Capítulo Treinta y Seis

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Habían pasado ya 2 semanas y media desde aquella vez que estuve con Agustín, y no todo era bueno, al menos no respecto a la salud de mi madre. Todos los días me despertaba y lo primero que hacia era ir a verla, y hoy no era la excepción.
Entré a su habitación y ella aún dormía, no era nada raro, pues desde que su enfermedad empeoró duerme casi todo el tiempo. Me acerqué a ella y besé su frente, así solía despertarla siempre, pero no hoy. Después de besarla y ver que no despertó, comencé a acariciar su cabello mientras la llamaba.

-Mamá, mamá despierta -Pero ella no respondía-

La miré bien, estaba mas pálida que de costumbre, sus labios se notaban un tanto morados, resaltaban demasiado en su rostro.

-Mamá, mamá por favor -La llamé una vez más-

De nuevo no recibí respuesta de su parte, lo cual ademas de preocuparme, me espantó. Me imaginé lo peor.

-¡Papá! ¡Tom! ¡Mi madre esta mal! ¡Vengan! -Comencé a gritar mientras las lágrimas salían-

Me recosté a lado de mi madre mientras intentaba hacer que reaccionará y seguía llamando a mi padre.
Tom y papá llegaron e inmediatamente hicieron llamar al doctor. El rostro de mi padre cambió completamente al ver a mi madre en su cama, pero no dijo palabra alguna. A los pocos minutos el doctor de la familia llegó y comenzó a atenderla.

-Tom, necesito que te lleves a Milagros de aquí -Dijo después de ver a mi madre-

-Claro, vamos señorita -Me dijo Tom-

-¡No! Yo no me voy de aquí, es mi madre y quiero estar con ella -Me rehusé a salir-

-Milagros, por favor, haz lo que pide el doctor -Me pidió mi padre, podía notar la preocupación en su rostro.

En ese momento, Tom me tomó de la mano y me condujo fuera de la habitación. Mientras mi padre y el doctor estaban en la habitación conversando, Tom intentaba tranquilizarme.

-Tranquila pequeña todo va a estar bien -Me abrazó-

-No, tu no la viste, se veía mal, no respondía. Tom, si algo le pasa, yo...

-No digas nada -Me abrazó aún más- Te traeré un té para que se calmes

-Si, gracias -Sonreí un poco-

Apenas estuve sola, me dirigí nuevamente a la habitación de mi madre, pero no entré, me quedé detrás de la puerta para escuchar lo que decía el doctor.

-Lo siento, pero ya no hay nada que hacer.

Al escuchar eso, fue como si mi corazón y todo a mi alrededor se hubiera detenido. Tenía que haber escuchado mal, mi madre no... No podía estar muerta.

-¡NO! -Entré gritando a la habitación-

-¡Milagros!- dijeron ambos sorprendidos-

-¡Mamá! ¡No, por favor! ¡Despierta! -Le decía entre llanto mientras la abrazaba-

-Hija, ya no hay nada que hacer -Dijo mi padre tomándome del hombro-

Me giré y lo vi a los ojos, estaban llenos de lagrimas, jamás había visto llorar a mi padre. En ese momento lo abracé lo mas fuerte que pude y me tiré a llorar en sus brazos, ambos permanecimos así por unos segundos. Después de un momento, papá salió de la habitación junto con el doctor, había mucho que hacer ahora. Yo permanecí ahí junto a ella, sola, hasta que Tom entró para sacarme, pues se llevarían a mi madre.
Me encerré en mi habitación aún llorando, las lágrimas no paraban, necesita a Agustín a mi lado, así que lo llamé a su departamento esperando que aun estuviera ahí.

Llamada:

-¿Hola? -Respondió una voz masculina del otro lado del auricular-

-Agus...-Dije entre llanto-

-¿Mili? Amor ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras? -Preguntó preocupado-

-Te... Te necesito, mi madre...-Se me cortó la voz y no pude continuar-

-Linda, tranquila, voy para allá, por favor cálmate -Y sin más, terminamos la llamada y continúo mi llanto-

Seguía tirada en mi cama sin parar de llorar, Agustín venía hacia acá, pero la espera se me hacia eterna, necesitaba tenerlo a mi lado ¡Ya!, necesitaba sus abrazos, sus palabras de consuelo, que estuviera junto a mí.

"Amor Verdadero." -Agustín Casanova Donde viven las historias. Descúbrelo ahora