Capítulo Dieciocho

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Llegué a la sala de espera, mis padres estaban ahí.

-¡Mili! Mi niña que bueno que estás bien -Dijo mi madre abrazándome-

La verdad no esperaba esa reacción de su parte, pero no me sentía bien para ponerme a discutir con ella en ese momento.

-Tuve tanto miedo de perderte -Continuó- No sabes lo que me alegra que no seas tú la que esta ahí dentro

¿Qué acababa de decir?

-¡NO! Yo soy la que debería estar ahí, tirada en esa cama, ¡No él! -Le dije-

-No, no digas eso, ninguno de los dos merecía eso -Dijo mi padre acercándose a nosotras-

-No vuelvas a decir algo así -Me dijo mi madre- Tú tenías que estar bien, eres muy importante para nosotros

-¡Y él es muy importante para mí! De no ser por mi culpa él no estaría así -Respondí-

-¿Como puede ser tan importante un simple muchachito pobretón? Tú vales mucho más que él.

¿¡QUÉ!? ¿Como se atrevía a decir eso? Definitivamente ella nunca cambiaría, ni en un momento como este.

-¡Cómo puedes decir eso! ¿Cómo puede importarte más el dinero y clase social que la vida de una persona inocente? -Le grité-

-No tienes que ponerte así, ni siquiera lo conoces

-Tienes razón, tal vez no lo conozca mucho, pero de algo estoy segura ¡Es mucho mejor persona que tú! -Le dije furiosa-

-Milagros, hija, tranquilízate -Dijo mi padre tomándome del hombro-

-¡No puedo! No puedo tranquilizarme cuando mi propia madre esta diciendo que no le importa la persona que amo solo por no ser de la misma clase social que nosotros -Respondí-

-¿Qué acabas de decir? -Me preguntó mi madre-

-Lo que escucharon -Respondí- ¡Lo amo! Lo amo demasiado y no permitiré que nada más le pase -Dije mirando a mi padre sin dejar de llorar, él me miró, asintió con la cabeza y me abrazó mostrándome su apoyo-

Miré a mi madre que me miraba sorprendida, dirigió su vista hacia mi padre quien la miró tratando de hacerla comprender, pero lo único que ella hizo fue salir del hospital en completo silencio. Mi padre me miró.

-No te preocupes, ya lo entenderá. Ahora debo alcanzarla y asegurarme de que llegué a casa, ¿Estarás bien? -Secó mis lagrimas, yo asentí con la cabeza-

-No se preocupe señor, yo estaré aquí con ella -Dijo Tom, mi padre lo miró y sonrió-

-Gracias -Dijo antes de marcharse él también-

-Todo va estar bien -Me decía Tom mientras me abrazaba- ¿Quiere que le traiga algo de la cafetería?

-No, gracias -Respondí- No tengo apetito.

Ambos nos sentamos en uno de los sofás del lugar, recosté mi cabeza sobre el hombro de Tom y sin darme cuenta, me quede completamente dormida.
Desperté 2 horas después, ¡¿tanto había dormido?!, pero no era Tom el que estaba conmigo ahora, abrí los ojos y me di cuenta de que estaba recostada sobre las piernas de Pablo, con el saco de Tom cubriéndome. Me levanté y miré a mi alrededor, si, solo estaba Pablo conmigo.

-¿Estás mejor? -Me preguntó-

-Si, gracias -Respondí- ¿Cómo sigue Agustín? ¿Ha habido algún cambio?

-No, todo sigue igual -Dijo con su mirada triste-

Al escucharlo agache mi mirada hacia el suelo, tenia la esperanza de escuchar lo contrario a lo que me acababa de decir.

"Amor Verdadero." -Agustín Casanova Donde viven las historias. Descúbrelo ahora