Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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En lugar de un sermón llegó hasta mis oídos una leve risilla. Abrí los ojos y lo encontré echado un poco sobre la mesa y la cabeza cabizbaja, pero con una sonrisa visible en el rostro.
– Definitivamente, el chiste más malo que he oído en mi vida. No vales para la comedia – seguía riéndose –, eso te pasa por juntarte con los Weasley – se aclaró la garganta y volvió a su característico tono volvió serio y riguroso.
– Lo siento, no debí decir eso. Fue muy maleducado por mi parte, mis más sinceras disculpas.
– Tranquila, no me ha molestado – cogió su pluma y volvió a su trabajo –. ¿Piensas algún día acabarás tu castigo?
– Lo terminé hace como un cuarto de hora.
– ¿Y entonces por qué sigues aquí? – dejó lo que estaba haciendo y le
– No tengo nada mejor que hacer – me encogí de hombros.
– Anda vete antes de que se haga más tarde, no es seguro deambular por los pasillos de noche.
– Acompáñeme – intesté restarle importancia al asunto.
– Deja de llamarme de usted. ¿Te han dicho alguna vez que eres una mocosa caprichosa y consentida? – preguntó mientras se levantaba de su asiento.
– Alguna que otra – sonreí y me levanté yo también.
Salimos de la habitación y el pasillo estaba ya oscuro, al menos más que de costumbre. Snape susurró un leve "Lumos" y de la punta de su varita surgió un pequeño haz de luz que iluminó el camino.
En total silencio llegamos hasta la entrada de los dormitorios de Slytherin. Durante todo el camino me quedé mirando los rasgos de su aun joven rostro. Me despedí de él y entré a la sala común, no sin antes volver la mirada para verlo una última vez.
En la sala común estaban James y Copeland hablando. Al verlos me acerqué a ellos y los saludé.
– ¿Qué tal tu castigo con Snape? – preguntó Cope.
– Raramente, agradable. Solo he tenido que corregir unos 15 trabajos. ¿Y tú, James?
– ¿Yo qué? – sonó como si estuviera en otra parte y acabara de volver.
– Tu castigo – insistí.
– Ah, muy cansino, tener que ordenar todos sus documentos.
– En conclusión – prosiguió Cope –, si alguna vez me castigan es mejor que sea con Snape que con Filch.
– Snape es un demonio, un murciélago apestoso que no tiene otra cosa mejor que meterse con todo el que le rodea. No se lo desearía ni a mi peor enemigo – soltó el sangre pura con cara de asco.
– ¿Qué dices? Snape no es tan malo.
– Pues no lo será contigo. Tengo que irme ya, nos vemos mañana – el chico recogió sus cosas y se marchó.
