Capítulo VIII

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Ella inhala aire luego exhala, cierra los ojos y de golpe le confiesa que está embarazada. Su expresión facial se vuelve extrañada al escuchar una gran carcajada a sus espaldas.

— ¡Dios, chaparra! Esa es la mejor broma que me han hecho en la vida, pero hoy no es el día de los inocentes, así que guárdala para ese día —dice sin parar de reír.

— Eduard, esto no es ninguna clase de broma, en verdad estoy embarazada, jamás jugaría con algo así —admite dolida a la vez que se voltea y ve que él entra en una especie de shock y se sienta en la banca detrás de él.

— ¿De cuánto estás? —le pregunta sin siquiera mirarla.

Maddie dentro de ella tiene esperanzas de que él la apoye, mientras que el rubio piensa en muchas cosas; ninguna de ellas es agradable.

— Justo hoy cumplo tres meses.

<<Con razón usa toda esa ropa holgada, para que no se note>> piensa Eduard.

— Uff, ¡Qué alivio! Todavía estás a tiempo de hacerte un aborto. Vamos, te llevo ahora mismo —él la toma de la mano para hacerla caminar, pero ella se suelta de forma brusca.

— ¿Qué te pasa, Eduard? ¿Estás loco o qué? —le pregunta entre molesta y decepcionada.

— No estoy loco, Maddison, deberías agradecer que estoy pensando en nosotros, en nuestro futuro. Esa cosa solo destruiría nuestras metas —ella abre los ojos como platos al escucharlo hablar y no se contiene.

— ¡Grandísimo hijo de puta, malnacido! —Espeta furiosa—. Que te quede claro, yo nunca abortaría a nuestros bebés —trata de calmarse, sabe que ese arrebato de rabia puede hacerle daño a los mellizos.

— ¿S-Son d-dos?—pregunta estupefacto.

— Sí, son mellizos —relaja su expresión; él se queda pensativo unos minutos, pero luego sacude su cabeza como si hubiese descartado una idea.

— No me importa, así que te lo voy a poner fácil ¿O los bebés o yo? Tú decides —le da a escoger mientras le da a la pelirroja una gran sonrisa arrogante.

Él de verdad cree que ella lo escogerá a él. No sabe lo equivocado que está.

Maddie se acerca a él —quien en algún momento de la conversación se levantó de nuevo— y se guinda en su cuello.

— Mi amor, creo que va a ser muy obvia mi decisión —le da un pequeño beso en los labios y cuando se separa le propina una gran bofetada—, hoy y siempre elegiré a mis hijos, por mi puedes irte al mismísimo infierno —le habla con una sonrisa en el rostro, aunque por dentro está que muere. Él se agarra su mejilla rojiza y la mira indignado.

— Eres una tonta, Maddison, tu futuro se ha arruinado por esas cosas, nunca podrás cumplir tus sueños y además, jamás encontrarás a alguien como yo —le dice.

Quien habla por él es su ego herido, en esos momentos él no piensa con claridad y no sabe que más adelante se arrepentirá de todas sus palabras.

— Esa es la idea, Eduard. Jamás volveré a estar con alguien como tú, con un idiota. Y con respecto a mi futuro puedes relajarte, que mis bebés no serán un obstáculo para alcanzar mis sueños. Y algo sí te advierto, Eduard, espero que nunca te arrepientas de tu decisión porque si algún día te veo cerca de mis hijos te juro que no lo cuentas, puedes tener la certeza de eso  —lo amenaza.

— ¡Uy qué miedo! Mira como tiemblo. Y está tranquila, no quiero volver a saber ni de ti ni de ellos porque esos bastardos no son míos —dice y se marcha, dejando a una chica muy lastimada y con el corazón roto.

¿Nuestro &quot;Felices Por Siempre&quot;?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora