Capítulo 31

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Los siguientes días pasamos juntos más tiempo de lo normal, todo gracias al maravilloso proyecto final. Pedimos el laboratorio, justo como nos dijeron, y con la mera excusa de estar un rato a solas y sin interrupciones terminamos adelantando el desarrollo del trabajo como tal. La profesora nos iba a adorar.

Justamente así fue, y el martes mientras exponíamos el primer reporte, no pudo disimular su asombro. Revisó el documento una y otra vez, buscando inconsistencias, nos hizo varias preguntas que ambos respondimos impecablemente, y estaba a punto de despacharnos cuando Lisa la detuvo y le presentó tranquilamente las primeras observaciones de la práctica experimental. La profesora balbuceó algo de que tenía planeado empezar a revisar eso en dos semanas y nos miró como si viniéramos del espacio.

—A veces no sé qué pensar de ustedes —murmuró.

Lo cual, en su lenguaje, se traducía como un "estupendo, felicitaciones, sigan así".

Todo lo de importancia que sucedió después se podría resumir en que el idiota de James finalmente se cansó de seguir tras Lisa y ahora se saludaban secamente por los pasillos y hablaban muy de vez en cuando. Punto para mí. Becky, después de acosarme todo el tiempo con el "oye, ¿qué pasa con el plan? No lo veo avanzar", consiguió sacarme la información y aprobó con aplausos infantiles mi resolución de "que Lisa tome la iniciativa". Después de eso y de su charla de mil horas sobre lo necesario que era el interés y el esfuerzo de ambas personas en una relación sentimental, me aseguró que mantendría la boca cerrada al respecto, se relajó con el tema y me dejó volver a vivir en paz sin tener que darle un reporte diario minuto a minuto sobre la situación con su mejor amiga.

Lisa había conseguido normalizar las relaciones con sus padres, y aunque con su hermano al parecer nada había cambiado, ella se lo tomaba con mucha más tranquilidad. Estaba feliz con el taller, le gustaba su trabajo y todo el mundo había empezado a amarla en ambos lugares. Su hermano era un idiota si no lo veía.

Yo por mi parte estaba lo bastante ocupado con tres cosas de vital importancia: la carga académica, los entrenamientos y la fecha del 8 de abril que se acercaba rápidamente. El cumpleaños de Lisa. No necesariamente en ese orden de prioridad. De hecho, Becky, Nathan y yo estábamos bastante más comprometidos con eso último, planeándolo para que todo fuera perfecto. Y que ella no sospechara nada, por supuesto. Prácticamente estaba en una misión encubierta en ese preciso momento. Habíamos quedado en casa de Lisa para trabajar en el proyecto, aprovechando que Chris iba a pasar toda la noche donde un amigo, y la única razón por la que acepté que fuera en la suya y no en la mía, fue porque necesitaba reclutar a sus padres en nuestros planes.

Como siempre nos rendía trabajar en equipo, terminamos lo que teníamos que hacer en la mitad del tiempo estipulado. Lisa cerró el computador después de la última revisión y me miró. Por un momento creí que me iba a pedir que adelantáramos lo que más pudiéramos, pero gracias a Dios dijo todo lo contrario:

—Estoy harta de esto. ¿Podemos cambiar de actividad y relajarnos un rato?

—Es la mejor idea que he escuchado.

Lisa sonrió, guardó unos libros en el estante y luego me arrastró hasta su cuarto.

—¿Quieres ver una película? —preguntó alegremente—. ¿O charlar, bailar, cantar, comer, beber? —se rió y se dejó caer sobre su cama—. ¿Qué quieres hacer?

Me hubiera reído con ella si no acabara de ver algo sobre su mesa de noche. Me acerqué y sonreí al confirmar mis sospechas.

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora