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Marlene suelta un grito, casi de película de terror, y Remus se apresura a cubrirle la boca, mientras James, Peter y Lily se inclinan sobre Sirius para ver cómo ayudarlo. Pero el chico tiembla, casi convulsionando, y su frente está húmeda de sudor.

- Hay que llamar a alguien urgente ¡Se va a morir! -exclama Lily, pálida como la cera.

Marlene se suelta del agarre de Remus y desaparece para volver a aparecer en el centro de Hogsmeade. Los aurores que notan su presencia se acercan a ella, pero la invade una histeria que le impide hablar, hasta que reconoce al auror que la llevo con sus padres el día del ataque al Expreso de Hogwarts. No recuerda su nombre pero aún así se dirige hasta él, que la observa confundido.

- ¿Marlene? Calmate, por Merlín. -dice el hombre, aferrandola por los hombros.

Ella niega con la cabeza y tira de su mano.

- ¡Debes ayudarme! ¡Debes ayudarme! ¡Ayúdame o morirá! -repite la rubia, incapaz de decir algo más entre llantos.

- ¿Quién morirá? ¿Qué? ¿Dónde? -pregunta el auror, desconcertado.

- La casa...La casa de los gritos. -dice ella, y desaparece para volver con sus amigos.

Detrás de ella, el joven auror y otro algo mayor aparecen.

- Pero ¿Qué hacen todos ustedes aquí? ¿Cómo salieron del castillo? -pregunta el auror más grande.

Pero la rubia lo ignora y arrastra al otro hacia Sirius.

- ¡Ayudalo! ¡Por favor! -suplica.

Ambos aurores se acercan a Sirius y piden a los jóvenes que se aparten. Con un movimiento de la varita, una camilla inmovilizadora aparece y entre ambos lo acuestan alli, mientras Sirius tiembla y se sacude, con los ojos cerrados.
Mientras, Lily abraza a Marlene que no para de llorar, y los tres chicos miran con preocupación lo que hacen con su amigo. Un fuerte "¡Crack!" los sobresalta, y Dumbledore aparece en la linde del bosque, para luego caminar con prisa hasta los aurores y Sirius.

- Debemos llevarlo a San Mungo. - informan los magos.

- Sí. Háganlo rápido, me encargaré de informar a la familia.

Al instante siguiente, ambos aurores y Sirius desaparecen.
Dumbledore se gira a mirar a los cinco jóvenes.

- Ustedes tienen mucho que explicarme. Nos vamos al Castillo. -indica, y les tiende una mano.

Sabiendo lo que se viene, se toman todos las manos, y Lily se asegura de aferrar fuerte a su amiga que lo único que es capaz de hacer es llorar. Luego James apoya una mano sobre la del Director y en un par de segundos están al fulgor de la chimenea del despacho de Dumbledore. Éste se dirige a su escritorio, y se sienta allí, para luego servir un vaso de agua y tenderselo a Marlene, que se sienta en una de las sillas frente a él y acepta el vaso, con manos temblorosas.

- ¿Qué le va a pasar? ¿Va a estar bien? -pregunta James.

- No tengo idea siquiera de lo que ha pasado. Pero primero, Lily, lleva a Marlene a la enfermería. -pide el director con amabilidad.

La pelirroja intenta levantar a su amiga de la silla.

- No. Quiero...quiero saber si estará bien. -dice Marlene.

El profesor suspira pero no se opone.

- Mejor empezamos por el principio. ¿Qué hacían allí? Tengo una idea de cómo salieron pero quiero saber por qué.

- Es culpa mía. -se adelanta a responder Remus.- Cuando vi lo del incendio, quise asegurarme de que la casa estaba bien...

- Nosotros vimos que había desaparecido, y supusimos que había ido allí. Asique lo fuimos a buscar, pero no contamos con que Marlene y Lily también vendrían. -añade James.

- Una vez allí, nos encontramos con Remus pero oímos como si alguien por entre los arbustos se moviera. Antes de poder reaccionar una nube negra nos rodeó y al pasar por delante de Sirius le atacó con una especie de llama púrpura...y desapareció. -explica Lily.

- Entonces Sirius cayó al suelo y...y...comenzó a temblar y sacudirse como lo hacía cuando usted lo vio. -finaliza Peter.- Y luego Marlene se fue y volvió con aurores...

Dumbledore les escucha con seriedad hasta que una voz femenina los interrumpe.

- Lo he visto llegar. No lucía nada bien, Dumbledore. Pero al parecer podrán estabilizarlo. -dice una mujer desde un cuadro que debajo reza Dilys Derwent.

- Gracias, Dilys. -dice Dumbledore, y mira hacia un cuadro a su izquierda.- Phineas, despierta. Debes ir a Grimmauld Place e informar a Walburga y Orión Black que su hijo mayor está internado en San Mungo.

El aludido, desde su cuadro, bosteza.

- No va a interesarles, pero lo haré.

Dicho eso, desaparece del marco.
Marlene abraza a Lily con fuerza, aún llorando.

- Calma, Marlie, estará bien...-susurra la pelirroja, acariciando el cabello de su amiga.

- ¿Podremos ir a verlo? -pregunta James.

- Temo que no puedo permitirles salir del Castillo, señor Potter. Pero los mantendré informados de su evolución. Ahora, señorita McKinnon, debo insistir en que vaya a la enfermería, Madame Pomfrey sabrá darle algo para los nervios.

Marlene no se mueve y no responde a los suaves tirones que Lily da a su brazo para levantarla, por lo que James se pone de pie y la alza en brazos.

- Ya la llevo yo.

- ¡Bajame, Potter! -exclama la rubia, retorciendose en los brazos de su amigo.

- ¿Vas a caminar como la adulta que eres? -le pregunta el chico, frenandose frente a la puerta del despacho, ante cuatro pares de ojos que los observan.

La chica se limita a asentir, y cuando la baja, se seca las lágrimas con el dorso de la mano, para luego salir del lugar, dejando la puerta abierta.

- No va a ir a la enfermería...-comenta Lily en voz baja.

Dumbledore, con una leve sonrisa triste, niega.

- No lo hará.

***

Cuando los jóvenes vuelven al Gran Comedor, todos duermen. Pero ellos no logran hacerlo, y además, Marlene no está allí.

- Debe haber subido a la Sala Común. -susurra Peter.

Lily asiente, y abraza a James que le deja un beso en el pelo.
Mientras, Remus apoya la espalda en la pared y se pasa ambas manos por el pelo.

- Todo esto es mi culpa.

- No lo es, Remus. -responde James.

- ¿Cómo que no? Si no hubiera salido, nada de esto hubiera sucedido.

- Eso no lo sabes. Igual pasaba otra cosa que nos hacía salir. -replica Peter.

- Quien atacó a Sirius es el único responsable. -los corta Lily.

James, a pesar de la calma que demuestra, por dentro es un océano de furia. Un océano que le está costando contener, pues su mentón comienza a temblar. Peter y Remus no lo notan, pero Lily si, y le deja una caricia en el rostro.

- Estará bien. -le susurra.

James no responde, si lo hace, se quebrará.

Blackinnon StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora