Capítulo 38

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No fue muy difícil cumplir mi objetivo. Ana era alegre, dulce, charlatana y despreocupada, y entablar conversación con ella era muy sencillo, a pesar de que tenía la costumbre de saltar de un tema a otro como si nada, así que uno siempre se quedaba con cosas pendientes por decir. No tuve tampoco que aclarar mucho la situación, porque al parecer Andrew se había encargado de meterle en la cabeza que sencillamente nos habíamos quedado viendo películas después de una "fiestica" sin importancia, y que por la hora me había quedado a dormir. Sí, nada de club nocturno, ni alcohol, ni borrachera. Dicho así sonábamos perfectamente inocentes.

Habíamos estado hablando tranquilamente en la sala, mientras Andrew entretenía a Kelsy ahí mismo e intervenía de vez en cuando. Sin estar preguntando siquiera, me enteré de media vida de la mamá de Andrew, de toda su infancia y travesuras con su hermana. Incluso Ana tocó con calma el momento de su inesperado embarazo adolescente.

Le eché un vistazo a Andrew, aunque él estaba ocupado haciendo mímicas con Kelsy. Sin duda debía estar escuchando, pero al parecer no le incomodaba el tema de conversación. Eso sirvió para relajarme a mí un tanto y escuchar a Ana:

—... por supuesto todo valió la pena al final. Me di cuenta justo cuando tuve al pequeño Andrew en mis brazos. Era una cosita preciosa, diminuta y adorable. —Sonreí con una mezcla de ternura y diversión—. Y su padre... —continuó Ana—. Dios, me hubiera gustado ser yo quien se casara con ese hombre. Uff... —se abanicó el rostro con la mano y Andrew alzó la vista unos centímetros, con el ceño fruncido—. Nunca tuve ninguna duda de por qué Jane cayó rendida a sus pies... ¡Y no podía culparla! Si yo hubiera sido ella y hubiera tenido su edad seguramente también...

—Ejem... Tía —Andrew se aclaró la garganta.

—Ay Lisa, es que era un hombre tan apuesto, recién salido de la universidad... ¡Y se fijó en mi hermanita menor!, ¡cómo no hacerle caso, por Dios!

—Tía —dijo esta vez con más ímpetu, por lo que yo solté una risita y Ana lo miró confundida—. Es el esposo de tu hermana —repuso entre dientes.

Ana bufó.

—Sí... Qué afortunada.

Me reí por lo bajo ante la mirada que le dedicó Andrew.

—Oh, sí. Lo siento, cariño —quiso reparar rápidamente su error—. Me refiero a que tuvo suerte de... Pues de haber encontrado a alguien como tu padre, ¿no? —acto seguido volvió a dirigirse a mí y me colocó una mano sobre la rodilla—. Porque cuando se enteró de que Jane estaba esperando un bebé jamás corrió ni salió huyendo. No, no. Dime qué hombre hace eso, Lisa. ¿Ya no hay muchos, verdad?

—No, no los hay —ratifiqué con una voz soñadora que incluso a mí me sorprendió.

—Exacto. Pero Theo no fue cobarde y se quedó ahí siempre, ¿puedes creerlo? Se ha quedado ahí siempre —corrigió.

—Wow —murmuré.

—Sí... Wow —las dos nos quedamos en silencio, como perdidas en nuestras fantasías de un hombre así—. Bueno, bueno —exclamó ella de repente—. ¿Mi hermana ya te mostró las fotos de Andrew de bebé? Creo que los álbumes deben estar por...

—Whoa, whoa. Ni se te ocurra —interrumpió Andrew—. Además, mamá los debe tener escondidos desde que dije que lo mejor era quemarlos. No se fía de mí.

Ahora déjame flecharteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora