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En lo que Sirius se ducha, Marlene está acostada, envuelta en una sábana y mirando al techo. Tiene dentro una mezcla de sensaciones, pero ninguna es negativa. Bueno, la verdad es que los músculos le duelen un poco, pero fuera de eso...se siente genial. Decide levantarse y vestirse, para luego ir a la cocina y calentar la pizza; Sirius tenía razon: está muerta de hambre.

- Creí que me habías abandonado. -dice la voz de Sirius con tono teatral.

Ella se voltea y pone los ojos en blanco.

- Pues no. Sólo vine a buscar comida.

- Te dije que tendrías hambre.

- Qué bueno que te tengo a ti con tanta experiencia..-comenta la rubia con tono mordaz.

- ¿En serio vas a arruinarlo con esos comentarios?

- Vale, lo siento.

Saca la pizza del horno y la corta, para luego ponerla sobre la mesada y tomar una porción.

- Come. No está tan mal.

El chico toma una porción y le da un mordisco.

- No está nada mal, McKinnon. Espero que me cocines más seguido. -dice con entusiasmo y la rubia se sonroja un poco.- Oye... ¿Estás bien? -pregunta.

Marlene le mira y asiente.

- Sí. Estoy bien. Algo cansada.

- Me sorprendería si no. -responde él con voz sugerente.

La chica hace un bollito con una servilleta de papel y se lo lanza.

- ¡Basta ya!

- ¡Te has puesto roja!

- ¡Que me dejes! -exclama, cubriendose la cara con una mano.

- ¿Por qué te avergüenza?

- No sé. Pero lo hace.

Sirius ríe por lo bajo pero deja el tema a un lado.

- ¿Y tus padres cuando vuelven? -pregunta, acabandose la porción de pizza.

- Hmm...creo que en un mes o así. No tenían muy decidido cuánto tiempo iban a quedarse..

- ¿¡Un mes tú sola aquí!? Creí que ibas a decirme una semana..

- Pues si. De todas formas Lily iba a venir a quedarse unos días...y otros puedes quedarte tú si quieres. -sugiere la rubia, echando una fugaz mirada al chico.

- Si no me lo sugerías, Padfoot iba a quedarse en la puerta, vigilando. -responde él con una sonrisa.

- Aww Padfoot es un perrito muy considerado. Un día voy a cambiarte por él.

Sirius alza una ceja.

- Te recuerdo que yo soy Padfoot. No puedes cambiarme por mi versión animaga.

- Sí que puedo. -insiste Marlene, sólo por fastidiar.- Aunque por ahora te quiero en tu versión normal. -añade.

- Nadie puede resistirse a mis encantos. -dice el merodeador, con tono engreído.

- Yo puedo hacer que varias se resistan y lo sabes. Asique mantén tus encantos controlados.

- ¿Esos son celos, McKinnon?

- Si.

El joven se levanta de su silla, se estira y tira de la mano de la rubia.

- Ven un momento, tengo algún que otro encanto más que mostrarte...

Blackinnon StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora