Capítulo Cuarenta y Cinco

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Una vez él ha dejado el auto alquilado en una zona un poco más segura y revisado los daños del mío, pido la llave de nuestra habitación y dejamos las dos pequeñas maletas dentro. Él está sumamente agotado, lo puedo ver en su rostro, aunque no quiera decírmelo.

Este día ha sido el más rápido que he vivido en toda mi vida, antes de darme cuenta, son las nueve de la noche y aquí parece que a esta hora todo muere.

La habitación que nos han dado tiene solo una cama, la diferencia con la que estaba ayer es que la cama es para dos personas y no para una como en la que dormí.

Dormir con Bart es algo que he hecho antes, no tendría por qué sentirme tan malditamente nerviosa como me siento en este momento.

Él deja su pequeña maleta a un lado del pequeño ropero que la habitación tiene y quita los zapatos dejándolos a un lado también. Él observa la pequeña habitación meticulosamente y sonríe aprobándola con algo de gracia en su mirada.

¿Por qué todo tiene que ser tan pequeño?

No tengo un pijama en mi maleta, cuando viajo a Nueva York nunca llevo porque tengo un closet de ropa en casa, llevo una camiseta, un par de pantalones y ropa interior por simple emergencia, como en este momento. Anoche dormí con la misma ropa que tenía puesta, me duche y me la volví a poner sin más.

Parece que Bart tampoco pensaba en dormir aquí, por lo que veo no lleva pijama en su equipaje y me mira con cierta curiosidad en su mirada.

Antes de poder hacer o decir algo, lo veo quitarse su camiseta, dejándome totalmente atónita en un segundo. Lo he visto así múltiples veces, su torso está perfectamente esculpido y es algo muy, muy bueno de ver... la pregunta es, ¿por qué lo está haciendo?

— ¿Por qué...? —pero mi pregunta muere en mi boca en el momento en que sus pantalones también se van, dejándolo solo en un bóxer negro frente a mi — ¿Por qué estás desnudo? —pregunto sin poder dejar de mirarlo con mi respiración comprometida.

—No estoy desnudo, aún —suelta sin más antes de quitar las sabanas y entrar a la cama dejándome un espacio a un lado — ¿Vas a entrar? —pregunta con gracia en su tono de voz, está disfrutando esto, puedo notarlo perfectamente, pero yo también puedo jugar a este juego.

Sin siquiera darme tiempo de pensarlo, me quito los zapatos, la blusa que llevo puesta y los pantalones, quedando en ropa interior también. Él me observa desde la cama con una sonrisa en su rostro y niega al verme.

Honestamente, dormir con el sostén puesto es la cosa más incómoda y dolorosa del mundo, por lo que tomo la camiseta de Bart del suelo y me la pongo frente a él, no es sumamente ancha, solo lo necesario, pero me queda lo suficientemente larga, me quito el sostén y lo saco junto con un suspiro de alivio, dejándolo por algún lado de la habitación.

Entro a la cama y me acomodo a su lado abrazándolo de costado. Su piel está caliente y es tan cómodo estar así sin más que no puedo creerlo que esté en un hotel en medio de la nada con él.

—Gracias por salvarme —le digo después de un rato de silencio tranquilizador.

—Siempre estaré ahí para salvarte —responde sumamente suave sin dejar de acariciar mi hombro, levanto mi cabeza y veo como sus ojos se mantiene cerrados.

—Buenas noches, Bart —digo, pero no obtengo respuesta, pues él ya se ha quedado dormido.

A la mañana siguiente, decidimos ir a conocer un poco las inmediaciones del pintoresco pueblo de Champlain, no es tan catastróficas como había pensado horas atrás. Al contrario, es uno de esos lugares que calificaban como pacíficos-esenciales para iniciar de cero en la vida.

Phoebe, Schlesinger IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora