Capítulo 53

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Andrew's POV

Solo había una cosa que podía ponerme de mal humor en esos momentos. Y era que en todo el día, en el primer día, no me habían dejado ver a mi novia.

Tal vez me descuidé demasiado en medio de la perorata del entrenador y estaba a punto de contar felizmente a Lisa que acababa de hacer caso a su trato, cuando de improviso sentí cómo este me arrancaba el celular de las manos.

—¡Collins! —rugió—. ¿Qué he estado diciendo todo este tiempo?

Alcancé a ver por el rabillo del ojo que Matt se daba una palmada en la frente.

—Ah... ¿Que debemos enfocarnos en el partido de mañana?

—¡Precisamente! Lo cual no veo que estés haciendo.

—Lo siento —murmuré.

Obviamente eso no le bastó al entrenador, que con una mirada furibunda le echó un vistazo a la pantalla.

«Diablos, no alcancé a bloquearlo... Estoy frito»

Abierto justo en el chat con Blair y el anuncio de mi pérdida de soltería, no había forma de que me dejara vivir en paz. Dicho y hecho, solo treinta segundos después, la charla teórica había pasado directamente a la práctica y mi celular había terminado al fondo de la mochila del entrenador, a su vez asegurada con candado en su locker. No me quejé mucho porque sabía que no hubiera tenido ningún sentido, pero cuando sonó el timbre indicando el comienzo del descanso y el entrenador se atravesó en mi camino impidiéndome salir, dejé de lado la pasividad.

—¿Y ahora qué hice? —solté, molesto.

—Tú te quedas aquí, ¿entendido?

—Pero...

Reclamé e hice todo lo posible por largarme, pero al final no me quedó de otra que aceptar el castigo y obedecer. Me mantuvo retenido todo el descanso, haciendo ejercicios que acabábamos de realizar con el equipo, y después me pareció leerle en la mirada que también quería raptarme durante las clases siguientes.

—Tengo examen de Química —anuncié—. Ya me perdí la hora de Biología de esta mañana y donde estropee el promedio en el Área de Ciencias en las últimas notas del año...

Adiós Medicina, adiós campeonato, adiós beca, adiós equipo universitario. No tuve necesidad de decirlo porque el entrenador ya lo sabía perfectamente. Sus ojos despidieron un brillo enojado, signo de que no iba a poder salirse con la suya.

—Bien —aceptó entre dientes—, pero derechito a clase. ¿Sabes qué?, mejor te acompaño para asegurarme.

Tuve que guardarme la queja, o de lo contrario habría confirmado que, efectivamente, no tenía planeado ir "derechito a clase". Me dejé guiar de mala gana, pero al pasar por su salón hice un intento desesperado de torcer el camino.

—Ni lo sueñes —gruñó el entrenador jalándome del brazo.

—Pero Daniel tiene mi libro de Química —improvisé—. Y lo necesito para el examen.

—Pues qué mala suerte, ¿verdad? Te va a tocar confiar solo en tu mente. —Bufé—. Pero fue un buen intento, Collins. Debo admitirlo.

Apreté los puños, me zafé de un tironazo de su agarre y, resignado, seguí el camino hasta mi aula. Antes de dejarme entrar, el entrenador asomó la cabeza y preguntó a voz en cuello si realmente teníamos examen. Agradecí silenciosamente no haber mentido en esa parte o ya estaría hecho papilla.

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora