Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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Estábamos todos los de Cuarto Año hacia arriba reunidos en la sala común antes del almuerzo por orden del Jefe de casa. Me acerqué a Copeland y a sus compañeras de habitación.
- ¿Qué crees que pasará? - preguntó Nathalie, una de las compañeras de cuarto de Copeland y, sin duda, la que mejor me caía puesto que las otras eran unas malas arpías.
- No lo sé - respondí.
- No me da buena espina que estén las cosas apartadas - comentó Copeland.
- A mí tampoco - respondí.
En eso entró Snape con su habitual porte solitario e incluso algo siniestro. Todo el salón se calló de golpe al verlo.
- ¿Echáis de menos a alguien? - preguntó con su ronca y profunda voz.
No hubo más respuesta que un profundo silencio.
- Me tomaré eso como un no - prosiguió.
- Perdone señor - dijo tímida una de las compañeras de mi hermano, Rachel Relish.
- Dígame señorita Relish.
- Pansy y sus amigas no están.
- Malditas niñatas rebeldes - dijo con furia.
- Draco, ve a buscarlas.
Mi hermano salió sin siquiera responder. No era de extrañar para nadie que, estando entre serpientes, nuestro superior le hablara con tanta confianza a Draco, pues a pesar de ser por diferencia el alumno que más destacaba en la casa, cada vez que venía nuestro padre se solía ver tanto a él como a Severus conversando.
- Hacerme perder el tiempo así... - al pelinegro se le notaba enfadado - No saben lo que les va a esperar cuando vuelvan...
Tras quince minutos Draco apareció por la puerta con las cinco chicas que faltaban.
- Señoritas, cuando acabe la reunión quiero hablar con ustedes - aunque increíble, mantuvo su compostura -. Ahora tomen sus lugares.
Las chicas pareciendo adivinar lo que les esperaba solo se colocaron en una desocupada del lugar sin decir nada, mientras que Draco caminó con una sonrisa de superioridad hacia su pandilla.
- Ahora empecemos - comenzó a dar vueltas con las manos en la espalda y una postura erguida por el despejado salón -. Se de buena mano que de una forma u otra distintos profesores os han hablado sobre el Baile de Navidad y, por desgracia, como Jefe de Casa que soy he de encargarme personalmente de que ninguno de vosotros haga el ridículo.
- ¿Y cómo lo va a hacer? - preguntó una de las chicas de su club secreto de fans, quizás esperanzadas de poder tener la oportunidad de tenerlo más cerca de lo que jamás fuese posible.
- Tendré que enseñaros como debéis actuar ante un baile de gala - se notaba que sus ganas de hacer esto rozaban el infinito negativo -, aunque algunos de aquí seáis ya unos expertos.
