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Sirius se voltea a mirar a quien ha hablado. Por supuesto que sabe que es Marlene, pero hace dos horas han discutido y ahora está plantada allí, diciendo que van.. ¿A convivir?

- ¿A qué te refieres? -pregunta, frunciendo el ceño.

Le duele la mano, que ahora está vendada. El señor Potter ha tardado lo suyo para quitarle todos los pedacitos de cristal que se habían clavado en cada corte.

- A que tendré que quedarme aquí, hasta que mis padres regresen. -responde la joven, mientras camina hasta la silla frente a él y se sienta.

- ¿Por qué? ¿No estaba Evans quedándose contigo?

Ella asiente.

- Sí. Pero cuando llegué a casa, estaba mi padre también. Al parecer los han amenazado, a él y a mi madre. Y les han dado a entender que sabían que yo estaba aquí...y bueno, básicamente quieren matarnos. Mi madre está en un hospital en Turquía y mi padre debe cuidarla. -explica, y a Sirius de pronto todo le da vueltas.

Lamenta lo de los padres de la rubia, por supuesto, pero lo único que ha sacado en limpio es que Marlene, su Marlene, está en peligro de muerte. Estira el brazo bueno, para aferrar la mano de la joven y tirar de ella, hasta que está sentada en su regazo. La abraza con fuerza, y hunde la nariz en su cabello, que huele a shampoo. Y en cuestión de segundos, la chica está sollozando con el rostro escondido junto a su cuello.

- No llores...todo va a estar bien. No va a pasarte nada y a tus padres tampoco. -asegura.

- Lo siento. -murmura Marlene.

- ¿Qué cosa? -pregunta él, sin comprender.

- Lo de hace un rato. Soy una idiota, dije cosas que...-pero no termina la frase.

Sirius esboza una leve sonrisa y la separa un poco de él, para limpiarle las lágrimas con el pulgar.

- Ya pasó. Para la próxima no bebamos tanto. -comenta con tono divertido.

- ¿Cómo está tu mano? Me siento muy culpable.

Él levanta la mano vendada.

- Nada que Fleamont no pudiera remediar. Me duele un poco pero me lo merezco por gilipollas.

Ella niega con la cabeza, y luego de rozar su nariz con la propia, le planta un beso que Sirius no tarda en continuar.

- Me duele la cabeza...-murmura la rubia cuando por fin se separan.

- Deberías dormir. Y yo también. James probablemente esté roncando en el sillón. -responde él y hace que ella se levante para hacer lo mismo.

Cuando entran a la sala, efectivamente, James ronca en el sillón con los anteojos torcidos. Sirius va a lanzarle un cojín pero la rubia lo detiene y se acerca a James para tocarle el hombro con calma. El chico se despierta y ella le sonríe.

- Oye, oye, mucha sonrisita. Y tú levanta, marmota, y vete a dormir a la habitación. -suelta Sirius, y aferra a Marlene por la cintura.- Vamos, te mostraré tu cuarto, McKinnon.

Suben juntos y James se queda en la habitación que comparte con Sirius, mientras que los otros dos siguen por el pasillo. Llegan a la última puerta y Sirius la abre, dejando pasar a la rubia primero.

- Descansa, McKinnon. -le dice y le deja un beso en la frente.

- ¿No te quedas conmigo? -pregunta ella.

- ¿Eso quieres?- Marlene asiente con la cabeza.- Bien. Métete a la cama, anda.

- Iré a ponerme la ropa de dormir. -murmura la joven y se mete al baño.

Blackinnon StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora