Capítulo XIV

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— ¡Hola de nuevo! —saludo cuando llego al comedor. Hoy tendré un par de entrevistas de trabajos y ya estoy lista.

— ¡Hola, hermanita! Siéntate para que desayunes, no quiero que llegues tarde —me sirve el desayuno, tostadas con café.

— Gracias, hermano —empiezo a comer—, ¿Tienes algo que hacer hoy? —le pregunto.

— Sí, cuidar a mi sobrino. Ayer me dijiste que te consiguieron algunas entrevistas e imaginé que no tendrías a alguien con quien dejar a Len —me responde Nate.

— ¿Estás seguro? Cuidar a un niño de la edad de Len requiere de gran esfuerzo —él asiente de acuerdo, por lo que yo acepto un poco insegura—, está bien, no te discuto porque tengo estas tres entrevistas que Liam me consiguió y no quiero faltar a ninguna; aunque tengo un poco de dinero ahorrado, rechacé la proposición de Alessia de seguir ayudándome económicamente hasta conseguir un trabajo estable, y además quiero trabajar y valerme por mi misma —termino de comer y como mi hijo y Nathan también han terminado me dispongo a lavar los platos.

— Tranquila hermana, de verdad no me importa cuidarlo, quiero conocerlo y que él me conozca a mí, ya sabes, para recuperar el tiempo perdido, tengo pensado llevarlo al parque —dice sonriente y ahora que lo recuerdo, aún no hemos hablado con seriedad él y yo.

— Está bien —camino hasta mi habitación y busco mi bolso luego vuelvo al comedor—, ten mucho cuidado con él, Nathaniel —hablo seria—, cuando salgas lo agarras de la mano, no lo dejes correr mucho porque se cansa y cuando lleguen a casa se quedará dormido y por la noche estará energético; no le des nada que contenga naranja o fresas porque es alérgico a ellas; no lo pierdas de vista, él es muy travieso y escurridizo; no le des muchos dulces que luego se pone muy hiperactivo o le empieza a doler la panza y... —me interrumpe.

— Madd, yo sé cómo cuidar niños, tengo mucha experiencia —habla con orgullo.

— ¿Así? ¿Y a quién has cuidado? —me cruzo de brazos y él se pone nervioso.

— Ya sabes que Bianca es niñera y yo a veces la ayudo —responde con más nerviosismo.

— Está bien —lo abrazo—. Cuida mucho a mi bebé, él es mi gran tesoro —cuando rompo el abrazo lo veo sonreír con ternura—, te aviso cuando regrese a casa —me acerco a mi hijo y lo abrazo.

— Mami se tiene que ir, pero regresa en unas horas, diviértete con tu tío, mi amor, hasta pronto —me despido y salgo del departamento, camino hasta el estacionamiento y me subo al auto —Bell me prestó el suyo mientras el mío aún no llega— y en menos de quince minutos ya estoy en la oficina donde será mi primera entrevista.

— Es la siguiente —me llama un señor no mayor de 45 años, me levanto del asiento y entro a la oficina—. Siéntese —me siento y le entrego mi Currículum—, entonces, Maddison Miller, ¿Cierto? —Asiento—, ¿Por qué.....? —alguien entra a la oficina, la observo y me encuentro con la persona más desagradable del mundo, Amber Hamilton, la chica que hacía mi vida de cuadritos en preparatoria.

— Hija, estoy ocupado en este momento, regresa más tarde.

¿Hija? ¿Ella es su hija? ¡Dios! ¿En qué me metí?

— Lo siento, papi, solo quería recordarte la cena con mi novio esta noche —dice mirando a su padre luego dirige su mirada hacia mí—, ¿Maddison? ¿Maddison Miller? —pregunta con una sonrisa maliciosa.

— Si, hija, ¿La conoces? —pregunta su padre.

— Sí, papá, ella estudiaba conmigo, pero se mudó a otro lugar porque sus padres la echaron al saber que quedó embarazada a los diecisiete —Le responde Amber.

¿Nuestro "Felices Por Siempre"?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora