Capítulo VI

331 39 3
                                    

Cuando salimos de Mysterious Flavor fuimos al cine y vimos Escuadrón Suicida, cada uno tuvo a su villano favorito, el de Bella era El Guasón, el de Ian Harley Quinn por lo buena que estaba —palabras de mi mejor amigo, no mías— y el mío El Diablo, así que se podrán imaginar cuánto lloré al final. Al salir del cine nos dimos cuenta de lo tarde que era y enseguida me llevaron a casa. Una vez puse un pie en la casa los regaños empezaron.

— MADDISON KATE MILLER DUMONT ¿SABES LA HORA QUE ES? TÚ PADRE Y YO TE DIJIMOS QUE NO VOLVIERAS TARDE ¿Y QUÉ ES LO QUE HACES? LLEGAS A LAS NUEVE Y MEDIA DE LA NOCHE. ESTÁBAMOS PREOCUPADOS POR TI YA QUE NI SIQUIERA ERES CAPAZ DE CONTESTAR EL MALDITO TELÉFONO —grita mamá al verme, su cara está roja de la rabia, papá le susurra algo al oído y trata de calmarse.

— Ya, si, lo siento. El cine estaba del otro lado de la ciudad y cuando salimos me di cuenta de la hora que era —les explico.

— ¿Y por qué no llamaste para avisar? —pregunta papá. Quien está más tranquilo que mamá.

— Mi celular se quedó sin pila, el de Isabella no tenía señal e Ian lo dejó en su apartamento.

— ¡Qué conveniente! ¡Estás castigada! —informa mamá y yo la miro sorprendida, es decir soy una buena hija, nunca tengo malas notas ni quejas, y por una vez que llego tarde ya me castiga.

— Puedes castigarme todo lo que quieras, pero no vengas a dártelas de buena madre porque no eres la mamá del año, ni siquiera te la pasas en casa solo por estar en tu estúpido trabajo —suelto y enseguida me arrepiento al ver como sus ojos se van cristalizando.

— ¡Maddison! —gritan papá y Nathan.

Los miro avergonzada y subo corriendo a mi cuarto, cierro la puerta de un portazo y me deslizo por la pared para luego largarme a llorar.

Toda mi vida he tratado de ser sincera con la gente, hay veces en la que las palabras cuestan para salir y otras en las que las digo, pero con moderación, sin embargo ahora estallé contra mamá y no me reconozco, sé que la herí y también sé que trabaja mucho al igual que papá para darnos una buena vida y miren lo desagradecida que soy.

— Tranquila, Madd —me abraza Nathaniel.

— ¡Dios mío, Nathan! No sé qué me ocurrió, tú sabes que yo no soy así —trato de defenderme.

— Lo sé, hermana y nuestros padres también lo saben, es por eso que debes bajar y disculparte con mamá, está muy dolida con lo que le acabas de decir, en parte es cierto lo que dijiste, pero no era la forma de decirlo.

— Lo sé, Nate —hago el intento de secarme las lágrimas, pero estas no paran de salir—. ¿Lo hago ahora o espero a mañana?

— Es mejor ahora, así no te vas a dormir con ningún cargo de consciencia —asiento e intento calmarme, cuando lo hago mi hermano me ayuda a levantarme y ambos bajamos.

Papá me ve decepcionado, dejo de mirarlo porque duele y abrazo a mamá.

— Lo siento, mamita, no debí haberte dicho eso.

— Descuida, hija, en el fondo sé que lo que dijiste es cierto, me la paso más en el trabajo que aquí con ustedes —Habla en un hilo de voz que me hace sentir miserable.

— Lo sé, pero no debí haberlo dicho así, perdóname, mamá.

— Lo hago solo si tú y tú hermano me perdonan —le pide a mi hermano que se acerque y cuando lo hace lo agarra de la mano—, perdónenme por no haber estado allí para ustedes, prometo que de ahora en adelante estaré más tiempo en casa —Nathan se une a nuestro abrazo.

¿Nuestro "Felices Por Siempre"?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora