Capítulo Treinta y Tres

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Cinco días fueron dolorosos, diez pasaron a ser una tortura, pero veinticinco se convirtieron en mi propio infierno.

Comencé a pensar que la justicia era un mito, una mentira creada solo para los que se podrían beneficiar de ella, pensé que estaría aquí encerrada por el resto de mis días ya que ni siquiera conocía mi propia condena. Las leyes de este lugar eran todo un chiste.

No puedo creer que mi vida terminará así, encerrada bajo estas cuatro paredes, siendo condenada por un crimen que no cometí... el único crimen que definitivamente llevaba mi firma era el haber confiado alguna vez en Blake Young.

Estar en este lugar me ha ayudado a pensar en lo que está ocurriendo.

¿Cómo es que el juez y los fiscales no analizan las pruebas? Incluso el arma tiene las huellas de Blake. La forma del tiro es bastante evidente de que tuvo que ser él quien se disparó.

Conocí a una chica aquí hace unos días. Tendrá una condena de treinta años por el homicidio de su exnovio, sigue aquí porque aún le hace falta el juicio antes de que la envíen a la prisión del estado. Cuando me lo dijo, sentí que me congelaba por dentro. Ella también se encuentra en una celda individual privada.

Se supone que las celdas individuales son para los criminales más peligrosos con posibles condenas realmente grandes a punto de ser enviados a prisiones más seguras. Yo estoy aquí para estar a salvo de lo que sea que haya más allá. Papá se aseguró de que nadie pudiese moverme de aquí hasta que el día de mi juicio llegue.

La chica se llama Dakota, tiene veinte años, lo cual me impresionó demasiado en cuanto me lo dijo durante el almuerzo. Es el único momento en donde dejan salir a las personas de las celdas individuales. Es demasiado joven y tendrá que estar aquí hasta su cumpleaños numero cincuenta.

—Tenía que matarlo, era él o yo en algún momento —me dijo mientras me contaba su historia hace unos días a la hora del almuerzo.

No muchas personas están en celdas individuales, tal vez solo unas diez, y el almuerzo lo sirven en una habitación aparte.

— ¿Por qué serías tu en algún momento? —junté todas mis fuerzas para preguntarle.

—Él estaba enfermo, solía golpearme todo el tiempo, y me tenía amenazada con matarme si le decía a alguien. Pero la culpa también fue mía, yo tenía que denunciar sus abusos desde el principio y nunca lo hice por miedo. Por eso cuando me enteré de que había abusado de mi hermana, golpeé su cabeza con un hacha y el resto fue historia.

Ella realmente había matado a alguien con un hacha... y yo estaba ahí sentada frente a ella con un plato de guisantes mal olientes y con mi pulso acelerado.

» Se que está mal decir esto, pero nunca me había sentido tan bien como cuando lo vi desangrarse frente a mi. Se lo merecía, pero ahora me doy cuenta de que mis acciones no fueron las correctas, por eso ahora debo pasar el resto de mi vida aquí, y él está muerto cuando debería de estar aquí en mi lugar.

Escucharla hablar me hizo ver que yo también estaba mal. Pero esa era otra historia...

—Mi exnovio me demandó por intentar asesinarlo...

—Bueno, ya veo que nuestras historias no son tan distintas. Lastima que no murió...

—No, yo... yo no lo hice. Él fue quien se disparó en la cabeza frente a mi, pero no murió, y cuando despertó milagrosamente lo primero que dijo fue que yo lo intenté asesinar.

—Eso apesta, ¿les dijiste que fue él? ¿había testigos?

—El juez no aprobó el testimonio de mi cuñada. Aunque ella lo vio todo...

Phoebe, Schlesinger IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora