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Viajes...

Muchos, muchos viajes. Alrededor de todo el mundo. Conoció Tokio, esa cuidad era muy grande y la comida era muy exótica pero sin duda alguna exquisita. Las omegas, eran sin duda alguna, hermosas. Piel de porcelana y con curvas definidas. Algunas con ojos azules y otras con ojos marrones. Sus cabellos eran tan suaves al tacto.

Pero bueno, lo malo que era cien por ciento gay. Y si, como mencioné antes, aquellas omegas eran preciosas. Pero ninguna le llamaba la atención.

¿Será por qué era gay? Si, debía ser por eso. Por nada más.

Después conoció Francia e Italia, donde todo era increíblemente hermoso. La vista, los hoteles, etc. Tuvo la oportunidad de ir a Latinoamérica, era una cosa diferente a lo que él estaba acostumbrado. Eran personas y costumbres diferentes, al igual que los idiomas.

Dicen que los alfas sienten a sus omegas con el olor y por lo que su lobo alfa interior y exterior sienten, y bueno, el ciertamente aún no encontraba a su omega ideal. Y no lo ha sentido, o no ha encontrado al indicado.

Era dueño y jefe de su propia empresa. Era una empresa muy reconocida por todo Inglaterra. Al igual que su apellido era conocido y famoso. Y si, tenía dinero, tenía mujeres y hombres tras el, cada cierta ves agarraba a una y se la follaba. Solo por una noche y nada más.

Aunque había un omega en especial que lo tenía asfixiado. Literalmente.

Sebastián Smythe.

No lo iba a negar, el chico era lindo. Era un poco más bajo que el, tenía el pelo castaño peinado en un copete, sus ojos eran verdes brillantes. Pero no, jamás andaría con el, ni mucho menos le pediría que fuera su omega. Ni en un millón de años.

Todo comenzó cuando Sebastián había llegado a la casa del mayor para comentarle algunas cosas de la empresa. Solo que el chico había llegado en un pésimo momento. O al menos para Blaine.

Blaine estaba en celo

Así que básicamente, el chico lo ayudó, y el mayor lo mantuvo encerrado por tres días.

Ni siquiera lo había anudado, lo cual era bueno. Después Sebastián, empezó a buscar más a Blaine, a tal punto de proclamarlo suyo cuando no era así. Y Blaine ya se lo había dejado en claro.

— Entiéndelo Sebastián, solo fueron tres días, y nada mas —advirtió un molesto Blaine — Así que no me busques más. Adiós —y sin más Blaine se fue a su oficina. Dejando a un molesto Sebastián.

Y al parecer eso fue como un aliento para él omega a seguir insistiendo, el chico no se cansaba.

Blaine, con sus rizos color chocolate, sus ojos color miel hermosos y con una mirada penetrante, alto de más o menos uno ochenta, labios carnosos pero finos y muy besables a la vista, sus bíceps bien marcados al igual que un abdomen y pecho duro y muy bien trabajado. Dominante, pero tenía un lado tierno, lindo y romántico, solo lo hace con las personas que más quiere, o solo quienes se las merecen.

Como dije, tenía dinero, pero tampoco tenía una mansión y casas gigantes. Ahora se encontraba viviendo en una casa ni muy grande ni tampoco muy pequeña, solo para él y nadie más.

Se sentía solo y eso lo hacía débil a veces, pero eso no impedía que sea la persona más dominante del país. Oh si, y eso le encantaba, quería encontrar a alguien a quien dominar, y a la vez amar.

Y tal parece que Dios escucho sus palabras, ya que el día anterior había visto al ser más hermoso que jamás haya visto.

Un omega de hermosos ojos azules y mirada inocente. Sus curvas y su trasero buen redondo y grande que tanto le gustaría apretar. También sus muslos regordetes que le gustaría morder y lamer.

Definitivamente fue amor a primera vista. Primero tenía que conocerlo más, después intercambiar números, invitarlo a salir a cenar a uno de los restaurantes más lujosos de todo Londres, después cortejarlo, posiblemente meses después, si es que aguanta, pedirle que sea su omega y novio.

Quería a ese omega para el. Y solamente para el.

Y para enamorarlo tenía que ir lento para no asustarlo.

Pero si, sería suyo a como dé lugar.

Alpha&Omega • OMEGAVERSE •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora