Parte I: Capítulo 8

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Edward sacudió con suavidad a su joven hija quien abrió sus ojos con pereza, Megan apenas había podido conciliar el sueño hace tan sólo unas horas gracias a su pastilla para dormir, no le gustaba para nada haber sido despertada a las seis de la madrugada por su padre.

—¿Qué pasa?

—Arriba, debes acompañarme. —Megan bufó. —Hablo en serio.

—¿Temes que pueda suicidarme antes del desayuno? —Edward miró sin expresión alguna a su hija.

—Sólo levántate, debes acompañarme.

Edward arregló su chaqueta antes de salir de la habitación de su única hija quien solo maldecía en voz baja mientras buscaba sus lentes. No sabía a donde irían, así que sólo se puso unos pantalones de chándal y una sudadera, era invierno y no quería conseguir un resfriado. No quería agregar más pastillas a su organismo. Megan bajó y rápidamente se fueron, cuando escuchó a su padre darle la indicación a su chofer se quedó en silencio pensando el por qué su padre le llevaría al aeropuerto a las 6 AM.

Ninguna de sus suposiciones serían las correctas. Edward no le llevaba sólo porque el psicólogo de Megan les había pedido que no le dejaran sola mucho tiempo, sino que él tenía miedo. Temía por la seguridad de su única hija, no por lo que ella podía hacerse, sino por lo que a ella le podían hacer. Tener negocios con Gino había sido una de sus peores decisiones, sobre todo cuando el hombre le pedía ese tipo de favores. Ahora el hombre necesitaba un avión privado para un viaje personal de una amiga de él, y la verdad sabía que eso significaba que la mujer escapaba de algo y para pedirle ayuda a Gino debes estar desesperado, así que la razón por la cual la mujer escapaba no debía ser algo mínimo.

—¿Por qué estamos aquí? - Edward miraba por la ventana polarizada ver llegar algún auto en la zona de despegue. —Sabes que no me puedes sacar del país sin un permiso de mi madre, ¿No?

—No viajaremos. —Edward estaba nervioso y apenas se dignó a mirar a su hija. —Sólo esperamos a una amiga.

—Okay. Algo me dice que esto es una de esas cosas que no debo decirle a mamá, ¿Me equivoco?

—Tienes toda la razón.

Edward y Kate Robbins habían firmado el divorcio hace seis meses al tiempo después del intento de suicidio de la única hija del matrimonio. Kate fue quien se fue de la casa y compró un departamento en el centro lo suficientemente grande para ella y su hija, aunque todos quedaron sorprendidos ante la decisión de Megan al elegir a su padre para ser con quien viviría de lunes a viernes. Edward estaba feliz por aquello y por primera vez en mucho tiempo se había encargado de disminuir su trabajo para estar más en casa. Pero las razones para quedarse en casa de su padre eran otras, era la única forma de pasar los últimos años con sus abuelos.

Ambos estaban en silencio esperando por la supuesta amiga de Edward, él estaba impaciente y miraba a su alrededor procurando que nada sospechoso pasara. Fue cuando un elegante auto plateado se estacionó a unos metros y una mujer salió de este junto a dos adolescentes que llevaban las maletas. Edward bajó y se sorprendió al ver a "Lea Rossel" ahí, él definitivamente no se imagina a Lea como una amiga de Gino.

—¿Señorita Rossel? —Lea miró sorprendida al hombre frente a ella, en serio debía tener mucho dinero para tener su propio avión privado. Edward estaba concentrado en Lea sin notar a los dos adolescentes que intercambiaron una mirada. —¿Ha pasado algo?

—Si se lo digo se verá involucrado, muchas gracias por su eficacia de conseguir un piloto tan rápido. —Lea sonrió forzadamente. —Chicos, subid las cosas.

—Permítanme ayudarles. —Edward quiso tomar una de las maletas que llevaba la joven chica, pero esta se alejó rápidamente.

—No es necesario, puede ayudar a mi hermano. Él es más débil que yo. —La chica pasó con la frente en alto ignorando la sonrisa burlona de su tutora.

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