Capitulo 40

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  *Narra Zayn*

Estaba muy seguro de llevar a Halley fuera de la clínica y parecía estar seguro de donde llevarla pero la verdad era que no tenía idea.
-Halley... -dije con la vista a la carretera.
-¿Si?
-¿Hay algún lugar al que te gustaría ir?
-Vamos a comer, ¿No?
-Sí, pero aparte de eso.
-No lo se... no lo he pensado, es que no he salido desde que llegué a la clínica.
La miré con ternura por la curiosidad que había en su mirada.
-¿Cuál es tu restaurante favorito? –le pregunté.
-No tengo... no solía ir a restaurantes.
Eso era un punto a mi favor, no la llevaría a un restaurante, pero entonces ¿A dónde?
"Ya se" –pensé.
En medio del camino me detuve en un puesto de comida rápida y decidí comprar algo para comer donde la llevaría. Hice lo pensado, compre: pizza, hamburguesas, soda, agua y algunas frituras.
-Listo –dije al subir al auto.
-¿Qué compraste?
-Comida chatarra.
Ella puso su cara asqueada como que no le agradaba el menú que comeríamos.
-¿Qué sucede? ¿No te gusta?
-No es que no me guste, es solo que no estoy muy acostumbrada a ingerir ese tipo de cosas.
-Hall... ¿te puedo llamar así?
Ella dudó y dijo:
-Solo Harry lo hace, pero si, puedes decirme como quieras.
-Bien, Hall... estas acostumbrada a comer la comida para enfermos que dan en la clínica, pero esto es delicioso, es perfecto para esta hora y el lugar al que te llevare.
-¿A dónde me llevaras? –preguntó.
"Buena pregunta" –volví a pensar.
-Ya verás...
-Zayn...
-Lo se, fue un mal chiste.
Halley no podía ver y todo lo que salía de mi boca eran tonterías que tenían que ver con la vista. Ella sonrió de lado y continúo jugando con sus dedos como lo había hecho todo el camino.
Yo sabía dónde quería llevarla pero no sabía dónde quedaba, era un bonito pueblo donde había una gran pradera perfecta para un picnic, eran como las 5:30 pm, o sea que no sería un picnic porque esos se hacían desde el principio del día no al final.
Conduje en línea recta y todo lo que veía era plantas -¿Dónde diablos estamos? –pregunte en mi interior.
-¿Falta mucho? -preguntó Halley con su mano apoyada en la puerta del copiloto, parecía estar aburrida.
-No –le mentí.
La verdad era que no sabía dónde estábamos, llevamos un rato conduciendo en círculos y empezaba a hacer frio. Encendí la calefacción del auto y me detuve al ver lo que parecía ser un puerto.
-¿Llegamos? –preguntó al notar que nos detuvimos.
Bien, estábamos perdidos, debía decirle.
-Hall...
-¿Qué?
-Nos perdimos.
Ella abrió los ojos como platos y escondio su cabeza entre sus piernas.
-¿Qué haremos ahora? –murmuró aun con su cabeza hacia abajo.
-No te preocupes, saldremos de aquí, mientras tanto vamos a comer algo.
Ella asintió con duda y la ayude a salir del auto.
-¿No podemos comer aquí adentro?
-No, el auto luego huele a comida y los bichos nos comen de regreso.
Ella solto una risa traviesa y tomo mi mano para salir.
-No traje mi baston –se quejó.
-Usame a mi.
Ella se sonrojo con delicadeza y tomó mi mano para caminar en ese lugar pedregoso. No había ningún lugar techado, solo un gran lago con un puerto, se me ocurrió que nos sentáramos en el puerto a comer y luego nos iríamos.
-Bien, sentémonos aquí. ¿Qué prefieres: pizza, hamburguesas, frituras, papas?
-Una hamburguesa, por favor –sonrió.
Le di su hamburguesa y le pase una lata de soda.
-Gracias –me dedico otra de sus sonrisas.
-De nada –le respondí de la misma manera.
Comimos con tranquilidad y empezaba a oscurecer, estamos completamente solos ahí, yo no sabía el camino de vuelta a la clínica ni a casa ni a ningún otro lado, no tenia idea de como salir de ahí. Al terminar de comer Halley tenia sus pies colgando en el puerto al igual que yo, solo que ella miraba al horizonte y yo la miraba a ella. Noté como se ruborizo erizándosele la piel.
-¿pasa algo? –pregunté.
-Hace mucho frio.
Ella tenia razón, hacia bastante frio, la temperatura estaba bajando y la noche llegaba. En un rápido movimiento me quite la chaqueta y la puse sobre sus hombros.
-¿No tienes frio? –me preguntó con ternura.
-No –le mentí.
Ella se arrulló en mi chaqueta pero el frio era mayor, sentía que escabullia en mis órganos, tenia la nariz helada.
-¿Te parece si nos vamos? –pregunté.
Ella asintió, la ayudé a levantarse pero cuando sintió mis manos en su brazo se ruborizó.
-Estas helado –comentó.
-No te preocupes –dije tiritando del frio.
Fuimos hasta mi auto para irnos de vuelta a la clínica y cuando estaba doblando para salir nuevamente a la carretera se acabó el combustible.
-Mierda –dije pegándome con el volante.
-¿Por qué nos detuvimos?
-Nos quedamos sin combustible.  

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