisa, antes de empezar a leer siquiera.

—Pues... Pues... No iré solo. Invitaré a...

—¿A quién?

—A... ¡A Lindsay! Sí, iré con Lindsay.

—¡¿Acaso te estás oyendo?!, ¡tú eres el que está mal de la cabeza!

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora